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TERROR DE LOS OCHENTA REMOZADO

El padrastro: Te amaré hasta que te mate

David Harris, soltero, busca a la familia perfecta. Tan perfecta, que si no cubre sus expectativas no duda en asesinarlos y buscarse otra. Dylan Walsh pone cara de malo mientras Amber Heard luce palmito en un remake dirigido por Nelson McCormick (Una noche para morir).

David Harris, soltero, busca a la familia perfecta. Tan perfecta, que si no cubre sus expectativas no duda en asesinarlos y buscarse otra. Dylan Walsh pone cara de malo mientras Amber Heard luce palmito en un remake dirigido por Nelson McCormick (Una noche para morir).

El padrastro es un triste intento de recuperar uno de esos ejemplos menores de terror ochentero como fue la original, dirigida por el artesano Joseph Ruben (responsable de títulos tan agradables como El buen hijo o, algo menos, Durmiendo con su enemigo). Ni que decir tiene que la versión de 1987 remataba mejor la faena insinuando, entre otras lindezas, las desviaciones sexuales de su protagonista, un buen Terry O'Quinn que estaba vivito y coleando ya antes de ser el calvo de Perdidos.

Aquejada del peor síndrome televisivo, de un reparto sin fuerza y (sobre todo) de una violencia descafeinada y aséptica, el nuevo padrastro adolece de personalidad, de potencia, y tan sólo destaca por algunos arrebatos de humor, tanto del voluntario como del  otro. Algunos sustos relativos al gusto voyeurista de su desquiciado protagonista –aunque ni siquiera aquí McComick pasa el rotulador- provocan ciertas carcajadas, como también el jocoso desenlace, aunque ni siquiera en el punto álgido de la cuestión el director consigue sacarnos de nuestras casillas.

El padrastro versión 2010 no explota demasiado la veta malvada y retorcida que sí se percibe tras su convencional desarrollo, y evita bucear en el reverso tenebroso del estereotipo de familia americana. Prefiere ser un vulgar thriller psicológico de manual barato, con ribetes terroríficos que carecen de verdadero brío, y apoyado en personajes innecesarios que desaprovechan los elementos que le habrían aportado ese plus de retorcida ironía.

Repleta de personajes que aparecen y desaparecen de la trama (véanse los hijos menores de la familia protagonista), a Nelson McCormick se le ve el plumero de contentar a la juvenil más poco exigente pero por la vía descafeinada, ilustrando la mitad de sus escenas con la consabida retahíla de canciones pop, y subrayando el protagonismo de los insulsos Penn Badgley y la escultural Amber Heard, ésta paseándose en bikini la mitad de la cinta y un poco más. Ya saben, por exigencias del guión.

En Chic

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