Menú

UN ODIO SIN COMENTARIOS, por Víctor Gago

LD (Víctor Gago) Los comentarios morales de Iñaki Gabilondo sobre esto y aquello, lo divino y lo humano, son cada vez más habituales en su púlpito diario en Cuatro.
 
De cólera fácil, barojiana, y condena nefrítica, siempre deseando expulsarla como un cólico, la voz del popular cronista radiofónico del Felipismo está unida para siempre a la mentira de los inexistentes terroristas suicidas del 11-M y a la agitación contra el PP que se dirigió certeramente desde la SER en los días inmediatamente posteriores a los atentados y anteriores a las Elecciones Generales de marzo de 2004.
 
En su última etapa como presentador y factótum moral de los noticiarios de Cuatro, Iñaki Gabilondo deja un reguero de anécdotas de su carácter agriado por el resentimiento, el cansancio y el fastidio contra quienes no piensan como él.
 
En 2006, llegó a anunciar que se retiraría al finalizar la temporada, pero ahí sigue, noche tras noche, emitiendo sus entretenidas cartas morales antes de la cena.
 
Un jueves de diciembre de 2006, abrió su noticiario con el siguiente escándalo en imágenes: un poliomielítico encabezaba, en silla de ruedas, una manifestación de la AVT en Sevilla contra la negociación que el Gobierno llevaba a cabo en secreto, por detrás y por delante, por encima y por debajo de la mesa, en Suiza y en Calatayud, con ETA.
 
El descubrimiento de Gabilondo fue...¡que el lisiado no era una víctima del terrorismo! . "Sin comentarios", dijo aquel día. Típico de su estilo, ese "sin comentarios".
 
Gabilondo se pasa media vida censurando la mezcla de opinión e información y la otra media, mezclándolas compulsivamente, en dosis ansiolíticas. Un yonki del Orden, que nunca hace comentarios.
 
El popular locutor de ojos zarcos –oh musa, canta la cólera de Aquiles...– carga el "sin comentarios" de todo el malestar de la cultura. Una abstinencia a presión, una caldera de indignación regulada por el pitorro de una ética del embudo, que libera chorros de mentira y traga buches de sangre. "Sin comentarios".
 
El PSOE utilizó el vídeo-sermón de Gabilondo para emprender el linchamiento de aquel acompañante de las víctimas del terrorismo. Un linchamiento organizado y meticuloso, como la tortura en una película de Tarantino.
 
Primero lo anulan, le quitan el nombre, lo ridiculizan, lo sientan y lo levantan de la silla de ruedas, lo persiguen con la cámara de Gabilondo, la farisea cámara "sin comentarios", el cojo andando con muletas, intentando abrir la puerta del coche, el coche del cojo lleno de barras de hierro y palancas grotescas, el puto cojo, el cojo español de los chistes de Arévalo en las cintas de cassete de las gasolineras, qué risa de cojo español, qué descojono de cojo en la manifestación contra ETA, es de chiste. Los chistes no se comentan. Te ríes o no te ríes del cojo de la AVT.
 
Después de reducirlo a pícaro patético, la cámara de Gabilondo guía al PSOE por el salto de escalafón en el escarnecimiento.
 
Elevan al poliomelítico a símbolo de la Oposición, la civil y la política, la de las víctimas y la del PP, la única Oposición al régimen del que Gabilondo es resoplante válvula de vapor moral, una válvula que silba con objetividad mientras se hace el potaje, sometida a la presión de un odio milenario y pulido como una punta de obsidiana, el clavado resentimiento que no deja de silbar.
 
El usurpador de la silla de ruedas se convierte, así, en friki con muletas, imagen viviente de la Oposición. La oposición friki que no acepta que se negocie con terroristas, concluyen enseguida José Blanco y Diego López Garrido, comentaristas de la cámara sin comentarios de Gabilondo. Cada estaca tiene su martillo, cada olla cuece su tocino. Si Gabilondo parece a punto de explotar con el cojo del PP, espera a ver a López Garrido y  Blanco, martillo y tocino, incisivo y molar en la mandíbula del año de la hiena en el calendario chino.
 
Las víctimas de ETA nunca han sido tan vejadas como cuando el silbato ético de la Cuatro la emprendió contra aquel poliomelítico de la manifestación de la AVT.
 
Los que han perdido a sus padres por un tiro en la nuca o un bombazo, los que se dejaron a sus hijos, a sus maridos o a un hermano, los que viven a diario amenazados por un gatillo a las puertas de casa, todos cojos de lo que hace andar en equilibrio: la familia, la libertad, la justicia. Pero eso no fue obstáculo para que el catedrático de credibilidad, el hombre tranquilo a punto de estallar, el hombre sin comentarios, el que si no lo dice, revienta, les partiera la rodilla sana. Aquello tocó tal fondo de "vileza", que Gabilondo tuvo que pedir perdón a su audiencia, días después.
 
El afable presentador de Cuatro vive en paz después de aquello, dictando epístolas morales a diario, sereno u ofuscado, según hayan sido las pesadillas de la siesta que presume de echarse a diario en su despacho de la Ciudad de la Imagen.
 
En su último comentario, califica de "vileza" el libro de Luis Herrero sobre Adolfo Suárez porque sus confidencias "comprometen" al Rey. La web de Cuatro llama a este tipo de cosas "La Opinión de Iñaki Gabilondo". 
 
En 2003, poco después de las Elecciones autonómicas por las que Maruja Torres llamó "hijos de puta" a los votantes del PP, Iñaki Gabilondo dijo en una entrevista que Aznar conseguía sacar lo peor que hay en él –en Iñaki, se entiende–. Desde entonces, el pitorro no deja de supurar un odio mineral y crematorio. Un odio sin exégesis. Podrido por dentro, inmaculado por fuera.

Temas

En Sociedad

    0
    comentarios