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La vida privada de Pippa Lee: El enigma de la mujer madura

Rebecca Miller adapta al cine su propia novela en un melodrama correcto y con un gran plantel de actores. Robin Wright, ya nunca más sin el apellido Penn, se adueña la función como la Pippa Lee del título, una joven conflictiva convertida en esposa devota pero en crisis de identidad.

Rebecca Miller se revela en La vida privada de Pippa Lee como una solvente autora de melodramas, capaz de distraer la sensación de rutina gracias a una notable construcción de personajes y un muy agradecible sarcasmo. Miller no necesita recurrir al sensacionalismo ni tampoco a insertos fantasiosos o falsamente poéticos, ni mucho menos a opulentos discursos feministas. Pippa Lee aparece retratada con toda su cotidiana grandeza en una película con más claros que oscuros y quizá demasiado agradable y mecánica, pero suficientemente auténtica gracias a una retahíla de actores  bien ubicados. Entre ellos brilla, por supuesto, una estupenda Robin Wright, capaz de conseguir nuestra atención durante todo el metraje y fabricar un personaje de carne y hueso en cada una de las fases de su odisea, con total serenidad.

La directora no consigue maquillar las convenciones del típico drama de autodescubrimiento y superación en su vertiente femenina (la heroína, por pasarse de rebelde, acaba domesticada en un matrimonio demasiado aburrido), pero es cierto que rehúye moralismos y reviste la trayectoria de Pippa Lee de ironía y suficiente autenticidad, sin tener que recurrir a excesivas complejidades y, en definitiva, sin darnos mucho gato por liebre. El sentido del humor del relato agrada y cuando toca buscar la lágrima, Miller aprovecha la oportunidad sin perder la decencia ganada hasta entonces, logrando que la estructura (que alterna flashbacks con la trayectoria actual de la heroína) no se indigeste en absoluto.

En definitiva, La vida privada de Pippa Lee se nos presenta como un correcto melodrama que no exacerba los vicios del género; una película digna y bien interpretada que no cae en falsos dramatismos ni en vacíos ejercicios de estilo, sin que ello vaya en detrimento de cierta individualidad en la mirada (indiscutiblemente femenina) de Rebecca Miller.

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