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Victor D. Hanson

Reconsideremos la política agraria

Hoy, a diferencia de una estancada y protegida Europa de alto desempleo, Estados Unidos disfruta de verdadero crecimiento, baja inflación, bajos tipos de interés y bajo desempleo

La Unión Europea dice que ahora está tomando en consideración la reducción de subsidios agrícolas para sus agricultores -si EEUU lo hace también-, y el gobierno americano, encomiablemente, ha decidido desbaratar el farol que se ha marcado la UE. Estados Unidos ha propuesto recortes en los subsidios agrícolas americanos de un 60% si Europa hace significativos recortes en los suyos.
 
Es un asunto vergonzante para la Unión Europea. Los generalmente idealistas europeos pueden presionar políticamente por los pobres del Tercer Mundo, criticando con dureza a Estados Unidos por su insensibilidad hacia los “demás” en temas desde el calentamiento global hasta el uso militar de la fuerza en Irak.
 
Sin embargo, la agricultura subsidiada de Europa, facilita la exportación de alimentos occidentales a las naciones más pobres, y dificulta la importación de frutas y vegetales de estos países. Y ya que la agricultura es la más básica de las industrias de las naciones subdesarrolladas, las barreras impuestas por los subsidios son especialmente ruinosas para sus frágiles economías. Europa se gasta más dinero público alimentando diariamente a sus vacas que lo que las naciones del Tercer Mundo se gastan en su propia gente.
 
Aún si Europa cede y decide no recortar sus inflados subsidios agrarios, según lo primeramente acordado, en principio con una duración de cuatro 4 años, Estados Unidos debería acabar con todos sus subsidios de todas maneras por una serie de razones.
 
Primero, en una época de déficit presupuestario sin precedentes, estamos prestando dinero para subsidiar a una agroindustria que de pobre no tiene nada. Los precios de mercado actuales del algodón, grano y otros cultivos seleccionados están mejorando. Probablemente sólo mejorarán a medida que las dinámicas economías de India y China sigan creando cientos de millones de adinerados consumidores. El futuro de los alimentos –como el del petróleo y otros minerales claves– está cambiando radicalmente debido a que la creciente población mundial se está tornando más voraz y capitalista.
 
Segundo, no hay lógica para el mantenimiento del este sistema. El trigo, por ejemplo, está subsidiado, pero las verduras no. La soja recibe dinero federal, pero los melocotones no. El azúcar está fuertemente subvencionado, ¿por qué no las nueces o las uvas?
 
Pero la cosa es todavía peor. Los proyectos de riego en Occidente por lo general suministran el agua para la agricultura a precios mucho más bajos que su coste real. Cuando a eso se le suma que las cosechas resultantes son subvencionadas adicionalmente, el resultado es orwelliano. Les damos dinero para el regadío de cultivos que debemos pagar aún con más dinero estatal para que se puedan cosechar.
 
Tercero, los subsidios no han tenido el éxito deseado en sus dos objetivos primordiales: Preservar la agricultura familiar y la autosuficiencia americana para producir alimentos. Menos del 1% de la población se clasifica como genuinos agricultores familiares, una etiqueta romántica que también se ha extendido, de manera poco honrada, a negocios que eran familiares en un principio y que hace mucho evolucionaron hasta convertirse en consorcios multimillonarios.
 
Y en los años malos, las auténticas granjas familiares por lo general tienen que subvencionar las cosechas que les hacen perder dinero haciendo otros trabajos en el pueblo. Mientras tanto, Estados Unidos probablemente se convierta en un importador neto de alimentos por la primera vez en su historia.
 
Cuarto, el tema de la hipocresía. Los conservadores creen que las subvenciones tienen un efecto debilitante sobre la confianza en uno mismo y la responsabilidad de las personas. Cuanto más te dé el gobierno, habrá menos probabilidades que puedas mantenerte por tus propios medios. Si los hombres de negocios a menudo sostienen que los programas de ayuda mal concebidos hacen daño a los pobres, ¿qué pueden decir de la generosidad con los muy adinerados? ¿Por qué gente como David Rockefeller, Ken Lay y Ted Turner necesitan los dólares de nuestros impuestos para cultivar sus tierras?
 
En 1996, se suponía que la legislación llamada “Libertad para cultivar” iría retirando paulatinamente todos los subsidios a la agricultura a cambio de dar dinero al contado directamente a los agricultores sin que el gobierno les dijera qué sembrar o cuándo podían vender. Pero en cambio, dejaron de cumplir el acuerdo con rapidez, ya que legisladores republicanos y demócratas querían satisfacer a una población pequeña pero influyente en unos cuantos estados agrícolas claves para las elecciones.
 
Quinto, olvidamos la historia de las subvenciones agrícolas. Comenzaron en serio como un programa del New Deal con el objetivo de controlar el mercado artificialmente, aislando a los agricultores americanos de las importaciones y creando mercados extranjeros con la esperanza de mantener vivos a millones de americanos que sufrían a causa del Dust Bowl (1) y la Gran Depresión. Pero deberíamos haber aprendido que los subsidios –con la distorsión de mercado que conllevan- generalmente resultan en lo contrario de lo que se busca, en este caso, grandes empresas siendo subvencionadas bajo el disfraz de agricultura familiar.
 
Después del shock inicial, Estados Unidos crecerá con fuerza sin necesidad de subvenciones. Hacienda reduciría el déficit federal en 20.000 millones anuales. Podríamos demostrarle una vez más a los europeos que la moralidad tiene que ver con las obras y no con retórica utópica. Nuestro menguante número de verdaderas granjas familiares que no reciben dinero del gobierno por fin podrían competir en un plano más igualitario con los demás. Mientras tanto, el mercado podría determinar, mucho mejor que el gobierno, qué, cómo y por qué se cultiva lo que se cultiva.
 
Debemos aprender la lección de los años 90 cuando la globalización amenazaba
con minar la economía americana. A pesar del difícil malestar, mantuvimos nuestros mercados abiertos y se puso énfasis en la fluidez, mientras empresas y trabajos desaparecían y reaparecían en un ciclo de constante cambio impulsado por el mercado. El resultado fue que los líderes empresariales americanos aprendieron a ser sensibles a las fluctuaciones en gustos y exigencias y prosperaron en el duro mercado global.
 
Hoy, a diferencia de una estancada y protegida Europa de alto desempleo, Estados Unidos disfruta de verdadero crecimiento, baja inflación, bajos tipos de interés y bajo desempleo. Si el gobierno abandona a la industria alimentaria, los agricultores demostrarán por sí mismos ser más experimentados en decisiones de mercado. En realidad, podríamos terminar con más familias dedicadas a la agricultura y una vez más convertirnos en una nación exportadora de alimentos, irónicamente el propósito original del ahora fracasado programa federal de subsidios agrícolas.
 
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1) Dust Bowl: Zona centro meridional de Estados Unidos que abarcaba partes de Oklahoma, Arkansas y Tejas, propensa a tormentas de polvo por una combinación de sequía y erosión del suelo a mediados de los años 30. Luego, gracias a la intervención estatal y a métodos de prevención, el fenómeno Dust Bowl ha sido prácticamente eliminado, pero queda como referencia histórica.

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