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Juan Carlos Girauta

A Moratinos le gusta el Burdeos

Hay que ser torpe e insensible. Hay que ser obtuso para irritar a quienes le pagan el sueldo cada vez que abre la boca. Y eso en el mejor de los casos. Porque a un amigo de Arafat cabría suponerle motivos peores que la torpeza

“En el Burdeos es en el que soy más entendido”. Tortuosa sentencia, vive Dios, pero suficiente. Suficiente para acreditar el gusto afrancesado, tan caro a los de la carrera, el espíritu del connaisseur que gradúa su pericia para no descartar que de otros vinos entienda lo suyo. Suficiente para dejar que asome el diletante bajo la fría e intachable pátina del hombre de estado; cuántas veladas no habrá iluminado con sus anécdotas de embajada, con sus confidencias a la luz de los candelabros. Suficiente para distinguir el guiño de los habituados a lo que un día se llamó “el gran mundo”. Suficiente para convencernos de que, además de la apostura y la elocuencia, le adorna la chispa de los elegidos. Suficiente para destituirlo fulminantemente y ponerlo a llevar los cortados en el Ministerio.
 
Hay que ser torpe e insensible. Hay que ser obtuso para irritar a quienes le pagan el sueldo cada vez que abre la boca. Y eso en el mejor de los casos. Porque a un amigo de Arafat cabría suponerle motivos peores que la torpeza. Nos enemistó con los americanos, inclinó la cerviz ante Marruecos, ha hecho ridículos espantosos en los foros internacionales y ha acusado a su propio país de apoyar un golpe de estado en el extranjero.
 
Como si no tuviéramos bastante con el desguace nacional que aquí se ha organizado ante la comprensiva sonrisa del maniquí de cartón piedra que ocupa la Moncloa, encima tenemos que aguantar que el trabajo de la mano derecha de don Nadie consista en perjudicar los intereses de España en el exterior. Al sector vitivinícola nacional no le falta razón al afirmar que semejante ministro ya habría perdido el cargo si fuera francés y se le hubiese ocurrido destacar un vino italiano. Aunque en realidad no habría podido hacer tal cosa porque ya habría perdido el cargo siete u ocho veces antes.
 
Si dura un par de años, tendrá tiempo de ocasionarle problemas a todos los sectores de la economía, uno por uno. Si dura dos legislaturas acaso alcance a molestar individualmente a todos los españoles. Lo que le convierte en un caso único en la historia de la diplomacia es que indefectiblemente logre sus estropicios mostrándose servil, cómplice o dadivoso con los que más peligro encierran para la nación que representa.
 
Yo puedo entender que le guste el Burdeos. Pero con prudencia. Rodríguez ha depositado en él una confianza ciega, como no podía ser menos. Así la prodigiosa pareja del humor (negro) se está poniendo las botas con su colección de gags, su retahíla de traiciones, su rosario de dejaciones y su ristra de ofensas. Son Mister Bean y Serafín Latón.

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