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Jesús Fernández Úbeda

Arthur Rimbaud: el monstruo errante que dinamitó la poesía

Mortal, ángel y demonio, drenó su torrente literario con 21 años, mandó "a la mierda la poesía" e hizo fortuna como traficante.

Mortal, ángel y demonio, drenó su torrente literario con 21 años, mandó "a la mierda la poesía" e hizo fortuna como traficante.
Arthur Rimbaud | Archivo

Rimbaud odió sin causa, fabricó su genio con ricina y abandonó la literatura con 21 años, cuando sintió que su jornada estaba hecha. Quizá, su vida sólo fue un combate feroz y sin reglas contra el tedio y el bostezo. "El aburrimiento ya no es mi amor", escribe en el poema "Mala sangre". De ahí sus fugas preadolescentes, sus enfrentamientos de gallito, su apetito voraz por la poesía, su romance atómico con Verlaine, su renuncia literaria, sus enésimos viajes, sus negocios sucios y, al final, su muerte pía.

Jacques Riviére dice que Rimbaud "no sólo era irritable; no sólo había que temer el darle algún motivo de cólera. No esperaba; tomaba la iniciativa, se lanzaba sobre uno, de entrada, y sin dignarse dar explicaciones". "Es un monstruo –señala en el prólogo de Una temporada en el Infierno (Visor, 1974)-. Es incapaz de experimentar ninguno de los sentimientos comunes de la humanidad. (…) En su alma no hay terreno moral; las simientes que allí caen, no encuentran sino una ausencia devorante, que con presteza las volatiza". Verlaine lo definió así: "Mortel, ange et démon, / autant dire Rimbaud".

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Rimbaud, con 11 años

Jean Nicolas Arthur Rimbaud nació el 20 de octubre de 1854 en Charleville, una ciudad "superiormente idiota entre las pequeñas ciudades de provincia". Fue el segundo de los cinco hijos –la tercera, Victorine Pauline, murió al mes de nacer- que tuvieron Frédéric, capitán de infantería, y su esposa, Vitalie Cuif. El matrimonio se veía poco y, tras el nacimiento de Frédérique Marie Isabelle, el militar lanzó una bomba de humo y abandonó a la familia. Arthur tenía siete años. Desde entonces, la madre proclamó una dictadura basada en el qué dirán y el "Padrenuestro". Fue rígida, asfixiante e implacable –"Y la Madre, cerrando el libro de deberes, / se iba satisfecha y muy orgullosa, sin ver, / en los ojos azules y bajo la frente llena de eminencias, / el alma de su hijo entregada a las repugnancias"-. Mientras, Arthur se convertía en una lagartija de las que muerden. Cuando Vitalie se negó a alquilarle un piano, el niño, con un cuchillo, dibujó un teclado en la mesa del comedor. Ahí se ejercitaba en silencio, durante horas.

En el colegio fue un cerebrito. En julio de 1869, ganó un concurso de composición en latín sobre Yugurta. "Nada banal germina dentro de esta cabeza. Será un genio del Mal o un genio del Bien", dijo al respecto uno de sus profesores. Un año después, también en la escuela de Charleville, conoció al profesor de Retórica Georges Izambard, compadre de largas discusiones literarias y simulacro de tutor. Contactó con Théodore de Banville, pero los parnasianos, pese a la palabra dada, no publicaron sus poemas. Mientras, aumentó los decibelios de su rebeldía, agudizó su anticlericalismo y se paseó por las calles de su ciudad llevando carteles que rezaban "Muera Dios" –"Y sin embargo, ¡ya no hay dioses! ¡Ya no hay dioses!", clama en el poema "Sol y carne".

Se escapó de casa por vez primera el 29 de agosto de 1870. Huyó a París, pero en la estación de trenes le pillaron sin billete y acabó en prisión. Izambard le pagó la deuda y el viaje hasta Douai, donde residía el docente. Cuando Vitalie se enteró del paradero de su hijo, escribió al profesor: "¡Atrápelo, que venga inmediatamente!". Al llegar Arthur a Charleville, su madre le recibió con un bufé de hostias y gritos. El 6 de octubre volvió a fugarse, cambiando la capital francesa –en estado de sitio por la guerra franco-prusiana- por Charleroi. Allí fracasó como reportero en el diario local. De nuevo, buscó refugio en Izambard y, como en la anterior ocasión, éste lo devolvió a su casa –esta vez, escoltado por un grupo de policías-. Rimbaud ya es, en palabras de Celaya, un "poeta sin literatura, vidente, y, para algunos, como Rolland de Rennéville, mago y ocultista".

En su tercera fuga –febrero de 1871-, puso rumbo a París, aunque no tardó en retornar a Charneville. Simpatizó con la Comuna de París y devoró Las flores del mal de Baudelaire –a quien llama "un dios, el rey de los poetas"-. Por carta se enemistó con Izambard y conoció a Verlaine, quien le reclamó a su vera: "Ven, querida gran alma. Te esperamos, te queremos". El autor de los Poemas saturnianos le introdujo en los círculos literarios parisinos –en algunos recitales, Rimbaud decía "¡mierda!" al final de cada verso- y le instaló en su casa, con su mujer, Mathilde, de 17 años, embarazada de su futuro hijo Georges. Al poco, los dos poetas forjaron un presunto enamoramiento cargado de ajenjo y sadismo. Así, Rimbaud se burlaba de todo lo que Verlaine admiraba y, cuando el segundo se echaba a llorar, el primero se vanagloriaba insultándolo. A veces, la cólera desembocaba en sangre. En una ocasión, en el Café du Rat Mort, Rimbaud dijo a Verlaine: "Extiende las manos sobre la mesa; quiero hacer un experimento". Sacó una navaja y le hizo varios cortes. Verlaine, indignado, se levantó y abandonó el local; Rimbaud le siguió y volvió a herirle.

Mientras, el matrimonio de Verlaine con Mathilde se deterioraba a base de palizas –el poeta, incluso, intentó quemar el pelo a su mujer- y, pese a un intento de reconciliación, sucumbió. Entonces, los amantes emprendieron una "odisea infernal" (Del Prado, Javier (coord.), Historia de la Literatura Francesa, Cátedra, 1994), terminando por instalarse en Londres, donde vivieron "miserablemente dando lecciones de francés, casi siempre bebidos, hambrientos, con un Verlaine celoso que acaba plantando a su amigo, por entonces sin recursos". En julio de 1873, en una pensión de Bruselas, Verlaine disparó dos veces su revólver contra Rimbaud, hiriéndole en una mano. Denunciado por éste, fue condenado a dos años de cárcel. La pareja se encontró por última vez en 1875, en Alemania. Rimbaud encargó a Verlaine la publicación de Las Iluminaciones. Para entonces, nuestro protagonista decidió abandonar su vida maldita, amén de su literatura. "A la mierda la poesía", escribió mucho después.

Traficante de armas… ¿y de esclavos?

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Rimbaud en Harar, en 1883

El niño cruel quiso convertirse en un hombre rico y dedicó el resto de su vida a esta tarea. En 1875, regresó a Charleville y estudió idiomas. Un año después, se incorporó al Ejército colonial holandés en Batavia. Duró tres meses. En los próximos años, trabajó como intérprete en el Circo Loisset. Viajó como un albatros –Viena, Holanda, Alemania, Marsella, Italia, o Chipre-. Se instaló en Adén (Yemen), donde no se veía "otra cosa que arena y lava, incapaces de producir vegetación alguna", y fichó por la agencia Bardey, que exportaba café, pieles y caucho. Con 26 años se mudó a Harar (Etiopía), siendo el único francés de la ciudad. Enfermó de sífilis, le curó un médico egipcio y barajó la posibilidad de ser misionero junto al padre Taurin-Cahagne. Se aburrió. Volvió a Adén. Planeó exploraciones. Se gastó un dineral en libros. Y regresó a Harar de la mano de Bardey.

Según cuenta Enid Starkie en Arthur Rimbaud. Una biografía (Siruela, 2007), estando el expoeta en la ciudad etíope, la insurrección de Muhammad Ahmad El Mahdi, un musulmán fanático que tenía un "odio encarnizado contra todos los extranjeros y en particular contra los cristianos", había tomado un "giro desastroso para Egipto, derrumbando por completo su autoridad en el Sudán". En esta situación, Bardey cerró su sucursal en Harar y Rimbaud, otra vez, regresó a Adén. Allí, consumido "por la frustración y los desengaños", del poeta se apoderó, "como del resto de sus compatriotas, el espejismo del tráfico de armas". En 1888, se hizo con una licencia para importar armas al reino de Soa y se asoció con los dos traficantes más importantes de la ciudad. "Al principio –señala Starkie- fue su actividad más lucrativa, sobre todo porque había de realizarse clandestinamente, ya que las autoridades británicas no reconocían el derecho de los franceses a suministrar armas a Menelik" –Emperador de Etiopía entre 1889 y 1913.

Respecto al tráfico de esclavos, se sabe que Rimbaud acompañaba a las caravanas que llevaban clandestinamente esclavos a Tadjoura (Yibuti) para venderlos en Turquía. Era una fuente de generosos ingresos y, según Starkie, Rimbaud participó en la trata de seres humanos. El biógrafo se refiere a una carta del ingeniero suizo del rey Menelik, Ilg, dirigida al expoeta, en la que rechaza un ofrecimiento: "En cuanto a los esclavos, perdóneme, pero no me puedo ocupar de ello. Nunca he comprado esclavos y no quiero empezar a hacerlo ahora. No lo haría ni siquiera para mí". En este ecosistema, lo raro sería que Rimbaud no encontrara a tipos con menos escrúpulos que el ingeniero.

Muerte con sacramentos

Tras pasar una temporada "como un burgués trasplantado en el desierto" (Antonio Lucas), un carcinoma en su rodilla derecha –une énorme citrouille- le obligó a regresar a Francia el 9 de mayo de 1891. Le asistieron su madre, su hermana Isabelle y una monja. Le amputaron la pierna el 24 de mayo. Después de pasar un mes en su casa, ingresó en el Hospital de la Inmaculada Concepción, en Marsella, de donde ya no saldría vivo. Deliraba y pidió los Santos Sacramentos. Murió el 10 de noviembre, con 37 años. El hombre que llamó a los verdugos para roer, "mientras perecía, la culata de sus fusiles" murió, según el sacerdote que le asistió, profesando una fe "de gran calidad". Con una libertaria y brillante victoria de lo absurdo. Sus textos se pusieron de moda en el período de entreguerras.

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