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ESTRENO: 23 DE ABRIL

The International: denso suspense de bancos y espías filmado con brillantez

Si recorres un camino conocido, mejor asegúrate de hacerlo bien. Esa es la máxima de The International, buen thriller de suspense en el que Clive Owen intenta derrocar una enorme corporación bancaria, responsable de financiar mil actividades ilegales.

Si recorres un camino conocido, mejor asegúrate de hacerlo bien. Esa es la máxima de The International, buen thriller de suspense en el que Clive Owen intenta derrocar una enorme corporación bancaria, responsable de financiar mil actividades ilegales.

L D (Juanma González) Tykwer se apunta esto y nos presenta el inicio de The International cuando la trama para desarmar la enorme corporación ya está bien avanzada. El film presenta numerosos alicientes que hacen que, a pesar de recorrer una senda conocida, todo parezca nuevo. Por eso, conocemos a su protagonista, Louis Salinger –formidable, una vez más, Clive Owen- cuando su lucha personal y moral contra la organización ya está a punto de costarle la vida y el decoro.

Y a partir de ahí, el film se pasea con un ritmo pausado pero absolutamente constante. Si anteriormente alabamos La sombra del poder como un thriller de conspiraciones veloz pero inteligente, comercial pero sin ser facilona, The International opta por un camino más reflexivo y decide apelar a la tenacidad del espectador para seguir el maremagnum de nombres de su trama, que no obstante, se sigue de forma natural e intuitiva.

La denuncia a las oscuras e invisibles fuerzas que deciden la fortuna y la justicia en el mundo –una enorme corporación bancaria, responsable de financiar la mitad de las guerras y operaciones delictivas a escala planetaria- aparece teñida de fatalismo, obvia la exhibición heroicidades, y plantea en su una lucha violenta, constante y mítica que se libra a punta de pistola, pero también en los despachos y oficinas de los bureau.

A modo de revisión moderna de ásperas obras de William Friedkin y John Frankenheimer, cuando el género era hosco, antipático y brutal, el alemán otorga al mismo la pulimentada, calculada y fría estética del ambiente bancario que es el trasfondo de la cinta, y lo baña con el dinamismo brutal de los últimos hitos del género, léase la trilogía de Bourne e incluso Quantum of Solace, ese vástago apresurado de las primeras. El resultado es un brebaje que alcanza cotas de excelencia cuando decide que es hora de arrancar tiros y tortas –rodadas con inusitada brutalidad y elegancia-, pero también cuando sus personajes abren la boca en diálogos ciertamente hirientes.

Clive Owen pasea su porte alicaído con su facilidad habitual. Sabedor de que no necesita golpes de efecto para bañar a su personaje en pesimismo, se aleja de la foto del invencible del héroe de multicine al uso y lo imbuye de una frustración que sabe trasmitir al público. Naomi Watts y el resto de secundarios aparecen en este contexto ciertamente desdibujados, en lo que, junto a cierta falta de garra, puede calificarse como el gran defecto de la cinta: para el que esto suscribe totalmente perdonable dadas las circunstancias.

Pero el film no sería lo que es sin la soberbia puesta en escena del alemán Tom Tykwer. El realizador de El perfume y Corre Lola corre retrata cada lúgubre cloaca, cada impersonal oficina y cada exterior espectacular con la conciencia de que cada plano resulta ajustado, medido y perfecto. Pasea la acción por todo el mundo aprovechando cada lugar y privilegiando el retrato de ambientes y espacios, que pone a disposición de la narración.

Además, decide concentrar los puntuales estallidos de acción en dos secuencias concretas que demuestran un absoluto dominio que ya quisieran no pocos compadres americanos: me refiero a todo lo que ocurre durante la estancia de los protagonistas en Milán, donde un espectacular asesinato (sólo tras una soberbia conversación) pondrá en jaque al mundo entero. Y, por supuesto, ese tiroteo en el Guggenheim de Nueva York, que recuerda al de Heat de Michael Mann, y en el que la sangre y los cristales parecen caer casi sobre el espectador.

En Chic

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