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Carlos Alberto Montaner

El culpable ante el espejo

Es muy sabroso ser así, pero cuando esa idiosincrasia autóctona empieza a hacerle daño a nuestras posibilidades de desarrollo como nación, ahí la cosa cambia...

He recibido media docena de parecidas versiones de este texto por medio de cadenas de correos electrónicos. En un caso los nombres y las quejas eran argentinos. Las otras versiones eran peruana, ecuatoriana, hondureña, colombiana y panameña. Supongo que en la mayor parte de los países latinoamericanos hay personas que piensan de esta manera. Creo que vale la pena compartir esta dolorosa declaración, aunque por medio de Libertad Digital. Puede ser que contribuya a abrir un debate necesario. A partir de este punto, abro comillas y le cedo la palabra a ese anónimo y colectivo autor que me inunda la computadora. Naturalmente, elimino los nombres propios y las circunstancias específicas. Cada lector, si lo cree conveniente, puede ponerle rostro, nombre y país:
 
“La creencia general anterior era que el anterior presidente ... no servía. Actualmente se dice que el actual ... no sirve. Y el que venga después tampoco servirá para nada. Por eso estoy empezando a sospechar que el problema no está en lo ladrón que haya sido ..., o en lo ineficaz que fue ....   El problema está en nosotros. Nosotros como pueblo.  Nosotros como materia prima de un país. Porque pertenezco a un país donde la "viveza" es la moneda que siempre es valorada tanto o más que el dólar.
 
Un país donde hacerse rico de la noche a la mañana es una virtud más apreciada que formar una familia a largo plazo basada en valores y respeto a los demás.
 
Un país donde, lamentablemente, los periódicos jamás se podrán vender como se venden en otros países, es decir, poniendo unas cajitas en las veredas donde uno paga por un solo periódico y saca un solo periódico dejando a los demás donde están.   
 
Un país donde la gente se siente triunfal si consigue volarse el Cablevisión del vecino. Donde la gente inventa a la hora de llenar sus declaraciones al Fisco para no pagar o pagar menos impuestos.
 
Un país donde la impuntualidad es un hábito. En donde los directivos de las empresas no generan capital humano. Donde no hay interés por la ecología, donde las personas tiran basura en las calles y luego se reclama al gobierno por no dar mantenimiento al drenaje.   
 
Un país donde no existe el interés por la lectura y no hay conciencia ni memoria política, histórica ni económica. Donde nuestros diputados y senadores trabajan dos días al año (y cobran todos los demás como altos ejecutivos) para aprobar una reforma (miscelánea) fiscal al vapor que lo único que hace es hundir al que no tiene, fregar al que tiene poco y beneficiar sólo a unos cuantos.   
 
Un país donde las licencias de conducir y los certificados médicos se pueden "comprar", sin hacer ningún examen. Un país donde puede subir una persona de edad avanzada, o una mujer con el niño en brazos o algún minusválido y la persona que viene sentada en el asiento especial para estas personas se hace la dormida para no dárselo y si alguien le reclama se levantará pero para dar un golpe o decir una mala palabra.   
 
Un país en el que los estudiantes, mientras más le dicen rata al presidente ..., mejor se sienten como personas, a pesar de que apenas ayer consiguieron todas las preguntas del examen de matemáticas de mañana y están felices. Un país en el que mientras más acusan de corrupto al presidente ... mejor soy yo como ciudadano, a pesar de que apenas esta mañana me fregué a mi cliente a través de un fraude que me ayudó a pagar algunas deudas.   
 
No. No. No. Ya basta. Como materia prima de un país, tenemos muchas cosas buenas pero nos falta mucho para ser los hombres y mujeres que nuestro país necesita.    Esos defectos, esa "viveza" congénita, esa deshonestidad a pequeña escala que después crece y evoluciona hasta convertirse en casos de escándalo, esa falta de calidad humana, es lo que nos tiene real y francamente mal. Lo siento, porque, aunque el presidente ... renunciara hoy mismo, el próximo presidente que lo suceda tendrá que seguir trabajando con la misma materia prima defectuosa que, como pueblo, somos nosotros mismos. Y no podrá hacer nada, no tengo ninguna garantía de que alguien lo pueda hacer mejor, pero mientras nadie señale un camino destinado a erradicar primero los vicios que tenemos como pueblo, nadie servirá.   
 
Ni sirvió ..., ni sirvió ..., ni sirve ..., ni servirá el que venga. ¿O qué?   
 
¿Necesitamos traer a un dictador, para que nos haga cumplir la ley con la fuerza y por medio del terror? No.  Aquí hace falta otra cosa. Algo más que cacerolazos. Y mientras esa "otra cosa" no empiece a surgir desde abajo hacia arriba, o desde arriba hacia abajo, o del centro para los lados, o como quieran, seguiremos igualmente condenados, igualmente estancados....igualmente jo...!!!   
 
Es muy sabroso ser así, pero cuando esa idiosincrasia autóctona empieza a hacerle daño a nuestras posibilidades de desarrollo como nación, ahí la cosa cambia...
 
No esperemos encenderles una velita a todos los Santos, a ver si nos mandan un Mesías. Nosotros tenemos que cambiar: un nuevo presidente con los mismos ciudadanos no podrá hacer nada.  
 
Es la industria de la disculpa y la estupidez. Ahora, después de este mensaje, francamente he decidido buscar al responsable de nuestro fracaso, no para castigarlo, sino para exigirle (sí, exigirle) que mejore su comportamiento.   
 
Estoy seguro que lo encontraré cuando me vea en el espejo. Ahí está. No necesito buscarlo en otro lado.”   

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