Menú
Juan Morote

El bachiller sí fue al desfile

Todo es farsa, puro vodevil; Montilla únicamente ha ido para hacer un guiño a una parte de su electorado. Lo lamentable es que este tipo de acciones y polémicas solo sirven para terminar radicalizando aún más los mensajes.

Tras dos años de ausencia acudió José Montilla, presidente de la Generalitat Catalana, al desfile del 12 de octubre. Estoy seguro de que si no hubiese elecciones catalanas a la vuelta de la esquina y con unas encuestas desfavorables, no habría ido ni conducido por la Guardia Civil. Lo bien cierto es que anduvo por allí repartiendo besos y abrazos. Pudimos verlo junto a un circunspecto Corbacho, a quien si ser ministro de Trabajo le supuso un "marrón", no sé cómo calificará su papelón en los inminentes comicios catalanes.

A sus socios en el gobierno autonómico tampoco les ha pasado desapercibida la asistencia de Montilla a los actos conmemorativos del día de la Hispanidad. Claro que estos también andan en intentar salvar los muebles en las elecciones; los sondeos también son cicateros con ellos. En su afán de desmarcarse de la participación de Montilla, el portavoz de Esquerra Republicana, Ignasi Llorente, espetó que "el Día de la Hispanidad es una cosa que ha quedado absolutamente anticuada y, además, celebrar el recuerdo de un genocidio no es algo de lo que tenga que sentirse orgulloso ningún país".

Me llama la atención la exhibición de ignorancia: este tío no se ha enterado de que genocidio significa eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad. Aunque, ciertamente, tratar de explicarles a estos acomplejados que la conquista de América no incluyó el exterminio de ningún grupo social es perder el tiempo. Por otro lado, tilda la celebración del 12 de octubre de una cosa absolutamente anticuada. Esto sí que no me extraña, dado que para la progresía catalana, los pijos de izquierdas que se visten en Antonio Miró y similares, el porvenir está en la desaparición de España tal y como la hemos conocido. Así, Montilla debería haber ido con una pancarta contra el Tribunal Constitucional y a favor del Estatut.

Si bien, todo es farsa, puro vodevil; Montilla únicamente ha ido para hacer un guiño a una parte de su electorado. Lo lamentable es que este tipo de acciones y polémicas solo sirven para terminar radicalizando aún más los mensajes; cuando se acercan posturas siempre sucede que el punto de encuentro está cada vez más cerca del extremo de la segregación, y más alejado del modelo parcialmente multicultural que representa España. Lo más duro de esta situación es que salvo eclosión de Ciudadanos, no va a quedar un solo partido en el Parlament de Cataluña que comparta una visión de los catalanes formando parte del proyecto común que plasmó la Constitución del 78.

En España

    0
    comentarios