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Eva Miquel Subías

Virtudes públicas, vicios privados

Strauss-Khan aguarda en su celda mientras espera ser juzgado, mientras el fiscal sigue recopilando pruebas contundentes de su brutal ataque a una camarera en la suite 2806.

Al hilo de la publicación del libro Intelectuales de Paul Johnson, participé en una sección dentro de un programa fantástico de TV3 que dirigía Jordi González, donde hablaba de personajes históricos muy respetados desde el punto de vista intelectual pero que mostraban su lado más oscuro en sus vidas privadas, bien por revelarse como personajes del todo despreciables o por vivir sexualmente atormentados y pasar a formar parte, de este modo, de las entonces establecidas por especialistas como las más comunes de las parafílias.

Corrían los años noventa, finales, y mucho me temo que en la actualidad algunas de aquellas denominadas parafilias o perversiones, en su término más coloquial, habrán quedado algo obsoletas.

Sin embargo, sí me atrevería a apuntar que la oscuridad de muchos rostros públicos adquiere un tono cada vez más lúgubre, más tétrico. El pudor, al fin y al cabo, es algo sobrevalorado, pensarán algunos.

Ahora hablamos de mobbing, de acoso moral. Y sin ningún documento en la mano puedo afirmar sin temor a errar que un porcentaje elevadísimo de mobbing femenino encierra un acoso sexual previo. Ya sea en el ámbito privado o en el público, donde muchas de nuestras instituciones miran a otro lado cuando se intuye que algo así puede estar sucediendo.

Trayectorias profesionales paralizadas súbitamente, veladas y no tan veladas propuestas rechazadas que de repente marcan el inminente destino de una trabajadora, comentarios ofensivos y groseros que quedan en el aire por la incapacidad de ser probados ante nadie, por voluntad propia o ajena.

Sólo si llega a ver la luz claman y vociferan los políticos al unísono pidiendo amparo y justicia y solicitando el cese del implicado. Pero mientras éste no asome, aquí no pasa nada. "Ya se sabe", decía un destacado dirigente de otro de su misma formación política, "si es que tan sólo le gusta pellizcar los traseros de las señoritas, es inofensivo". Llegó, por cierto, a ocupar un Ministerio.

Y nunca sabes cómo van a reaccionar las feministas, las tradicionalmente ubicadas en el ala izquierda. Es siempre una incógnita, o quizás ya no. Porque caladitas las tenemos. ¿Imagina alguien si el todavía –otra incógnita– director-gerente del FMI fuera un personaje ubicado ideológicamente a la derecha? ¿Habría apuntado la vicepresidenta del Gobierno español que se trataba de alguien "con una fuerte personalidad"?

Tras la detención del socialdemócrata Dominique Strauss-Khan, van apareciendo casos antiguos de acosos diversos, al tiempo que The New York Times publica cartas donde se demuestra que el FMI tenía conocimiento de las "aficiones" del sucesor de nuestro Rodrigo Rato.

No puedo aportar demasiado a lo que ya se ha dicho de este tipo. Alguien a quien se le ha permitido vigilar y regular los comportamientos monetarios internacionales resulta que es un auténtico depredador sexual, alguien que procura de manera perversa lograr satisfacción en el pánico de una mujer indefensa con el horror en sus húmedos ojos, llenos de rabia, dolor e impotencia ante tal monstruo.

Strauss-Khan aguarda en su celda mientras espera ser juzgado, mientras el fiscal sigue recopilando pruebas contundentes de su brutal ataque a una camarera en la suite 2806. Y ellas, las que se autoproclaman discípulas de la Beauvoir siguen calladas porque el sectarismo y el fanatismo llevado hasta el extremo es implacable hasta con el mismísimo diablo, siempre que éste no sea un liberal.

Otras, sin embargo, tampoco hablan, pero por el temor al silencio de aquéllas.

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