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El atleta negro que enfureció a Hitler en sus Juegos

El 9 de agosto de 1936 el atleta de origen afroamericano lograba su cuarta medalla de oro en el Estadio Olímpico de Munich.

El 9 de agosto de 1936 el atleta de origen afroamericano lograba su cuarta medalla de oro en el Estadio Olímpico de Munich.

Este 9 de agosto de 2011 se cumplen 75 años de una de las hazañas más importantes e impactantes de la historia del deporte. El mismo día, en 1936, un atleta de color culminaba su exhibición en Berlín ante la presencia de Hitler, enterrando de un plumazo todas las teorías sobre el supremacismo ario, y contra todo tipo de barreras raciales provenientes de su propio país. Hace 75 años nació la leyenda de Jesse Owens.

Todo comenzó el 3 de agosto de 1936, cuando el atleta estadounidense se colgó el primer oro en la prueba de cien metros lisos. Mucho se ha hablado de aquella primera exhibición del afroamericano, como que Hitler se negó a darle la medalla, algo que es totalmente falso, porque el Führer solamente entregó las dos primeras que se otorgaron en los juegos.

El 4 de agosto Owens lograba su segundo oro en la prueba de salto de longitud. Pero lo logró sobre todo gracias al local Lutz Long, en uno de los gestos deportivos más bonitos y emocionantes que se recuerdan en la historia del deporte olímpico, y que levantó ciertas ampollas en la Alemania nazi de la época. Porque vale que un negro ganara una prueba atlética en Munich, pero que encima lo hiciera con la ayuda de un atleta alemán que representaba a la perfección lo que ellos definían como raza aria era demasiado.

Al día siguiente, el 5, se hacía con la tercera medalla de oro tras imponerse en la final de los 200 metros con un nuevo record olímpico de 20.7 segundos.

Y el día 9 de agosto de 1936, ante la incredulidad y la fascinación de todos, Jesé Owens lograba la gesta de las cuatro medallas de oro, marca que no pudo ser igualada hasta que en 1984 lo hiciera Carl Lewis. Y para completar el hito, el atleta americano logró el triunfo en la prueba más controvertida de todas.

Porque la final del 4x100 tuvo muchísimas connotaciones racistas, y aún hoy en día trae cola. Owens, por marcas, había conseguido entrar en el equipo de relevos que iba a participar en los Juegos, del mismo modo que lo había logrado Metcalfe, con quien compartía color de piel. Sin embargo, para ese nueve de agosto no estaba prevista la participación de ninguno de los dos. El culpable, Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico estadounidense, quien decidió que en la final correría un cuarteto de pura raza blanca.

Sin embargo, el temor a verse superados por Holanda, otra super potencia entonces en la velocidad, hizo que finalmente se decidiera por dar entrada en el equipo a los dos atletas. O esa fue la versión oficial, porque existe otra versión igualmente creíble: Brundage, en un guiño hacia Hitler, dio entrada a los dos negros para quitar del equipo a los dos únicos judíos presentes en la expedición –hay que recordar que si bien Hitler nunca maniobró para que los atletas de color no participaran en los Juegos de Berlín, sí lo hizo contra los judíos-, Gluckman y Stoller, quienes no participaron en ninguna prueba.

Sea como fuere, Owens corrió, y ganó, aquella final del 4x100, logrando así su poker de medallas de oro, un resultado que adquiere aún más valor si tenemos en cuenta las barreras raciales que tuvo que superar para lograrlo, y no hablamos únicamente de la Alemania nazi –de hecho, la animadversión de Hitler por el atleta se ha sobredimensionado a lo largo de la historia- sino de su propio país.

Como el propio Owens reconoce, tras la gesta de Berlín se había convertido en un ídolo en todo el mundo, excepto en su país, que no estaba dispuesto a considerar héroe nacional a un atleta negro. "Al regresar escuché historias sobre Hitler y cómo me despreció, pero en mi tierra no podía sentarme en los primeros asientos de los autobuses ni vivir donde quisiese. ¿Cuál era la diferencia?" aseguraba el atleta.

Nadie le ofrecía un trabajo, las marcas publicitarias querían evitar a toda costa que se le relacionara con él, e incluso Roosevelt no quiso estrecharle la mano en plena campaña de reelección. No fue hasta 1976, cuatro años antes de su muerte y 40 después de su gesta, cuando recibió su primer homenaje. Pero para todo el mundo quedó la historia de Jesse Owens, la historia de aquel 9 de agosto de 1936 en el que el deporte superó las trabas racistas de la sociedad gracias a un atleta, a una leyenda.

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