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Antonio Robles

Pujol, el sumo sacerdote

Siempre me ha sorprendido la aureola de sensatez que el adversario ha tenido de Pujol. Pura fachada. Pujol es el personaje más peligroso que ha tenido y tiene Cataluña. Es el sumo sacerdote, el responsable de todos los males que aquejan hoy a Cataluña.

"Cataluña ha conseguido marcar el gol del Estatut tras muchos rebotes y con un juego deslavazado, pero el partido no se ha terminado y, si seguimos así, no ganaremos". Lo acaba de advertir el ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Consumo interno. Para echarse a temblar. En esa sola frase está la visión excluyente que tiene de Cataluña. Se trata de eso, de ganar el partido, de eliminar al contrario, de quedarse con el botín. Por ejemplo, empuñar el artículo 6.1 del Estatut y reducir a ciudadanos de segunda a la mitad de los catalanes. Pero advierte que "si seguimos así, no ganaremos". Debe estar de los nervios con estos aprendices de brujos del tripartito triturado. Los deja solos con la empresa familiar dos años y poco y quien más quien menos ha caído por fin en la cuenta de cuán sucia es el alma nacionalista. El gran embaucador ha quedado en evidencia por su descendencia bastarda. Se lo deben llevar todos los demonios. Por eso sale a advertirlos: se acabó el recreo; o nos confabulamos de nuevo y dejamos de pavonearnos o el rival acabará creyendo que tiene derechos a casa nostra.

El gran timonel catalán nunca ha visto a Cataluña como un conjunto de ciudadanos que han de convivir en sus múltiples diferencias con igualdad de derechos, sino como el objetivo último de fuerzas en colisión que deben ser resueltas con la derrota del enemigo. No la considera el espacio jurídico donde conviven ideologías, derechos y deberes, sino la casa pairal mancillada por hordas castellanas que ha de ser devuelta a sus herederos históricos. Al fin y al cabo, ya lo dijo el ex dirigente de ERC, Heribert Barrera: "A los inmigrantes ya les hemos pagado la semanada, qué más quieren".

"El partido no ha terminado", advierte Pujol, hay que rematar la faena de exclusión con un desarrollo implacable, pero no lo podremos hacer si seguís aireando con vuestras peleas nuestros fines últimos. Sabe que vendrán horas decisivas con el Tribunal Constitucional y con la creciente resistencia de la sociedad civil; todos, partidos, sindicatos, colectivos sociales y medios de comunicación hemos de volver a ser una piña. La nació catalana lo necesita y yo os lo exijo, barandanas: "Hemos marcado un gol, pero para ganar el partido hemos de empezar a jugar bien".

Siempre me ha sorprendido la aureola de sensatez que el adversario ha tenido de Pujol. Pura fachada. Pujol es el personaje más peligroso que ha tenido y tiene Cataluña. Es el sumo sacerdote, el responsable de todos los males que aquejan hoy a Cataluña y del infierno que se adivina tras el veneno nacionalista que ha logrado inocular en las nuevas generaciones. La radicalidad de ERC es la consecuencia de su política.

Él recibió un país henchido de optimismo, pletórico de ideas y esperanzas y sobre todo cohesionado. Nunca Barcelona fue tan admirada por todos, por los de dentro y por los de fuera. Recorríamos España esparciendo su leyenda de libertad y cosmopolitismo. Llibertat, amnistia i estatut d’autonomia. Defendíamos la lengua catalana con el fervor de los que cuidan a un niño apaleado, abogábamos por la descentralización con la naturalidad de los hermanos que se acaban de librar de un padre déspota. Esto no ponía en peligro la familia, la reforzaba. Envejeció Tarradellas y en eso que llegó Pujol. Y todo se quebró. Él es el responsable del racismo cultural, del conflicto lingüístico, del odio cada vez mayor de adolescentes que no saben historia ni saben por qué Madrid es el infierno, de la politización del deporte, de la frustración catalana por carecer de Estado, de la balcanización de los diversos sentimientos culturales existentes en su seno, de la expulsión de la vida política de cualquier cosmovisión que no sea nacionalista; en una palabra, él es el sumo sacerdote que se las ha arreglado para envenenarlo todo sin aparentar que lo hacía. Creo que Albert Boadella es uno de los pocos personajes que se dio cuanta cabal del virus que era Pujol desde el principio y lo denunció ("Operació Ubú", 1981 y "Ubú president", 1995).

Pueden estar seguros que si socialistas o republicanos hubieran accedido al poder antes, nos hubiéramos ahorrado este engaño. Son demasiado obvios. Pero ahora vuelve Pujol con careta de Artur Mas a poner en ordencasa nostra. Tiéntense la cartera... y la mente.

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