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Agapito Maestre

Prensa libre y amordazada

La situación política española es caótica, pero la prensa parece ajena a lo que está pasando, o peor, lo está ocultando.

La lectura de la prensa del domingo me sume en la melancolía. Pocos son los periódicos nacionales que se resistan a entregarse a la cobardía del pacto de Zapatero con ETA. ¡Cuánta tristeza me ha causado comprobar que ABC, por ejemplo, le dedicara el sábado la portada al asunto de los kioskos de ventas de tabaco o que el domingo su gran tema fuera la fiebre aviar!

La situación política española es caótica, pero la prensa parece ajena a lo que está pasando, o peor, lo está ocultando. Los dos peores vicios políticos de la nación han sido entronizados por la política zarrapastrosa de Zapatero. España ha quedado otra vez dramáticamente dividida entre dos terribles posiciones. Por un lado, especialmente en el Sur, sigue dominando el nihilismo y la indolencia; por otro, en el Norte, persisten en campar a sus anchas la prepotencia y la chulería nacionalista, que desprecia a quien esgrime que todos los españoles, según recoge nuestra Constitución, son iguales ante la ley. Y, por supuesto, en el centro están los medios de comunicación, que acompañan cínicamente esta fatal división.

Sin duda alguna, hay medios de comunicación que no están dispuestos a ser voceros de este desastre, pero en verdad son pocos quienes se atreven a denunciar tanta barbaridad secesionista y nihilista. En realidad, y dejando a un lado los periódicos digitales, sólo hay un grupo de comunicación, curiosamente de origen no español, que defiende con claridad y contundencia la nación española; el resto, para desgracia de todos los constitucionalistas, siguen las pautas del Estado plurinacional y asimétrico que marca el periódico del PSOE. Cierto que las ganancias de estos grandes grupos de comunicación son tan grandes que pueden permitirse de vez en cuando algún lujo, por ejemplo, mantener un periódico de línea nacional y democrática, aunque el grueso de las ganancias las extraigan de apoyar a los nacionalistas y socialistas. No son, pues, contradicciones, sino formas apolíticas, quizá sería mejor decir antidemocráticas, de hacer negocio de espaldas a la nación democrática.

Trágica es la situación democrática de la prensa española. En efecto, la mayoría de los periódicos obvian tal problema, porque les interesa más el negocio que la creación de opinión pública política desarrollada de acuerdo con los criterios de ciudadanía que recoge nuestra Constitución. En otras palabras, muchos de los medios de comunicación han renunciado a su tarea democrática y ciudadana, o sea, han despreciado su espacio para crear opinión libre y, en su contra, han preferido unir sus destinos empresariales y crematísticos a la política del Gobierno Zapatero.

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