Al PNV le preocupa la tortura. No, sin embargo, la que padecen a diario miles de ciudadanos que no comulgan con su reaccionaria ideología y se hallan amenazados por los pistoleros de ETA y sus chicos de la gasolina. No la angustia de quienes temen ser asesinados, secuestrados o extorsionados, y ver atacados y destruidos sus negocios y sus casas. No el sufrimiento que significa saberse en un entorno hostil, en el que alguien, cualquiera, puede estar vigilando sus movimientos para delatarlos a los verdugos que administran la muerte física y, previamente, la civil, en el País Vasco. No la tortura del silencio. Ese silencio espeso, miserable, cabizbajo, servil, que ha convertido a esa región que ellos gobiernan en una cámara acolchada que absorbe el ruido de la muerte, la amenaza y el chantaje, y asfixia la libertad, la pluralidad y la vitalidad de la sociedad civil.
Esa tortura, que unas veces acaba en asesinato y otras muchas en exilio, no le preocupa tanto al PNV. A éste le han inquietado mucho más la suerte y el bienestar de los que la practican. Por eso, cuando anuncia que en el Congreso pedirá un gran pacto para que el Estado español, como ellos al franquista modo lo llaman, “no figure en el triste listado de países donde la tortura no está erradicada”, no se refiere al territorio que gobiernan. No. El PNV no está proponiendo un pacto para que España deje de figurar en el triste listado de países en el que una banda armada y sus pandillas violentas imponen el imperio del terror. En el que muchos ciudadanos y todos los políticos de la oposición precisan la protección de escoltas. En el que todos los que no pertenecen a la familia nacionalista sufren el clima de intimidación y violencia forjado durante décadas.
Todo ello le hace verter ocasionales lágrimas de cocodrilo. Poco más. Al PNV le ocupan y preocupan otros asuntos. De modo que no es una sorpresa que aproveche el caso de Roquetas para hacer una de las suyas: alinearse con las acusaciones de tortura que contra las fuerzas policiales lanzan, por sistema, los terroristas, y cargar contra la Guardia Civil, que es quien protege a muchos de los amenazados, quien persigue más eficazmente a los pistoleros y quien más víctimas ha puesto por ello. Claro que pedirá la desmilitarización. Como que lo que querría es que saliera del País Vasco para que todo el entramado de seguridad estuviera bajo su control. Aunque hablar de seguridad en ese caso sería un sarcasmo.