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Ignacio Cosidó

El calentón del verano

Cabe preguntarse cómo es posible que esté en riesgo una alianza que era tan rentable políticamente para ambos partidos.

Agosto suele ser un mes de vacaciones, incluso para los políticos. No es el caso este año. Por un lado, el verano ha desencadenado una serie de acontecimientos: incendio de Guadalajara, intoxicación por los pollos precocinados y caso Roquetas, que han obligado tanto a gobierno como a oposición a interrumpir en varias ocasiones sus vacaciones. Por otro, la crisis veraniega del Estatuto catalán está generando un nuevo escenario político que puede desencadenar un adelanto electoral, primero en Cataluña y después en el conjunto de España.
 
El PSOE y ERC se habían aliado para realizar juntos la doble travesía de las actuales legislaturas catalana y española. Lo hacían además cómodamente instalados en la tabla del poder, que es la mejor forma de hacer este tipo de viajes conjuntos. Para los independentistas catalanes, el crucero era de ensueño. No sólo gobiernan Cataluña prácticamente en paridad con los socialistas, pese a tener muchos menos escaños que ellos, sino que gozan de una inusitada capacidad para condicionar a su antojo toda la política española. Para un partido radical y casi marginal hasta hace pocas fechas no está nada mal.
 
Para el PSOE el pacto tampoco era mal negocio. Gracias a su alianza con los independentistas podía gobernar simultáneamente en Cataluña, donde conviene recordar que perdió las elecciones, así como en España, donde goza de una mayoría parlamentaria muy insuficiente. A amplios sectores del socialismo histórico les puede molestar la impertinencia y el secesionismo declarado de su compañero de viaje, pero no parecía haber otra forma de alcanzar y mantener el poder.
 
En estas circunstancias es difícil entender porqué ERC ha decidido poner ahora en riesgo esta relación, aliándose con la oposición convergente en la reforma del Estatuto, proponiendo una imposible reforma constitucional que reconozca el derecho a la secesión de Cataluña y vinculado el fracaso del Estatuto a la estabilidad del Gobierno de Zapatero. Los republicanos han disparado así tres misiles capaces de hundir simultáneamente el gobierno de Maragall en Barcelona y el de Zapatero en Madrid.
 
La reacción de los socialistas ha sido buscar nuevos socios, con la excusa de ampliar su mayoría parlamentaria en el Congreso, pero con el objetivo no confesado de articular una posible alternativa a su alianza con un socio tan desleal y poco fiable como ERC. Mi impresión, sin embargo, es que esa alternativa no existe y que una ruptura del pacto con ERC llevaría con toda probabilidad a unas elecciones anticipadas tanto en Cataluña como en el conjunto de España.
 
Cabe preguntarse cómo es posible que esté en riesgo una alianza que era tan rentable políticamente para ambos partidos. Es más, resulta difícil entender porqué es precisamente una ERC que goza de un poder absolutamente desproporcionado a sus resultados electorales la que decide ahora poner en serio riesgo esta relación.
 
La respuesta es que se trata de una alianza imposible a largo plazo. Los independentistas pretenden obtener del PSOE una serie de concesiones rápidas que les permitieran posteriormente dar el salto al Estado catalán al que aspiran. Los socialistas utilizan a los republicanos con el objetivo de destruir al PP para deshacerse después de sus incómodos aliados y gobernar en solitario. Lo cierto es que una alianza basada en intereses meramente tácticos, pero profundamente divergente en términos estratégicos, no es sostenible durante mucho tiempo.
 
Habrá que ver si a la vuelta de las vacaciones las relaciones se reconducen y todo queda en un calentón del verano. Hay quién piensa que ERC necesita visualizar de vez en cuando que no ha renunciado a sus principios soberanistas, pero que la atracción del poder hace que sus amenazas sean poco creíbles. Personalmente creo que se trata de algo más que de un juego de bravuconadas. Si la reforma del Estatuto fracasa, y tiene muchas posibilidades de que sea así, podemos tener unas elecciones generales la próxima primavera.
 
Ignacio Cosidó es senador del PP.

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