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El nuevo fenómeno 'Deadpool' y cómo podría cambiar Hollywood

El filme ha batido récords para uno clasificado "R" (Restricted), y podría anticipar más filmes adultos en la industria.

El filme ha batido récords para uno clasificado "R" (Restricted), y podría anticipar más filmes adultos en la industria.
Ryan Reynolds en Deadpool | Fox

El fin de semana pasado Ryan Reynolds fue la persona más feliz del planeta. El actor ha logrado este fin de semana reír el último de una manera que solo ocurre cuando tú tienes razón y los demás, aquellos que no creyeron en tu proyecto, no. En efecto, Reynolds acaba de protagonizar uno de esos éxitos que cambian teorías, de los que hacen que los ejércitos de ejecutivos tras los estudios empiecen a preguntarse qué diablos ha pasado. Y lo ha hecho creyendo en el proyecto, ejecutándolo con inteligencia, preservando su identidad (sea cual sea ésta) y tratando de enmendar errores del pasado.

Quizá exageramos: Deadpool, la película tras este artículo, no es ninguna pieza que cambie las reglas del juego, ni mucho menos supone una labor humanitaria digna de elogio. Para empezar, películas de héroes irreverentes ya ha habido unas cuantas. Pero la historia de los récords batidos este fin de semana es de lo más interesante y la responsabilidad de que eso haya ocurrido es suya, de Reynolds; un actor que necesitaba un éxito que revalidase su estatus de estrella a toda prisa, que se jugaba un prestigio que nunca llegó a poseer a lo largo de una década de comedias románticas e intentos más o menos fracasados de encontrar "esa" película, "ese" papel que realmente lo justificara todo. Y que ha llegado ahora.

El papel es el de Wade Wilson (alias Deadpool), el mercenario bocazas de la editorial Marvel y un tipo hasta ahora desconocido para el público masivo. En realidad no era la primera vez que Reynolds lo interpretaba: si recuerdan X-Men Orígenes: Lobezno, éste aparecía al principio y al final de la película, maltratado por un guión que corrompía sus rasgos fundamentales. Arruinada por injerencias del estudio, filtraciones de los piratas informáticos y -probablemente y sobre todo- por ella misma, la película no suponía precisamente una carta de presentación aceptable para el personaje.

Sólo ahora es cuando la idea germinal del dibujante Rob Liefeld y el escritor Fabian Nicieza llega a las pantallas tal y como fue concebido. Deadpool es un filme de superhéroes malhablado, políticamente incorrecto y violento, que traspasa con frecuencia la cuarta pared (el personaje interrumpe la acción para hablar directamente al público) y que contiene tantos desnudos como 50 Sombras de Grey. Y aunque en el fondo de su corazón aniden buenos sentimientos (el verdadero motor de la película es una historia de amor), tampoco podemos decir que sea un obra enteramente adulta: de hecho, Deadpool se vanagloria de manera hilarante de su inmadurez e irresponsabilidad.

Y esa parece haber sido la clave de su éxito. En su estreno estadounidense el filme ha roto todas las previsiones del estudio duplicando la cantidad prevista, que tampoco era precisamente poca. Y es que los absolutamente extraordinarios 135 millones de dólares amasados en sólo un fin de semana (sumen otros cien del mercado internacional) son de los que hacen subir la antena de los ejecutivos de la industria. Además, en Estados Unidos el lunes fue festivo, por lo que la recaudación sumó 20 millones adicionales, llegando sin problemas a los 155 en su país de origen. Reynolds, principal adalid del proyecto durante años, debió reír más alto aún cuando se le enumeraron los récords batidos uno a uno.

¿Y cuáles son? ¿Por qué es valioso el triunfo de otra película de superhéroes? En primer lugar, Deadpool es una película clasificada R, en la que los menores de 17 años -el público potencial del filme- no pueden entrar a la sala si no es acompañados de un adulto. Una clasificación que habitualmente hiere de muerte los estrenos y que todos los estudios evitan en filmes de gran presupuesto, resultando casi inconcebible para un filme de superhéroes. Y en segundo, el filme fue estrenado en medio de un enorme temporal de nieve y viento que, teórica y previsiblemente, podría -y debería- haber dejado en casa a muchos espectadores.

Pero esperen, que aún hay más. El fin de semana de estreno era el de San Valentín, fecha tradicionalmente reservada a filmes románticos o confeccionados para el público femenino (aquellos que, como el mismo Deadpool asegura rompiendo la cuarta pared, los chicos van a ver obligados por sus novias). Los 140 millones del estreno de Deadpool dejan en calzoncillos a los 85 de Christian Grey, protagonista del anterior estreno clasificado R del año pasado, 50 Sombras de Grey, estrenado en las mismas fechas.

La presencia de Reynolds, que lleva años sin participar en un filme de éxito tampoco era una garantía (R.I.P.D como Green Lantern fueron sendos fracasos; Eternal y La dama de oro pasaron absolutamente desapercibidas) para el éxito de taquilla. Y ya que estamos, ¿quién es Deadpool? Al fin y al cabo, un personaje secundario más dentro de la extensa galería Marvel: durante mucho tiempo la superviviencia de su propia colección resultó una odisea.

Con estos mimbres, las reservas del estudio sobre la luz verde a Deadpool, filme atrasado durante años, casi eran lejanamente comprensibles. Pero -oh- los caminos del héroe son inescrutables. Reynolds, con el debutante Tim Miller de la mano para dirigir el filme, siguió insistiendo en su proyecto soñado. Y sólo al final y tras la insistencia eterna de sus responsables (que incluso filtraron la animática de previsualización con la principal secuencia de acción del filme cuando éste estaba oficialmente muerto), así como la presión de la comunidad de fans en internet, el estudio resucitó el proyecto. Deadpool salió de la tumba, aunque eso sí, con un presupuesto irrisorio en relación a otros títulos semejantes.

Pero -recuerden- esta era la historia de cómo Ryan Reynolds rió el último. Con el triunfo ya en los titulares de todos los diarios, Deadpool ha revalidado el atractivo de los filmes de superhéroes como sólo lo hizo otro filme de "secundarios" como Guardianes de la Galaxia (y dado otro golpe de gracia al "tracking" tradicional, que este verano sufrió un serio revés al revelarse incapaz de vaticinar el éxito de Jurassic World). Gracias a la película de Tim Miller, los superhéroes ahora parecen poder campar a sus anchas por la cartelera invernal y no la tradicionalmente asociada a los blockbusters de acción, el verano; así como salir del nicho del cine familiar para internarse en el adulto. El filme ha conseguido cambiar aquello que el éxito de 300 y el relativo fracaso de Watchmen no pudieron diversificar, así como demoler la anterior mayor apertura para una película de clasificación R, los 91,7 millones de Matrix Reloaded en 2003. También ha hecho caer en el olvido el fin de semana más grande para una adaptación de cómic clasificada R, los 70,8 millones de 300.

Precisamente esa cantidad, 70 millones, era la que apuntaban las previsiones más optimistas, y era una cifra excelente en relación al ajustadísimo presupuesto de 58. Un cantidad reducida que indica el despiste del estudio, que temeroso de la clasificación por edades obligó al director Tim Miller a recortar 7 millones a última hora, obligando a la supresión de varias escenas y personajes. Una muestra más del despiste de un estudio que este año se gastó el doble de dinero tratando de corregir Cuatro Fantásticos, y que salvo cuando cede las riendas de X-Men a Bryan Singer se muestra más bien errático y poco confiado a la hora de explotar sus propiedades.

Ahora Hollywood se encuentra en su particular encrucijada de dinero. Lo único que parece cierto es que nos esperan más filmes adultos, una violencia más explícita y más incorrección política. La propia Fox, sin ir más lejos, ha anunciado que la próxima secuela de Lobezno -la última protagonizada por Hugh Jackman- también será clasificada R. Y la secuela de Deadpool, por cierto, ya ha recibido luz verde por parte del mismo estudio.

El director de Guardianes de la Galaxia, el anterior éxito de la editorial -y otro filme que nació sin la confianza del éxito seguro- ha explicado en Facebook qué es lo que puede pasar y qué es lo que debería ocurrir. "En próximos meses, si prestas atención, verás a Hollywood malinterpretando la lección que debería aprender de Deadpool. Darán luz verde a películas "como Deadpool", pero con eso no se refieren a "bueno y original", sino a una "película lasciva de superhéroes" o una película "que rompe la cuarta pared". "Te tratarán como si fueras estúpido, cosa que Deadpool no hace".

"Cuando una película rompe registros a la gente aquí en Hollywood le encanta sentenciar sobre por qué fue un éxito". Y vaticina que ocurrirá lo mismo que con su filme, y cómo tras su estreno se dio luz verde a "un centenar de proyectos creados como Guardianes... y una decena de tráilers exactamente a ése, con una canción pop y un montón de ocurrencias. Uf".

Y a propósito del tráiler, gran parte del éxito de Deadpool viene de su fenomenal campaña publicitaria, en la que el propio Reynolds ha participado activamente y en la que se ha subrayado el carácter irreverente del personaje, enfatizando las diferencias con franquicias de la competencia y -atención- presentando la película como un estreno de San Valentín, un filme romántico... cosa que, una vez visto, de alguna manera resulta coherente. Que pese a ello Deadpool haya sido percibido de manera adecuada sólo habla maravillas del equipo de marketing del filme y, en especial, del trabajo desarrollado en redes sociales e internet.

Cartel de Deadpool | Archivo

Un despliegue en el que, además, sus propios responsables han aclarado al público que el filme es de todo menos un filme para niños, apelando a la responsabilidad de los padres e informando a despistados sobre la verdadera naturaleza del filme, quizá el primer Marvel que no está destinado a un público infantil en bastantes años. Y en el que, esta misma madrugada, Reynolds nos ha dejado una última perla, una dedicada en especial al público español...

Facebook de Ryan Reynolds | Facebook

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