Menú
Jeff Jacoby

La conexión saudí de la mezquita de Boston

Especialmente preocupante ha sido la respuesta de la Sociedad Islámica a sus diversos críticos: una demanda acusando a todos ellos –hasta a Mansour– de conspiración anti-musulmana y difamación.

Dirigiéndose a un foro del Departamento de Estado en 1999, Mohammed Hisham Kabbani, jeque sunní y líder del Consejo Islámico Supremo de América, hizo sonar las alarmas acerca de las casas musulmanas de oración en Estados Unidos. "Lo más peligroso de lo que está sucediendo ahora mismo en estas mezquitas es la ideología de los fundamentalistas", afirmó. "Al ser muy activos, han tomado el control de las mezquitas; se han hecho con más del 80% de las establecidas en Estados Unidos". Advertía alarmantemente que "puede llegar súbitamente un peligro contra el que no se están previniendo. No sabemos dónde va a golpear".

Cuando Kabbani fue condenado por otras organizaciones musulmanas, se mantuvo en sus trece. Su examen de la dirección que estaban tomando las mezquitas norteamericanas, decía, se basaba en haber visitado un número significativo de las mismas. En una entrevista en el 2000 explicaba el patrón de infiltración de los fundamentalistas.

Los inmigrantes musulmanes en Estados Unidos "llegaron con buenas intenciones y querían un lugar para rezar", dijo Kabbani al Middle East Quarterly. "Recaudaron dinero y construyeron mezquitas en sus comunidades. Lentamente, ciertos grupos provenientes de Oriente Medio se hicieron con el control de estas mezquitas, promoviendo agendas políticas e ideológicas ancladas en los problemas de sus propios países natales. Lentamente, esos grupos pasaron a controlar muchas mezquitas, ya fuera directamente o mediante presiones invisibles sobre los miembros moderados de las juntas directivas, y ahora una mentalidad hostil las controla. Los fundamentalistas –no los fieles ordinarios– cambiaron el uso de las mezquitas norteamericanas y las convirtieron en centros de divulgación de dogmas políticos intolerantes".

En aquel momento, las acusaciones de Kabbani podrían haber parecido poco más que un asunto interno musulmán. Tras el 11 de Septiembre quedó bien claro que las mezquitas dominadas por clérigos radicales eran una amenaza potencialmente letal. Muchas de esas mezquitas están financiadas por Arabia Saudí, que gasta a manos llenas para propagar el wahabismo, una rama agresiva y fanática del Islam. El gobierno saudí, según informó la Comisión del 11 de Septiembre, "utiliza el zakat" –caridad islámica– "y los fondos gubernamentales para extender por todo el mundo las creencias wahabíes, mezquitas y escuelas incluidas... Algunas organizaciones de financiación wahabí han sido tomadas por fundamentalistas para impulsar su objetivo de jihad violenta contra los no musulmanes". Sus hallazgos fueron reforzados por la Freedom House, que en 2005 documentó la infiltración en las mezquitas norteamericanas de literatura wahabí de promoción del odio proporcionada por saudíes.

Es en este contexto en el que ha generado tanta controversia la construcción por parte de la Sociedad Islámica de Boston de una mezquita y centro cultural que costará unos 24 millones de dólares.

Se han planteado muchas preguntas sobre el pasado y presente de la Sociedad Islámica y sus líderes, algunos de los cuales han apoyado el terrorismo islamista o han proferido retórica virulentamente antiamericana y antisemita. Existen motivos de preocupación por el contrato de compra en el que los terrenos de la mezquita son adquiridos a la Ciudad de Boston por una fracción de su valor. Un académico musulmán devoto, Ahmed Mansour, examinó la biblioteca de la Sociedad Islámica de Boston y descubrió libros y vídeos de promoción de "creencias fanáticas". Especialmente preocupante ha sido la respuesta de la Sociedad Islámica a sus diversos críticos: una demanda acusando a todos ellos –hasta a Mansour– de conspiración anti-musulmana y difamación.

La difamación, según la demanda, consistiría entre otras cosas en afirmar que "la Sociedad Islámica de Boston recibe fondos de wahabíes y/o la Hermandad Musulmana y/u otras fuentes saudíes/de Oriente Medio", y que "el proyecto de la Sociedad Islámica de Boston es apoyado financieramente por donantes de Arabia Saudí y estados del Golfo 'con conexiones conocidas con islamistas radicales'". Teniendo en cuenta el papel saudí a la hora de diseminar el fanatismo jihadista, acusar a la Sociedad Islámica de Boston de tener vínculos financieros con Arabia Saudí podría calificarse de difamación.

El problema es que esos vínculos son completamente reales.

Según documentos financieros suministrados al Boston Globe, la principal financiación de la mezquita es aportada por el Banco Islámico de Desarrollo de Jeddah, Arabia Saudí. En diciembre del 2005, por ejemplo, se transfirieron dos pagos de aproximadamente 250.000 dólares cada uno de Jeddah a la cuenta del Citizens Bank del contratista general de la mezquita en Boston. Se enviaron mensajes confirmando los pagos mediante fax desde Jeddah a la Sociedad Islámica de Boston el 19 de diciembre. Otros documentos sugieren que también se han realizado pagos posteriores. Recientemente, y por primera vez, la Sociedad Islámica de Boston reconoció haber recibido un millón de dólares en financiación procedente del banco saudí.

El Banco Islámico de Desarrollo es una filial de la Organización de la Conferencia Islámica, y cada una de las 56 naciones miembro de la Conferencia son accionistas. Pero el mayor número de acciones son propiedad de Arabia Saudí, Libia e Irán, que juntas controlan el 48% de las acciones del banco. Arabia Saudí, Libia e Irán también son tres de los principales patrocinadores del terrorismo en el mundo. Quizá no sea sorprendente que el Banco Islámico de Desarrollo, a través de sus fondos Al-Quds y Al-Aqsa, haya pasado a ser una importante fuente de financiación de los atentados suicidas palestinos, pagando enormes subsidios financieros a las familias de los terroristas.

La Sociedad Islámica de Boston no devolvió mis llamadas, pero en su página web asegura que todos los donantes son cotejados con la lista de vigilancia terrorista del Gobierno y que el dinero se acepta sólo si viene "sin condiciones extra". También afirma que "rechaza cualquier interpretación del Islam que sea considerada fundamentalista, opresora, radical, antioccidental o antisemita".

Pero siguen sin responder a las preguntas. Habrá más. Demandar a las buenas personas que les hacen preguntas no hará que las éstas se evaporen. Responderlas con franqueza, por otra parte, quizá podría.

En Internacional

    0
    comentarios