El castrismo español es tan inhumano como el cubano. Me explico. El 30 de noviembre de 2004 será recordado por haber sido excarcelado de una prisión castrista el poeta Raúl Rivero junto a otros tres compañeros. Lo trágico de esta liberación es que ya estaba contada. Obedecía a la lógica criminal de Castro. Era la respuesta de dictador al antiamericanismo de ZP. Los más perspicaces, entre los que cabe citar a Jiménez Losantos, Alberto Montaner y Víctor Llano, ya lo habían previsto con sus análisis en estas páginas. La oscura política exterior de ZP tendría que recibir alguna compensación.
Sin embargo, según el bueno de Rivero, su liberación ha sido conseguida por las presiones internacionales que Castro ha recibido. Una explicación demasiado optimista, en mi opinión, aunque comprensible en un hombre que acaba de salir de la cárcel; pero, en verdad, él está en la calle por un cambalache, por una actitud cobarde y ridícula de la política exterior de ZP. Es la devolución de un favor que ZP le ha prestado a Castro intentando romper la posición común de la UE respecto a Cuba. En efecto, las movilizaciones en España por la liberación de los presos políticos cubanos siempre han sido escasas. Las protestas por el fin de la dictadura castrista en España son casi inexistentes o anecdóticas. Por el lado de la "sociedad civil" española la presión internacional sobre Castro no puede ser más débil. Más aún, es necesario reconocer que la propagada castrista tiene en España mayor influencia que las agencias de socialización democrática sobre la población española. La falta de educación democrática de los españoles en este asunto resulta alarmante.
Aunque existe una lenta incorporación de ciudadanos españoles a ese espíritu público que alienta el fin de la dictadura cubana, es menester recordar que en las manifestaciones contra Castro siempre estamos más o menos los mismos que firmamos los documentos a favor de la liberación de los presos del sanguinario régimen. Y, por supuesto, siempre somos mirados con recelo por los militantes y votantes socialistas y comunistas, que siguen creyendo que la dictadura de Castro es el modelo de sociedad al que debe aspirar España. O sea, no se trata de que los socialistas legitimen al régimen de Cuba, sino que gracias a que existe el régimen castrista, la ideología socialista aún puede tener plausibilidad. Triste, pero real como la figura del burlador burlado. Tampoco están en esas protestas contra Castro, y eso sí que es una tragedia, los ciudadanos demócratas que, sin embargo, siguen pensando que lo mejor es no intervenir, no injerirse, en los regímenes totalitarios que tienen sus días contados. Este razonamiento es tan indecente e inhumano como el anterior, pues ambos consideran que cuando desaparezca el régimen criminal nadie va a pedir responsabilidades a quienes los han mantenido.