Menú
Felipe Couselo

Neil Young, 70 años en once discos

Una completa descripción del artista a través de sus obras más representativas

Una completa descripción del artista a través de sus obras más representativas
Neil Young en el Festival de Sundance en 2006 | Cordon Press

Pocos músicos cimentan su fama a través de tres cuartos de siglo, sin vivir de rentas pasadas y demostrando en casi cada álbum su enorme categoría. Entre este selecto grupo, Neil Young se erige como el genio incansable que, luchando contra modas, complacencias y otros factores ajenos a la propia música, nos regala de forma continua trabajos de cinco estrellas a casi todos los niveles. Seleccionamos once discos de su larga trayectoria con los que resumir de algún modo sus 70 años de edad, dedicados casi por entero al noble arte de la música.

Al tratarse de una lista reducida, sobre todo cuando hablamos de un artista tan prolífico como el canadiense, se quedarán fuera algunas gemas de gran valor, y apuntamos una referencia para el oyente curioso: los llamados Neil Young Archives, reediciones e inéditos que van abarcando su carrera en sucesivas entregas.

Buffalo Springfield (1966), de Buffalo Springfield.

El primer disco de una formación seminal, en la que militaba un joven Neil, recién llegado a Los Ángeles junto a su amigo el bajista Bruce Palmer. Ambos participarían en este proyecto junto a Stephen Stills y Richie Furay (a los que ya conocían de sus inicios musicales itinerantes por Canadá) y al batería Dewey Martin. Juntos firmarían tres discos en los sesenta en los que sentaban las bases de un sonido, folk-rock, con marcada presencia del country, y en el que cabían referencias al ambiente cultural del momento en la Costa Oeste. Pese a que la composición más célebre del álbum, el single For What It’s Worth, estaba firmada por Stills (y se incluyó en la reedición del disco a comienzos de 1967), Young se posicionaba como segundo autor principal, con temas como Flying on the Ground is Wrong o Nowadays Clancy Can’t Even Sing, entre otros. La primera referencia ineludible dentro del recorrido del artista, así como un punto clave para entender el folk-rock de los sesenta.

Everybody Knows This is Nowhere (1969).

Segundo trabajo en solitario del de Toronto, y una obra maestra en la que opta por introducir elementos eléctricos, dejando en un segundo plano la quietud de su primer trabajo en solitario en varios cortes del disco. Parte de culpa en este cambio la tienen sus compañeros de grabación: Danny Whitten, Ralph Molina y Billy Talbot, más conocidos a partir de ahora como Crazy Horse. Junto a ellos iniciará un periplo de éxito y calidad, que aquí se escenifica en temas como "Cinnamon Girl" o las extensas (y excelsas) "Cowgirl in The Sand" y "Down by the River". Disco con grandes resultados, tanto a nivel de ventas como en cuanto a la crítica.

Déjà vu (1970), de Crosby, Stils, Nash & Young.

Reunido de Nuevo con su antiguo colega de Buffalo Springfield (al que se añadía el integrante de The Hollies, Graham Nash y David Crosby), Young ha ido alternando trabajos de impecable factura con su propia carrera en solitario. Este supergrupo aparecería en puntos tan significativos como el Festival de Woodstock o el accidentado Festival de Altamont. Dentro de este Deja Vú (recreado décadas después en directo, en una de las reuniones de la banda), nuestro protagonista aportaba la icónica "Helpless"… aunque cada corte de los dos primeros discos de C,S,N&Y se hace imprescindible.

After The Gold Rush (1970).

De profunda sensibilidad (no exenta de crítica social, como se evidencia en el tema Southern Man), Young vuelve a sorprender a todos con una vuelta a su sonido más quedo y reflexivo. Maravillas como "Tell Me Why" o "Only Love Can Break Your Heart" arropan a un artista acústico y desnudo sin sus Crazy Horse, pero rebosante de intensidad intimista, que serviría de faro para toda una generación de contadores de historias folk en la década de los setenta. Además, sirve para apreciar la oscilación entre la esperanza y el pesimismo que le caracterizará en toda su trayectoria. Un disco de perfecto remate clásico, que presagia el tono del presente y futuro del género.

Harvest (1972).

El éxito comercial absoluto, consiguiendo no sólo el número uno en Estados Unidos, sino también la marca que representa Heart of Gold, un tema imperecedero y rescatado en numerosas ocasiones sin perder ni un ápice de fuerza. Mención especial merece "The Needle and The Damage Done", sentido lamento acerca de la adicción a la heroína de su colega Danny Whitten. Colabora de nuevo su inseparable Jack Nitzsche, productor e instrumentista. Quizá la mejor manera de acercarse a conocer la versión más lírica del artista. Su cuita reivindicativa se exhibía en Alabama, complemento de su anterior Southern Man y feroz crítica al racismo, que contestaría la banda Lynyrd Skynyrd en su "Sweet Home Alabama".

On The Beach (1974).

Algo alejado del éxito comercial de primer nivel, Young se embarcaba en proyectos tan personales como desafiantes, en una continua búsqueda de expresión artística. Buen ejemplo de ello sería este álbum, junto al Tonight’s the Night que editaría poco después (igualmente imprescindible). Disco oscuro y marcado por el dolor de la pérdida y las adicciones, su tono descarnado tiene eco en una cruda producción, evidente en los mejores temas del disco, como son "Walk On", "Ambulance Blues" o "See the Sky About to Rain". Incorpora colaboraciones de lujo como las de Levon Helm y Rick Danko (The Band), así como Graham Nash y David Crosby una vez más.

Zuma (1975).

Una de las más aplastantes demostraciones de buen hacer musical junto a Crazy Horse. Por un lado, tenemos el demoledor esfuerzo de "Cortez The Killer," himno contrario al colonialismo que funciona en contraste con la rítmica "Don’t Cry no Tears", la elegía de "Pardon my Heart" y el conjunto de atmósferas que es capaz de reflejar a lo largo del disco: sin duda, otra de las características de Neil Young a través de los tiempos (no hay más que comprobar el hipnótico telón de fondo sonoro que crearía décadas después para el marciano western Dead Man, de Jim Jarmusch).

Rust Never Sleeps (1979).

El colofón de la década de los setenta llega con este directo sin casi sonidos de público, en el que se alterna el acústico y el eléctrico en un contraste tan sugerente como incontestable. Basta con mencionar las dos composiciones que abren y cierran el disco, la envolvente "My My, Hey Hey (Out of the Blue)" y su abrasiva réplica eléctrica "Hey Hey My My (Into the Black)": la historia del rock y su evolución se pasean por la introspección y la rabia de una voz autorizada en la materia. Añádanle cortes como "Powderfinger, Trasher o Pocahontas" y tendrán un clásico desde su visionaria aparición en el mercado. La conjunción del sonido sucio y de la elegancia y profundidad se materializa aquí como en casi ningún otro disco de la década.

Freedom (1989).

Tras una década algo desigual, marcada por lo experimental y en la que no se terminaba de ver al músico en su mejor forma, aparecía esta bomba de rock con tanta dureza en su representación como en el mensaje del que Young nos hace partícipes: se trata de una visita al lado más tenebroso del sueño americano, por la que desfilan perdedores y miserias enmarcadas en denuncia social y contundencia musical. Temas como "Rockin’ in the Free World" le dan una patada a la capacidad creativa y contestataria de artistas mucho más jóvenes y se convertirá en el enésimo himno de su repertorio, en una estela que continuará en el posterior disco del canadiense, Hawks & Doves.

Mirror Ball (1995).

Podríamos haber elegido otro álbum de esta década como Harvest Moon (1992), y tampoco estaríamos equivocados, dada la magnificencia del disco. La razón por la que hay que quedarse con este disco es la participación, como banda de acompañamiento, de Pearl Jam. Su presencia en este espontáneo ejercicio de rock and roll referencia aún más si cabe a Neil Young como una de las influencias del grunge, al tiempo que le vuelve a situar bajo los focos en la cambiante realidad musical de la época.

A Letter Home (2014).

Es cierto que, durante los últimos quince años, el músico ha aportado catorce discos, nada menos, así que tendríamos dónde elegir para apuntar un último peldaño en su escalera particular. Y también es cierto que podríamos quedarnos con otras aportaciones como Psychedelic Pill (2012) o su último disco, The Monsanto Years (2015). Pero en A Letter Home nos encontramos otros rasgos de Neil Young en estado puro: en primer lugar, el amor por lo clásico al tiempo que el gusto por la reinvención. Esto queda de manifiesto en un disco de versiones de temas folk clásicos, creado en una antigua cabina de grabación de los años cuarenta y propiedad del sello del visionario Jack White. El novedoso impulso de antiguas tecnologías tiñe el sonido del disco y nos secuestra desde la primera escucha.

Once ejemplos son pocos cuando el maestro tiene un legado tan grande, y seguro que podrían aparecer once más en cualquier conversación entre fans. Quizá lo más saludable entonces sea agarrar nuestro disco favorito, esté o no en esta lista, y celebrar junto a Neil Young sus 70 años de vagar por el mundo, escribiendo la canción perfecta en más de once ocasiones.

En Cultura

    0
    comentarios