Las balanzas fiscales han sido, casi desde el comienzo del período democrático, una de las obsesiones más recurrentes del nacionalismo catalán. CiU y ERC (con el acompañamiento en los últimos años del PSC) han asegurado por activa y por pasiva que España somete a un "expolio fiscal a Cataluña" y que la publicación de las balanzas fiscales es el primer paso para acabar con esta "injusticia" histórica. Por fin, este martes, el Congreso aprobó la iniciativa de ERC, con el apoyo del PSOE, CiU, IU e ICV, de publicar cada tres años estas balanzas. Sólo UPyD votó en contra, mientras que el PP se abstuvo.
Desde Libre Mercado se ha cuestionado el actual esquema de financiación autonómica, que permite a las regiones endeudarse y poner en peligro, incluso, las cuentas del Estado. Sin embargo, no es ésta la argumentación que se emplea desde el nacionalismo catalán. De lo que se habla es de una distribución injusta de los gastos del Gobierno central. Pero los mismos argumentos servirían para decir que la Generalidad está robando a Barcelona para beneficiar a Gerona, Tarragona o Lérida.
Sin embargo, la obsesión nacionalista sólo mira a Madrid, olvidándose de lo que tienen más cerca. ¿Por qué lo diputados por Barcelona en el Parlamento catalán no protestan? ¿Tienen algo que decir Xavier Trías o Jordi Hereu, candidatos a alcalde de Barcelona? O es que tras la pantalla de las balanzas sólo se esconde la intención de sembrar la discordia en el conjunto del país y la búsqueda de beneficios políticos; y no una preocupación verdadera por los contribuyentes catalanes.
Una cuestión estadística
El estudio más conocido y exhaustivo publicado hasta ahora sobre balanzas fiscales lo publicó el BBVA a finales de 2007. Los autores, profesores universitarios, hicieron un buen trabajo, recopilando los impuestos pagados en cada territorio y comparándolos con los gastos del Estado. Es una cuestión estadística que puede ayudar a la hora de tomar decisiones técnicas, De hecho, los resultados son bastante lógicos: las regiones más densamente pobladas y más ricas –Madrid, Cataluña y Baleares- aportarían más que lo que reciben y en las más despobladas y más pobres –Extremadura, Asturias, las dos Castillas- pasaría lo contrario. Es algo habitual en prácticamente todos los países del mundo.
Sin embargo, los nacionalistas lo han cogido como uno de los argumentos clave de su programa político. Es una cuestión fácil de vender –"España nos roba"-, a un electorado que ve que Cataluña, la región más rica del país hace unas décadas, pierde peso relativo en relación a otras comunidades como Madrid. Además, de esta manera, la culpa de la decadencia catalana no sería de Jordi Pujol, Pascual Maragall o José Montilla, sino de los malvados políticos centralistas que chupan la sangre a sus sufridos contribuyentes.
1. Un debate falso: ¿Por qué España sí y Cataluña no?
La primera pregunta es sencilla. Tras tantos años de empeño, siendo las balanzas fiscales un tema clave en los programas de los principales partidos catalanes y ya que su publicación supondría "acabar con la opacidad" y tendría un "carácter pedagógico innegable", ¿por qué no hacen lo mismo allí donde pueden hacerlo?
En el Parlamento catalán, CiU, PSC y ERC tienen una comodísima mayoría absoluta. Podrían publicar mañana mismo las balanzas fiscales de Barcelona, Gerona, Tarragona y Lérida. Así, sería fácil comprobar si las provincias menos pobladas están aprovechándose fiscalmente de Barcelona. Es casi seguro que en esta provincia se generan alrededor del 90% de los impuestos que cobra la Generalidad. Sin embargo, esta administración no se gasta ese porcentaje en este territorio. Sería un "expolio" fiscal de manual, ¿por qué no lo denuncian estos partidos, tan preocupados por el dinero de sus contribuyentes?
2. Las montañas no pagan, lo hacen los ciudadanos
Cuando Joan Ridao o Josep Antoni Duran i Lleida aseguran que Cataluña da mucho más de lo que recibe, se olvidan de una cuestión básica: las regiones no pagan, lo hacen sus ciudadanos. Ni Monterrat, ni el río Ter, ni siquiera el delta del Ebro pagan un duro, lo hacen los individuos que allí viven. En este sentido, el Estado cobra lo mismo a un catalán que gane 100.000 euros que a un extremeño. Quizás haya más catalanes adinerados (como madrileños), pero eso es lo máximo que se puede decir. Luego, será cuestión de analizar si el actual sistema tributario es justo o injusto, pero el que paga es el contribuyente, no el solar sobre el que vive.
Por eso, la tabla 1 muestra que catalanes y madrileños han sido los que más han pagado entre 1991 y 2005 a la Administración Pública Central (APC), lo que corresponde con su alto nivel de renta per cápita.
3. De Castilla a Lérida
Como decíamos antes, los resultados del estudio del BBVA son bastante lógicos. Los ciudadanos de Cataluña, Madrid y Baleares pagan más de lo que el Estado se gasta en sus provincias. Las dos Castillas o Extremadura están en el lugar opuesto.
Tanto Barcelona como Madrid son territorios muy ricos en términos de renta per cápita, tienen mucha industria y están muy poblados. Esto implica tres cosas: por un lado, sus habitantes pagan altos tipos de IRPF; por otro lado, hay muchas compañías que tienen allí su sede social (pagan el IVA que cobran en todo el territorio); por último, se benefician de los costes de escala asociados a la acumulación de población.
Esto último quiere decir que es más barato suministrar un servicio a un barrio de Madrid de 100.000 habitantes, que a 100 pueblos de Castilla de 1.000 vecinos. Con una sola tubería, una carretera o una vía de tren se puede cubrir Chamartín, pero no se llega a varias comarcas diseminadas. Hacer una carretera hasta una localidad de 5.000 habitantes cuesta lo mismo por kilómetro que hacerla en la capital de España. Pero la división gasto/vecinos beneficiados, dará un resultado mucho más alto en el primer caso. Lo mismo ocurre en Lérida o Tarragona: ¿están abogando CiU o ERC por dejar sin servicios públicos estas provincias porque aportan menos a la caja común que Barcelona?
En el gráfico 2 puede verse que el gasto per cápita de la Administración Central ha sido bastante homogéneo entre todas las regiones (sólo sobresale algo Asturias, seguramente por su alto porcentaje de población de avanzada edad).
4. Empresas, ¿dónde venden-dónde pagan?
En relación con los dos apartados anteriores, está el tema de las empresas. Las compañías pagan impuestos allí donde están radicadas sus sedes centrales, pero generan su actividad allí donde están sus clientes. De esta manera, una compañía con sede en Madrid o Barcelona que venda el 80% de su producción en el resto de España, aparece como contribuyente en su ciudad de origen, y genera en este territorio unos grandes ingresos a Hacienda, aunque tenga otras sedes y sus trabajadores estén desperdigados por varias provincias. Esto distorsiona aún más el cálculo de estas balanzas. Evidentemente, como se explicaba en el apartado anterior, este ejemplo es también bastante común.
5. ¿Más dinero para Pedralbes y menos para el Raval?
De hecho, llevando al límite la argumentación de Ridao o Duran o Lleida, no deberíamos quedarnos en hacer la balanza fiscal de Cataluña respecto a España, ni la de Barcelona respecto a Cataluña. Los habitantes del barrio de Pedralbes pagan mucho más, desde hace muchas décadas, que los del Raval. Según este criterio, es otro expolio fiscal bastante claro, ¿significa eso que hay que tratar peor a los vecinos del Raval que a los primeros? ¿Hay que cerrar las escuelas públicas de los barrios desfavorecidos porque cuestan más de lo que tributan sus habitantes? ¿Es esto lo que quiere ERC?
En el gráfico 3, puede verse el resultado lógico de los dos anteriores. Si los ciudadanos de algunas regiones han pagado más (en razón de sus ingresos) y el gasto per cápita ha sido similar, estas regiones tienen balanzas fiscales negativas.
6. Un instrumento insuficiente: un resultado nada fiable
Pero quizás el principal argumento contra las balanzas fiscales es que, se hagan como se hagan, sus resultados no son fiables. El estudio del BBVA presenta una metodología bastante correcta (enfoque carga-beneficio) y es un intento apreciable. Pero desde el día de su publicación ha sido criticado porque hay otras posibilidades.
Por ejemplo, ¿cómo se mide el impacto de la obra del AVE Madrid-Barcelona? El mayor gasto se ha hecho en Guadalajara o Zaragoza, provincias por donde pasa el tren. Pero quizás el beneficio se lo llevan fundamentalmente las dos grandes capitales. Y la autovía entre Madrid y La Coruña, ¿en cuánto beneficia el gasto del Ministerio de Fomento a las ciudades intermedias? ¿Cuánto se imputa a Madrid, a La Coruña, a Valladolid? ¿Y a Salamanca, ciudad que está a unos 50 kilómetros de esta carretera?
Nada de esto se puede explicar por las balanzas fiscales que, para empezar, ni siquiera son balanzas porque no miden elementos equiparables, aunque ese nombre tenga mucho eco en el discurso nacionalista: remite a la igualdad, a la imagen de la justicia, etc.
Como argumentaba ya en 2004 Alberto Recarte, "España es una nación desde hace mucho siglos y las decisiones políticas, con repercusiones económicas y fiscales, se han tomado por los sucesivos gobiernos nacionales con criterios nacionales, aun a sabiendas de que en algunas ocasiones se estaba beneficiando a algunas regiones sobre otras pero, siempre –esperemos que haya sido así– sobre la base de los intereses generales a largo plazo".
7. Una imagen que lo resume casi todo
De hecho, el estudio del BBVA muestra que existe una correlación negativa que se corresponde con la lógica del sistema (pagan más los que más tienen): otra cosa es que no guste el actual modelo impositivo (hay muchos argumentos para considerar que es injusto). Pero esto no tiene nada que ver con envolverse en una bandera para defender los supuestos intereses de una región.
Según puede verse en el gráfico 4, las regiones más ricas reciben menos y las más pobres, al contrario. Se podría trazar una línea casi recta entre el cuadrante I y el III del gráfico sin que ninguna región se alejase mucho. Sólo País Vasco y Navarra, por la especial naturaleza de su régimen foral, escapan a esta tendencia.