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Por qué hay que temer a los Hermanos Musulmanes

Su incorporación a las negociaciones ha desatado una ola de simpatía hacia ellos, basada en su supuesta moderación. ¿Es real?

Su incorporación a las negociaciones ha desatado una ola de simpatía hacia ellos, basada en su supuesta moderación. ¿Es real?

Los turbulentos días que vive Egipto dejan tras de sí un aluvión de artículos y reflexiones de todo color. En el análisis de los protagonistas de los acontecimientos, se detecta una preocupante y frecuente tendencia: los Hermanos Musulmanes son situados más cerca de la moderación, por obra y gracia del paso de los días.

Con su incorporación a las negociaciones que persiguen finalizar las revueltas, la organización fundamentalista ha ido cobrando protagonismo, siendo cada vez más vinculados a la "moderación" y la "democracia". Latiguillos tan habituales como que son "un grupo políticamente reformista y moralmente ultraconservadores" les caracterizan a diario, transmitiendo una imagen perversamente distorsionada de su verdadera naturaleza. Convertir a los Hermanos Musulmanes, de la noche a la mañana, en un adalid de la moderación es un ejercicio de amnesia –voluntaria- con indeseables consecuencias.

Y es que en la configuración de este grupo existen motivos para temer su ascenso al poder. La opinión mayoritaria se esfuerza estos días por implantar la idea de que han experimentado una transfiguración tan radical, que poco tienen que ver con aquél grupo fundado en 1928 para evitar la progresiva occidentalización de Egipto por el colonialismo británico, imponiendo la ley islámica o sharia. Y no es así. Nunca han abandonado sus totalitarios objetivos ni se han moderado, por muy deseable que sea, ya que son el único grupo –organizativamente hablando- con capacidad para capitanear un futuro gobierno.

Su ideario: "El islam es la solución"

Con la caída en desgracia de Mubarak, todos los argumentos que el dictador ha esgrimido para mantener en una alegalidad relativa a los Hermanos Musulmanes también han perdido validez para la opinión mayoritaria. El aún presidente egipcio dijo en diversas ocasiones que el grupo islamista constituía "un peligro para la seguridad del Estado porque adopta un programa religioso" y alertó que "en el caso de que se diera un ascenso de esta corriente se reproducirían en Egipto situaciones recientes de regímenes que representan el islam y que se enfrentan al aislamiento". Y repasando su ideario político –al que no han renunciado- no parece descabellado el temor a que implanten una revolución a la iraní: "El islam es la solución". Ese fue su lema desde los 80 y al que aún no han renunciado. Si bien es cierto que Mubarak ha instrumentalizado el miedo hacia ellos para aferrarse al poder, conviene no rechazar taxativamente sus advertencias.

Cosa distinta es que, en la coyuntura actual, los Hermanos Musulmanes quieran subirse al carro de las protestas para capitalizar el liderazgo de la oposición al régimen. Conscientes de que con el discurso fundamentalista actual los apoyos mermarán, sólo han disfrazado su mensaje, pero éste permanece inalterable. Ahora, propugnan un régimen constitucional y parlamentario... con un revelador añadido: "Con un Estado civil de bases islámicas". Es decir, un Estado islámico, a la imagen y semejanza de Arabia Saudí o Irán.

¿En qué consistirían exactamente estas bases islámicas? Escuchando sus propias consignas, abarcaría todas las esferas de la vida pública: se aplicaría la ley islámica, y en ningún caso una mujer o alguien de otra confesión podría ocupar ni la presidencia del país ni del Gobierno. En resumen: imposiciones totalitarias e islámicas.

Por ello, en la desconfianza hacia sus objetivos no están los delirios paranoides con los que se trata de demonizar esta postura. Existen sólidos argumentos. El propio ideario de los Hermanos Musulmanes imposibilita su entrada en un juego político democrático, como ahora quieren hacer ver. Aunque se descuelguen con bienintencionadas declaraciones –"Queremos formar parte como una fuerza política más"- conviene no confundir necesidades tácticas con abandono de objetivos.

En el horizonte queda, además, los precedentes históricos en los que tras un período democrático, grupos similares han ido adquiriendo poder como un grupo más, para acabar absorviéndolo, implantando la "revolución islámica". Muy al estilo de lo ocurrido en Irán con la inicial utilización de la oposición al Sha, y la posterior aniquilación para hacerse con el control absoluto. Entonces, también se habló de "moderación" y a quienes advirtieron se les tachó de agoreros.

Padres de Al Qaeda y Hamás

La histórica relación con la violencia de los Hermanos Musulmanes, pilares del islamismo contemporáneo, tampoco permite ser optimistas. No conviene perder de vista su férreo apoyo a los terroristas de Hamás - grupo que, de hecho, nace como una facción de los Hermanos en Gaza-, y su oscura vinculación con los asesinatos y atentados ocurridos durante más de 30 años. 

Los Hermanos Musulmanes son la más extendida e influyente organización fundamentalista del mundo árabe, padres de todos los grupos terroristas radicales. De hecho, el fundador de la yihad islámica egipcia y número dos de Al Qaeda, Ayman Al Zawahiri, forma parte de ellos.

El papel en las revueltas egipcias de los Hermanos Musulmanes ha ido un paso por detrás que el resto de la oposición, cuidándose de no hacer declaraciones que les comprometieran en exceso. Las revueltas pidiendo democracia no han sido capitaneadas por ellos, pero pueden ser los mayores beneficiados de un movimiento con el que no se han comprometido hasta que otros se han lanzado a la calle. 

Por sus ansias de libertad, sería injusto dejar sin más que el salvajismo islamista se haga con el poder. Como se señala desde GEES: "Las revoluciones no suelen ganarlas los que las comienzan, que suelen ser devastados más adelante por los más despiadados que han permanecido en segunda fila. No las ganan los buenos, sino los fuertes, que las más de las veces no son los mismos. No podemos hacer que los malos se vuelvan buenos: pero sí hacer a éstos más fuertes".

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