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Carlos Ball

Ineptitud burocrática

Los malvados terroristas del 11 de septiembre de 2001 jamás previeron que la burocracia de EEUU profundizaría y alargaría el inmenso daño causado a la nación y al mundo. Ineptos burócratas están empeñados en buscar enemigos donde no están y en castigar a los amigos tradicionales de este país.
 
Las convenciones de empresarios y científicos internacionales que solían llevarse a cabo en Nueva York, Miami, Los Angeles, Las Vegas o Hawai están siendo celebradas en otros países por las nuevas dificultades en viajar a EEUU. Quienes viajaban de América Latina a Europa a menudo hacían escala en Florida, pero ya no. Muchos extranjeros que tienen casas o apartamentos para pasar vacaciones en EE UU están vendiendo sus propiedades ante las dificultades en los trámites y el mal trato que reciben en los consulados y, de nuevo, de parte de funcionarios de inmigración en los aeropuertos. Encierran a gente por una o dos horas y luego los sueltan sin explicaciones. Otros son encadenados.
 
El Departamento de Estado afirma que las nuevas reglas están diseñadas para impedir que ingresen nuevos terroristas. Pero en Washington, donde a cada momento se inventa una nueva investigación, no se ha investigado por qué los 19 terroristas del 11 de septiembre ingresaron con visas válidas.
 
Hoy, a latinoamericanos que viajan desde hace años a EEUU por negocios, porque tienen a sus hijos estudiando aquí, para visitar familiares, para hacer compras o, simplemente, de vacaciones, se les niegan las visas sin razón aparente. Ninguno de los terroristas asesinos era latinoamericano. Y si los funcionarios del Departamento de Estado a menudo se destacaban por lo poco que sabían de América Latina, ahora que las reglas sobre a quién admitir son diseñadas por burócratas del Departamento de Seguridad Interna, la situación de los viajeros se deteriora dramáticamente.
 
El número de visas de turismo y negocios concedidas a extranjeros se ha reducido en 2.700.000 (36%) al año desde 2001. Obtener una visa, ya antes un trámite tedioso –como siempre sucede en oficinas gubernamentales porque los empleados no dependen de la satisfacción del cliente– se ha convertido en una pesadilla que pueden durar meses y tener resultados impredecibles. Aquellos que tenían visas permanentes, las cuales eran automáticamente traspasadas a cada nuevo pasaporte, ahora con suerte reciben visas con vencimiento corto. Y a partir del 5 de enero, a todo extranjero que llegue a EEUU se le tomarán fotos y huellas dactilares, procedimiento que en este país se utiliza sólo con los delincuentes. El mensaje parece claro: no vengan.
 
A un inversionista amigo mío que fundó una empresa en la Florida y ha traído a varios ejecutivos y técnicos de su país, le denegaron la renovación de la visa. Es decir, sus empleados extranjeros pueden seguir trabajando aquí, pero el presidente y dueño no. Su abogado de inmigración le dijo que jamás había visto algo igual.
 
Por su parte, el FBI ahora investiga 250 mil aplicaciones de visas al año. Si el infeliz visitante es un experto en armamentos o tecnología nuclear será investigado por el FBI, pero también los expertos en geografía, arquitectura paisajista, diseño de jardines o de comunidades urbanas.
 
Entre los más afectados están los estudiantes extranjeros. Ellos y sus familiares aportan 12 mil millones de dólares anualmente a la economía de EEUU, pero desde el 11 de septiembre de 2001 los consulados han reducido en 65 mil el número de visas concedidas anualmente a estudiantes. En el caso de estudiantes venezolanos, el número se ha reducido en 90%. El presidente Hugo Chávez debe estar muy contento con Washington por haberlo ayudado a disminuir tan drásticamente el número de estudiantes venezolanos en universidades norteamericanas.
 
Según la encuestadora Latinbarómetro, el número de latinoamericanos con una visión negativa de EEUU se disparó de 14% a 31% entre el año 2000 y hoy. Los más afectados por absurdas medidas consulares son los tradicionales amigos de EEUU. Y el votante hispano en Nueva York, Chicago o Miami que no podrá traer a su abuelita a pasar las Navidades o para ser operada en la Clínica Mayo probablemente votará por los demócratas en las próximas elecciones.
 
Carlos Ball es director de la agencia © AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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