Los ejemplos son abundantes: pistolas envueltas en bolsas de supermercado para que no se mojen; techos húmedos, ventanas podridas; chalecos antibalas obsoletos.... Sólo dos de los ocho cuarteles guipuzcoanos parecen cumplir las condiciones mínimas de seguridad y habitabilidad, tal y como certifica el diario.
En Intxaurrondo han perdido la vida unos cien hombres, dentro de la lucha antiterrorista. Un agente explica: "En Euskadi no hay chalecos antibalas; los que tenemos son sólo antifragmentación y no hay tallas para todos. A mí el mío no me cubre el estómago".
En las instalaciones se respira abandono, y la humedad campa a sus anchas. El campo de fútbol del cuartel, donde deberían jugar niños, parece un vertedero. El Mundo señala como diversos vehículos, desde camionetas hasta lanchas, se almacenan cogiendo mugre mientras la vegetación los envuelve. Son vehículos incautados desde hace 20 años que nadie se lleva. Incluso está el furgón blanco y azul utilizado para secuestrar a Ortega Lara.
Y más: el armamento con el que patrullan los guardias civiles se encuentra almacenado tras una puerta de madera carcomida. Las paredes se caen a pedazos, las tuberías están al descubierto.... En la armería de Intxaurrondo, que acoge el armamento incautado o entregado por los demás cuarteles, las mismas se almacenan unas sobre otras envueltas en bolsas de supermercado "para que no se mojen. Con las lluvias se ha llegado a inundar el sótano".
En Tolosa la situación no es muy distinta. La fachada está ennegrecida, la madera podrida reviste la ventanas, y sólo hay un baño, para hombres y mujeres. Los bajos de la puerta del aseo ni siquiera rozan ya el suelo debido a que la madera se ha podrido. El baño no tiene tapa y las cañerías huelen.
La parte trasera no está vigilada, y "si nos tiran dos mochilas desde ahí, el cuartel se cae entero. ¿No has visto como están las paredes?", dice un agente. "Nuestra situación es lamentable. No tenemos trajes ignífugos. El 20% de los cuarteles del País Vasco tiene deficiencias en materia de inhibidores y más del 80% no dispone de luces de emergencia. Si cortan la luz, toca defendernos a oscuras".
Eibar. En los bloques, de 15 pisos cada uno, hay incluso alguna bandera colgando que reza, en vasco, "los presos vascos a Euskal Herria". "Aquí no se cumple la legislación", dice un guardia civil a El Mundo. "Nos pueden controlar a todos: entradas, salidas, números de placa...". Y a veces les han tirado botellas desde las terrazas.
En Oñate, el ayuntamiento del PNV pone trabas a los agentes. A pesar de que en 1998 ETA lanzó una granada que se coló donde duermen familias enteras, y que no llegó a estallar. El muro que separa el acuartelamiento desde la calle mide 45 centímetros y todo el mundo puede colar "lo que sea" por los ventanales. Y los dormitorios sólo distan ocho metros de la calle. "El ayuntamiento no nos deja colocarlas (redes o vallas) porque dicen que el edificio es patrimonio histórico", dice un agente. El acuartelamiento no tiene parking y los vehículos de los agentes duermen en la calle.
En el cuartel de Villafranca de Ordizia los coches están envueltos en sábanas y maderas improvisadas por los propios agentes a modo de garaje. Algunos agentes llevan armas que la Policía Nacional dejó de usar hace dos décadas. Son fusiles "obsoletos" y "peligrosos para la población".
Por último, el último de los emplazamientos visitados por El Mundo es Zarauz. Está ubicado en pleno centro y junto a un colegio, y no hay barreras de seguridad. "Si pasa algo y disparamos, es imposible saber dónde acabará la bala. La munición del cetme (con un alcance efectivo de un kilómetro) está blindada, rebota; está preparada para la guerra, no para la actividad policial. Enfrente hay un colegio", dice un agente.