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Panfletos, pintadas y pegatinas caldean el ambiente de la huelga

La huelga general empieza a sentirse en las paredes de Madrid. Pintadas, pegatinas y carteles proliferan por las paredes y en las estaciones de Metro se reparten panfletos publicitarios no muy diferentes a los de las academias de idiomas.

Madrid está empapelado de carteles y pegatinas llamando a la huelga general del próximo día 29. En toda la capital no queda una sola entidad bancaria sin su correspondiente dotación de pegatinas y carteles pegados con cepillo y cola, como en los viejos tiempos. Otros comercios, con especial predilección por los que pertenecen a cadenas, tampoco se libran de la furia cartelística que ha invadido a los sindicatos durante los últimos días.

Las inmediaciones de las sedes de CCOO y UGT son las más afectadas. Los sindicatos ya no son lo que eran y sus pegadores de carteles parecen renuentes a alejarse demasiado de la sede para promocionar la huelga. En algunos casos varios miembros del sindicato cogen el coche y arrojan panfletos en marcha como se hacía en los años de la Transición antes de las elecciones. Tales prácticas están prohibidas, pero los sindicatos y su huelga se ve que tienen bula para hacer lo que les plazca con las calles y las paredes de la ciudad.

Por las mañanas, piquetes informativos, –pacíficos todavía– se ponen en la salida de las principales estaciones de Metro y Cercanías para entregar a los viajeros unos panfletos a todo color en los que se explica en un lenguaje publicitario las razones de la convocatoria de huelga. El panfleto editado por la sección de banca y administración de CCOO muestra a un niño vestido de juez, abogado o algo parecido haciendo sonar un silbato mientras muestra una tarjeta roja que aparece desenfocada en primer plano. A su derecha la leyenda "Así no".

El lema elegido por los convocantes indica que el sindicato admite la existencia de la crisis, pero no está de acuerdo en las medidas que el Gobierno ha tomado para combatirla. Con todo, el gran enemigo sindical no es el Gobierno sino los empresarios, con especial atención hacia la banca (la comercial, no la central), en la que el sindicalismo español ha encontrado al perfecto chivo expiatorio. Dentro del díptico de CCOO se ofrece al lector seis casos supuestamente reales con fotografía y la motivación de cada uno de ellos para sumarse a la huelga.

Encontramos a Luis, 58 años y director de una sucursal de una caja de ahorros que dice estar preocupado por su jubilación; a María, 30 años, operadora de telemarketing, que quiere ser fija en su empresa; a Ernesto, comercial de banca, 34 años, que teme que la reforma modifique su convenio; a Noemí, 36 años, oficial de Notaría, fastidiada también por los convenios y porque sus condiciones laborales estén "en manos de mi empresario"; a Rocío, comercial de seguros, 42 años, que se opone a que puedan despedirla con sólo 20 días por año trabajado; y a Juanma (sic), 57, gestor de morosidad de una caja rural, cuyo único motivo es que las huelgas, según él, sirven... "en el 88 paramos el abaratamiento del despido y los contratos basura y en el 2002 se retiró el decretazo".

Tal vez sean casos reales, pero las fotografías parecen de modelos publicitarios posando con una sonrisa de oreja a oreja. El combativo obrerismo de antaño ha dejado paso a la agencia de publicidad.

Las pintadas, sin embargo, son tan reales como la vida misma. Las que se encuentran en las proximidades de la sede de UGT parecen todas realizadas por idéntico artista anónimo que, como el de Altamira, no ha querido dejar su nombre para la posteridad. En la oficina de Correos de la Avenida de América no quieren manifestarse porque ellos "no se meten en política". Los transeúntes lo tienen algo más claro: "si quieren ir a la huelga que vayan, pero que no pintarrajeen todo como niños chicos", cuenta un jubilado que echa la mañana en la plaza aprovechando los últimos rayos de sol del verano.

De entre los que salen a toda prisa del intercambiador de Avenida de América el sentimiento es de resignación. "Pues si no hay Metro no podré venir, pero, vamos, que mi intención es currar, como todos los días", dice uno. "Estos tienen más cara que espalda, ahí a lo calentito que llevan no sé cuantos años y ahora nos vienen con lo de la huelga, y yo si falto me descuentan", remata su compañera de viaje.

En el otro extremo de la avenida se encuentra, presidiéndola, la sede del sindicato con un cartel inmenso que cuelga de la fachada desde la azotea hasta el vestíbulo ocho pisos más abajo. Los empleados del sindicato que fuman en el exterior declinan hablar con la prensa y, ante la pregunta de por qué toda la plaza está pintada menos su propia sede, que se muestra impoluta, se encogen de hombros y le dan una última calada al pitillo antes de volver al tajo... "como imaginarás, estamos ahora muy liados con esto de la huelga, que va a ser un éxito, ya lo verás".

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