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Armando Añel

De condenas, abusos y embargos

En la recién finalizada Cumbre de Guadalajara, Latinoamérica y la Unión Europea desestimaron por un pelo condenar el embargo norteamericano al régimen de Fidel Castro. En principio, se debatió la conveniencia de mencionar explícitamente las sanciones estadounidenses, pero la contrapropuesta europea eludia referencias concretas, centrándose en “las medidas de carácter unilateral”, “de efecto extraterritorial”, “contrarias a las reglas de comercio internacionales”. Finalmente, ya en su clímax el desacuerdo, no se incluyó mención alguna.
 
Los asistentes a la Cumbre, eso sí, condenaron los abusos a prisioneros en cárceles iraquíes, significativamente en presencia y con la entusiasta colaboración de los representantes castrochavistas, connotados violadores de derechos humanos en cuyas mazmorras no sólo se abusa de los detenidos, sino que se les tortura y hasta elimina bajo supervisión gubernamental, sin que aparezcan fotografías en los periódicos ni los victimarios, como no podía ser de otra manera, sean llevados a los tribunales. Que la oposición pacífica haya enviado desde Cuba mensajes a los gobiernos presentes en Guadalajara pidiéndoles solidaridad con los presos políticos cubanos, no parece haber conmovido a unos dignatarios puestos a chapotear en la bañera de lo políticamente correcto. Una afición que en el futuro pudiera pasar factura a algunos de ellos.
 
Porque lo verdaderamente preocupante para la América Latina que inaugura el milenio es la vecindad de regímenes totalitarios como el cubano o el que toma cuerpo en Venezuela, cuyas naturalezas injerencistas ponen en constante jaque la estabilidad regional (pendiente, a su vez, de hilos institucionales demasiado escurridizos para ser eficazmente controlados). De ahí que la condena latinoamericana a los abusos en prisiones iraquíes –sin que se mencionara la muy variada gama de atropellos y ejecuciones vigentes en Cuba y Venezuela–, tanto como su frustrado intento de repetir en lo que toca al embargo norteamericano, luzca rocambolesca, ridícula. Nada como estar medio ciego para ver pajas en el ojo ajeno.
 

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