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Habitación en Roma: Un anuncio de Evax hecho película

Tras ofender con La pelota vasca y acabar de hacer el ridículo con Caótica Ana, Julio Medem trata de levantar el vuelo con un drama íntimo y personal sobre el improvisado romance entre dos mujeres tras un encuentro casual en Roma. Todo sucederá en una noche en la habitación del hotel…

Tras ofender con La pelota vasca y acabar de  hacer el ridículo con Caótica Ana, Julio Medem trata de levantar el  vuelo con un drama íntimo y personal sobre el improvisado romance entre  dos mujeres tras un encuentro casual en Roma. Todo sucederá en una noche  en la habitación del hotel…

Lo que allí ocurre se queda en filosofía de anuncio de compresas estirada y extendida a lo largo de dos morosas horas, en las que Medem vuelve a tratar de hablarnos de sentimientos, amor, sexo, tiempo, vida, e incluso Historia. El director de Caótica Ana intenta convencernos de que sólo él tiene la llave de la caja de los secretitos cósmicos e infinitos y que es un llanero solitario del cine, pero en realidad vuelve a confundir poesía interior con pretenciosidad vacía, drama íntimo con lesbianismo críptico. No obstante, Medem sigue demostrando que sabe como vender una moto tremenda y componer imágenes bellas y misteriosas, por mucho que éstas vengan al servicio de un drama aburrido y vulgar.

Ya queda claro que servidor no comulga con la concepción del cine y el arte, aunque cabe reconocerle a Medem su encomiable, probablemente inmensa, capacidad visual. Habitación en Roma despierta puntual emoción e interés gracias a la elaboración plástica de sus imágenes, que logran, de verdad, que pronto olvidemos la constante desnudez de las dos tórtolas. Medem puede apuntarse aquí el tanto, y también el de sacar un provecho extraordinario del limitado escenario y todos los recursos expresivos de la cámara. Es una delicia como el director vasco saca el jugo cinematográfico a todas las esquinas y objetos repartidos a lo largo de la habitación, ya sea un ordenador, un fresco o una bañera, y trata de exprimir una historia a partir de ellos.

Pero aunque esto no es moco de pavo y para sí lo quisieran el noventa por ciento de los realizadores españoles -y extranjeros-, todo está puesto al servicio de un drama vago, moroso, falsamente polémico y muy, muy aburrido. Medem no molesta por apuntarse a la polémica de un drama lésbico repleto de sexo, sino porque trata de colarnos por la escuadra sus vicios disfrazados de rollo de autor. Y porque el resultado no pasa de ser curioso por momentos y definitivamente fallido, haciendo que añoremos al Medem de los orígenes, al de Vacas, Tierra y La ardilla roja.

Pero sería injusto no mencionar la muy competente labor de sus protagonistas, especialmente ese descubrimiento llamado Natasha Yarovenko. Tanto ésta como Elena Anaya defienden el engorroso mejunje con oficio y entusiasmo. Las dos actrices consiguen despertarnos esporádicamente del letargo, despliegan atractivo indudable y permiten que la cámara de Medem se concentre en cada pliegue de su piel y cada sílaba que pronuncian. Lástima que tras todo esto no haya nada.

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