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The Road (La carretera): It's the end the world as we know it

Que un film tan árido, desolador y sórdido como The Road sea, a la vez, una exaltación de la vida y el amor paterno no es algo que ocurra en demasiadas ocasiones. La adaptación de la novela de Cormac McCarthy que ha realizado John Hillcoat, con un excelente Viggo Mortensen, puede presumir de ello.

Que un film tan árido, desolador y sórdido como The Road sea, a la vez, una exaltación de la vida y el amor paterno no es algo que ocurra en demasiadas ocasiones. La adaptación de la novela de Cormac McCarthy que ha realizado John Hillcoat, con un excelente Viggo Mortensen, puede presumir de ello.

Y de ser uno de los mejores films de año, probablemente. El camino a pie y hacia el sur que emprenden padre e hijo está preñado de recuerdos de lo que nunca más será, y sugerencias del negro futuro que aguarda. Pero pese a no ahorrarnos ni un ápice de dureza en la harapienta y sucia descripción de este páramo mundial post-apocalíptico, The Road presume de un minimalismo convertido en virtud, concentrando toda su agónica energía en el boceto de una relación paternofilial inspiradora, sutil y bella.

En ese maravilloso y contradictorio equilibrio, con un pie en el drama íntimo y otro en la pura epopeya, navegan los grisáceos contornos de The Road, un potente drama con componentes de aventura, terror y ciencia ficción, que no presume de efectos especiales y que pasa olímpicamente de inscribirse en un género u otro. La distopía carece de tomo asomo de humor o ironía, sabedora de que navega a contracorriente de los gustos actuales en fondo y forma: da igual, porque el film pero absorbe al personal de forma inédita a lo largo de sus cien ajustadísimos minutos.

Hillcoat triunfa al dar entidad, estructura y continuidad a un film construido en base a anécdotas, sin un hilo conductor claro más allá de la relación entre sus dos únicos protagonistas, y dibuja un panorama moral terrorífico y turbio donde los haya. Donde exhibe músculo, precisamente, en esa construcción íntima que se convierte en espina dorsal del relato, un inquebrantable vínculo padre-hijo que convierte The road en el drama emotivo y auténtico que acaba siendo.

Pero si la fotografía del español Javier Aguirresarobe contribuye a construir la poética del film, es sobre todo un prodigioso Viggo Mortensen quien eleva el listón del conjunto con una interpretación sosegada y trágica, que guía emocionalmente en un film tan prolijo, austero y desilusionado. Con unos quince minutos finales absolutamente agónicos y maravillosos, The Road remata la jugada y se presenta como un drama sencillo y a la vez épico, de enorme calado sensorial y sentimental; un relato sobre la memoria  y la muerte, siendo capaz de extraer, sin embargo, lo más positivo de ambas. Lo dicho, uno de los grandes films del año.

En Chic

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