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Ignacio Villa

Un pillo y un novato

El debate parlamentario, tan esperado, entre Rajoy y Rodríguez Zapatero nos ha confirmado el guión previamente escrito. El vicepresidente del Gobierno se ha refugiado en un mar de datos sin ofrecer un claro mensaje de credibilidad a los ciudadanos, mientras que el secretario general del PSOE ha ido de más a menos, ha empezado bien y ha terminado desdibujado y sin discurso.

Mariano Rajoy se ha preparado una intervención inicial soporífera, de casi dos horas, con la que ha pretendido inundar a los presentes con datos, reuniones, decisiones e iniciativas. Se ha movido con cierta maestría evitando los puntos negros del Gobierno, pero quedándose muy lejos de los verdaderos intereses de los ciudadanos. Rajoy ha intentado taparse y defenderse de los evidentes errores del Ejecutivo. Después, ya en el "cuerpo a cuerpo" con Zapatero, se ha movido con soltura, pero no ha utilizado como otras veces sus dotes parlamentarias. Ha evidenciado su poco convencimiento en lo que decía y ha dejado traslucir un cierto reconocimiento tácito de sus errores. Rajoy, que no ha estado brillante, sí que ha estado pillo. Ha conseguido que un debate sobre el hundimiento del "Prestige" terminará siendo un debate sobre el desastre del "Mar Egeo" y sobre la gestión del Gobierno de González. Una eficaz triquiñuela parlamentaria, que ciertamente no ofrece luz sobre lo que ahora nos ocupa: la titubeante gestión del PP sobre el desastre del mes pasado en las costas de Galicia.

Por su parte José Luis Rodríguez Zapatero ha vuelto a tropezar en la misma piedra de casi siempre. Ha empezado fuerte, con un discurso sólido y preparado. Ha tenido una primera parte con momentos vibrantes y brillantes, pero poco a poco se ha ido desinflando. No ha tenido capacidad de mantener el ritmo durante todo el debate. Ha puesto el dedo en llaga, ha señalado las heridas pero ha ofrecido pocas soluciones. Ha vuelto ha despreciar las cifras y los datos, cuando cifras y datos, aunque aburridas, son necesarias.

En este sentido, ha caído en la trampa tendida por Rajoy, entrando al trapo de las acusaciones hacia el "Mar Egeo". Zapatero no ha respondido a las expectativas creadas. Ha vuelto a pecar de novato en un debate que no era para "recién llegados".

En definitiva, Rajoy y Zapatero no han estado a la altura de las circunstancias. En esta ocasión no era un debate más, pues había de tener una gran repercusión social, y no han sabido responder a esa demanda. Se han mirado demasiado el ombligo y los dos se han equivocado. Rajoy, farragoso y perdido, sigue sin explicar las razones que justifiquen los errores del Gobierno; Zapatero, fiel a sí mismo, se ha ido desinflando, perdiendo gas a marchas forzadas. Uno y otro, lejos de lo esperado, no han respondido a los ciudadanos, que ciertamente esperan un cambio en la actitud de los políticos.

Los dos se han echado en cara que no reconocen sus errores, y quizá en ello tienen razón. Los políticos deben rectificar pensando en los ciudadanos.

¡Esto no es un simple juego parlamentario!.

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