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Las mentiras ecologistas sobre Japón desatan una nueva ola antinuclear

El terremoto nipón y su impacto sobre la central de Fukushima han desatado mensajes apocalípticos en contra de la energía nuclear.

Altas dosis de catastrofismo. Así se podría resumir el tratamiento generalizado que prensa, políticos y, sobre todo, ecologistas de medio mundo han otorgado a la crisis nuclear causada por el terremoto y posterior tsunami que golpearon Japón el pasado viernes.

A las 14:46 (hora local de Japón) un terremoto de casi 9 puntos en la escala de Richter sacudió el país y un posterior tsunami arrasó parte de la costa nipona. Pero más allá de la catástrofe económica y humanitaria que ha provocado el seísmo, con miles de muertos y desaparecidos, llama poderosamente la atención que numerosos medios de comunicación, gobiernos y grupos ecologistas hayan aprovechado la catástrofe para volver a cuestionar la energía nuclear llegando, incluso, a comparar la actual situación con el desastre de Chernóbil, cuando nada tienen que ver el uno con el otro.

Dicho dramatismo mediático se ha trasladado casi de inmediato a los poderes públicos. En este sentido, destaca la reacción de los gobiernos de la UE. El eurocomisario de Energía, el alemán Günther Oettinger, ha convocado a los ministros del ramo de los 27 países miembros de la Unión Europea a un Consejo Extraordinario el martes ante la crisis nuclear en Japón.

"Considero que el alcance de los acontecimientos en Japón es impredecible", dijo el político cristianodemócrata. La convocatoria de Oettinger tiene lugar después de que su colega de Medio Ambiente en la UE, Jamez Potocnik, citara también a los ministros del ramo y expertos nucleares de los 27 este lunes en Bruselas. Bruselas quiere que las centrales nucleares de la UE (143) sean sometidas a test de estrés para comprobar su resistencia a un gran terremoto o un atentado terrorista.

Tales declaraciones no son tan extrañas si se tienen en cuenta algunas de las llamativas portadas publicadas estos días...

A nivel nacional, Suiza anuncia que paralizará la renovación de sus centrales nucleares mientras que el Gobierno federal alemán estudia suspender temporalmente la ley recientemente aprobada para prolongar la vida de las centrales nucleares hasta 14 años, a la espera de nuevos estudios. "Necesitamos un nuevo análisis de riesgos", dijo el vicanciller federal y titular de Exteriores, el liberal Guido Westerwelle, quien subrayó que el Gobierno desea verificar minuciosamente la seguridad de cada una de las 17 plantas atómicas en funcionamiento. De hecho, no descartó que se opte finalmente por el cierre anticipado de alguna de las centrales de Alemania, el tercer país del mundo con plantas más antiguas.

Por su parte, el líder de la oposición socialdemócrata (SPD), Sigmar Gabriel, exigió la derogación inmediata de la ley para la prolongación de la vida de las plantas atómicas, así como el cierre automático de las siete centrales más antiguas y una apuesta decidida por el rápido final de la energía nuclear en Alemania.

Un mensaje que, desde luego, contrasta con la moderación y la prudencia mostrada en este caso por la ministra de Economía española, Elena Salgado, que consideró que el debate sobre el uso de la energía nuclear en España debe abordarse con una "perspectiva global", sin tomar decisiones basadas únicamente en una "circunstancia concreta", en referencia al terremoto ocurrido en Japón. Confió en que "las cosas no vayan más allá" y las medidas adoptadas en Japón minimicen el riesgo nuclear.

Reacción ecologista

Por último, los ecologistas no han dejado escapar esta oportunidad para lanzar, si cabe con más fuerza, su tradicional alarmismo nuclear. Tan sólo es necesario pasearse por la web de Greenpeace España para observar la campaña puesta en marcha en contra de este tipo de energía, encabezada con el siguiente banner:

Carlos Bravo, responsable de energía de Greenpeace, ha seguido la crisis desde su blog, y su diagnóstico acerca de la situación en las centrales niponas no llama precisamente a la calma. Esto es lo que decía el domingo:

Greenpeace sigue extremadamente preocupada por la seguridad de los trabajadores y de los habitantes de las zonas colindantesa las  plantas nucleares averiadas en Fukushima, Japón. Al parecer hay cinco reactores nucleares cuyo sistema de refrigeración se estropeó por el seísmo [...] De acuerdo con la última información disponible, las unidades 1, 2 y 4 están todavía sin refrigerar y periódicamente se liberan gases radiactivos.

Hay noticias de mediciones elevadas de radiactividad hasta 100 kilómetros de distancia, cerca de Onagawa, otra central nuclear, pero la causa no ha sido identificada – podría ser contaminación de Fukushima llevada por el viento, o un escape local.

Aunque, en este sentido, destacan sobremanera las conclusiones lanzadas por Bravo el pasado sábado, apenas horas después de que se produjera el seísmo:

[...] nos enfrentamos a un escenario en el que podría ocurrir una liberación ingente de radiactividad del reactor Fukushima-1.

De momento, no se puede descartar que la situación pueda avanzar hacia una fusión total del núcleo de la central, como se dio en Chernobyl [...] Las consecuencias de tal accidente sería tremendas, como ya se comprobó en el de Chernobyl.

 [...] una conclusión es clara: los reactores nucleares son intrínsecamente peligrosos [...] hoy Japón está en medio de una crisis de consecuencias potencialmente devastadoras por culpa de la energía nuclear [...] Las energías limpias de verdad, las renovables, no crean problemas de seguridad nacional.

Alarmismo vs realidad

Y frente a todo este catastrofismo nuclear, la empresa Tokyo Electric Power (TEPCO) aseguró el lunes que la situación de emergencia ha finalizado en los reactores 1 y 2 de la central nuclear de Fukushima (noreste de Japón), que sufrieron problemas de refrigeración tras el seísmo del viernes. La temperatura en ambos reactores ya ha bajado y es estable, por lo que ya no entrañarían peligro, según TEPCO, operadora de la central, citada por la agencia local Kyodo.

Los problemas continúan en el reactor 3, después de que este lunes se produjera una explosión por hidrógeno en su recipiente secundario de contención que, según TEPCO, no dañó el reactor ni produjo una fuga masiva de radiactividad. Los esfuerzos de los responsables de la central 1 de Fukushima (Daiichi), situada a unos 270 kilómetros de Tokio, se centran ahora en enfriar el tercer reactor, donde se trata de reanudar la inyección de agua marina para controlar su temperatura.

Por otro lado, ni medios, ni políticos ni ecologistas han prestado atención a la espectacular resistencia que han mostrado las plantas niponas, pese a que el país ha sufrido el peor terremoto de su historia y el quinto a nivel mundial desde que existen registros. Seísmo que, además, fue seguido por un gran tsunami de olas gigantescas que arrasó todo a su paso.

Tampoco se ha destacado la reacción del Gobierno nipón, que ha logrado evacuar a la población a un radio de 20 kilómetros en torno a la central de Fukushima, ni la puntual información aportada por el Foro de la Industria Atómica Japonesa ante el estado de alarma presente en todo el país.

La cuestión es que a día de hoy los niveles de radiación a cinco kilómetros de la central eran similares a los de ayer y, por el momento, las autoridades descartan la existencia de una fuga masiva, y que desde el primer momento todos los reactores cercanos al seísmo pararon de forma automática, tal y como está previsto para este tipo de situaciones.

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