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UNA EXPERIENCIA REAL DE COACHING

La importancia de lo urgente

Proponemos una experiencia real de coaching de la mano de uno de los mejores especialistas de nuestro país, Joaquín Ruiz, responsable de Mundozen. Congelamos un momento que, a buen seguro, le resultará familiar. Y ensayamos la manera con que se ponen soluciones a un conflicto concreto.

“Siento que hoy no he hecho nada”, se decía Carlos. “Tengo la sensación de no haber avanzado nada en mi trabajo. Desde primera hora el teléfono no ha dejado de sonar. Así que entre llamadas, cuatro correos que me ha dado tiempo de contestar y el café de media mañana, hemos llegado a la hora de la comida. Por la tarde reunión de emergencia… y ala, a apagar otro fuego… Otro día sin avanzar en mi proyecto y cada día falta menos para el viaje, necesito una forma eficaz de organizarme”. 

Las sensaciones se amontonaban en el estomago de Carlos, conducía despacio por la M-30 de camino a casa, la ventanilla bajada y casi medio cuerpo fuera del coche, confiaba que la temperatura de su cabeza bajara y sus tripas se relajaran un poco. El viento en la cara le proporcionaba un pequeño alivio en la frente que le refrescaba las ideas. El momento estaba siendo mágico, el viento se llevaba todas sus preocupaciones. Sentía cómo salían volando de su cabeza. 

Pero al llegar a casa, volvieron irremediablemente. Ya por la mañana se levantó con un pensamiento en la cabeza: un amigo suyo, Pablo Ruiz, le comentó hace unos meses que era coach y que estaba ayudando a mucha gente. Carlos se prometió llamarle según llegue al despacho.

Aquello le parecía que era un momento único. Llamar a alguien que le pudiera liberar de esa sensación tan angustiosa y ayudar a organizarse eficazmente. Marcó el numero y el teléfono sonó, dos, tres veces. A la cuarta una voz relajada contestó:

–Hola, buenos días, Carlos, qué alegría que me llames. ¿Qué te cuentas?

–Necesito tu ayuda urgentemente.

–Cuéntame. ¿Qué está pasando?

–Verás, hace tiempo que tengo la sensación de que no hago nada en mi trabajo, pero no paro y no tengo ni un minuto libre. Me paso el día apagando fuegos. Sin parar, pero con la sensación de que no avanzo. Me duele la cabeza, hay veces que casi no puedo ni pensar, tengo el estómago lleno de mariposas… No me encuentro bien y no sé por dónde seguir… Pablo, ¿estás ahí?

–Sí, claro, estaba escuchándote.

–Vale, ¿tú qué opinas? ¿Me puedes ayudar?

–Claro Carlos, desde el momento que has decidido coger el teléfono y marcar mi número te puedo ayudar. Tan sólo se puede ayudar a quien quiere ser ayudado. Necesito que me cuentes más cosas.

–Claro, claro, yo te cuento. Verás…

–Espera, espera, no te aceleres. Necesitamos saber primero cuál es el problema.

–El problema está claro: no me organizo bien y necesito un sistema para organizarme, que sea fácil y eficaz para mí.

–Muy bien, muy bien, problema identificado. Otra cosa: ¿Cómo estás en el trabajo? ¿Te gusta? ¿Estás a gusto con tus compañeros y jefes?

–Sí, claro, el trabajo me encanta, es por eso que le dedico tantas horas y esfuerzos. Mis compañeros, en general me caen bien, con sus más y sus menos, y con mi jefe, la verdad que bien. Es bastante exigente y a veces pesado, pero es justo.

–Muy bien, así que el problema es tuyo y solamente tuyo.

–Si, pero claro, las llamadas no me dejan concentrarme, siempre hay algún compañero que me pide ayuda y esas reuniones urgentes, no le dejan tiempo a uno para nada, no puedo con eso.

–Vale, muy bien, déjame que te haga una pregunta. ¿Quién decide coger el teléfono, atender a sus compañeros o acudir a las reuniones?

–Pues yo, claro. ¿Pero cómo no voy a coger el teléfono? ¿O ayudar a un compañero? Y de las reuniones no hay quien se escape, y menos si viene el cliente.

–Verás, ayer fuI con unos amigos a tomar unos vinos, el bar estaba lleno de gente y una sola camarera. Venía por dentro de la barra en dirección hacia mí con un billete en la mano y se paró en la caja justo donde yo estaba. Pedí cinco consumiciones. Ni siquiera pestañeó. Calculó el precio, cobró con el billete que llevaba y se fue a dar las vueltas. Dio media vuelta y volvió hacia mí, me dijo; ¿Has dicho cinco crianzas? 

–¿Quieres decir que soy yo el que decide cuándo hago caso?

–Claro, sin duda. Es tu tiempo, tu trabajo, tu responsabilidad…

–Es cierto. Me parece que fue George Washington el que dijo que lo peor que tenía el invento de Bell era que cualquiera se podía colar en tu casa en cualquier momento.

–Muy bien, Carlos, así que tú decides si contestas al teléfono y atiendes a tus compañeros. Muy bien ¿Y con las reuniones?

–Buena pregunta, déjame ver. Yo decido también, así que si me necesitan para la reunión, les informaré de mi disponibilidad.

–Muy bien, da gusto, qué rápido aprendes. Bien, con esto ganas algo de tiempo, pero hablabas de sistema de organización eficaz. Verás, hay uno muy fácil para ti.

–¿Ah sí? Cuéntame, soy todo oídos…

–Lo primero es tener un objetivo ¿Dónde quieres ir?

–¿Mi objetivo en la vida?

–Eso es.

–Hombre, me gustaría ser rico, tener mi propia empresa…

–Para, para… Más sencillo. ¿Cómo quieres sentirte?

–Me gustaría ser feliz.

–Muy bien, entonces ¿esto es importante para ti?

–Claro, lo más importante.

–¿Recuerdas la teoría de lo importante y lo urgente?

–Claro que sí: se prioriza sobre lo importante y luego lo urgente, importante y urgente primero, importante y no urgente después, urgente y no importante seguido y al final, o hasta que madure lo que no es ni importante ni urgente, ya se convertirán en ello.

–Muy bien, normalmente a esta teoría le falta definir claramente qué es importante y urgente para cada uno. Pero en tu caso está claro. Lo importante es ser feliz. ¿Tú crees que podrías dejar  de hacer las cosas que no te hacen ser feliz?

–Pues no lo sé. Creo que no. Tengo tantas obligaciones que no me gusta hacer, que no sé si podría.

–Muy bien, ya que te lo tomas como obligaciones tú sabrás. Tan sólo piensa: “¿Hay alguna otra manera de hacer esto que no sea malo o desagradable para mí?”

–La verdad es que si me paro a pensar, hay muy pocas cosas de las que no puedo prescindir, incluso hay muchas de ellas que si lo pienso bien, hasta me gusta hacerlas, pero ya protesto por todo.

–Muy bien, eso es. Y ¿qué te parecería hacerlo al revés? ¿Por qué no te parece bien todo, en vez de protestar?

–Pues lo podría intentar, a ver qué pasa.

–Muy bien Carlos, así que tenemos un sistema en el que tú tomas las decisiones de lo que haces en cada momento. Tienes claro tu objetivo de ser feliz y que, además, es lo importante para ti. Y sobre la urgencia… ¿Qué te parece si tú decides cómo te tomas lo que es urgente y lo que no? Es más, ¿crees que hay algo que no puede esperar un par de minutos? Tú decides cómo te tomas cada uno de los momentos de tu vida.

–Pablo, muchísimas gracias. Ahora mismo ya casi no siento la sensación del estómago. Un abrazo.

–Un abrazo Carlos, llámame pronto.

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