Menú
Carlos Semprún Maura

Sabor amargo a derrota

Si el calor y el Mundial arrasan y achicharran la actualidad, los ecos políticos de la derrota de la izquierda también se las traen. A un partido se le juzga no sólo por sus victorias, también por sus derrotas, por cómo se comporta cuando pierde; pues puede decirse que si el PS y sus perritos falderos gobernaron mal, han perdido peor. El presidente del PCF, Robert Hue, acusa al FN de haberle robado su escaño, pero eso, además de ser falso, constituye un insulto para los antiguos electores comunistas que ahora votan Le Pen. La primera camarada Verde, ex ministra, Dominique Voynet, se inscribió en el paro el 6 de mayo, en gesto demagógico de despacho, porque al ser médica anestesista, encontraría empleo en menos de 24 horas. Además, sigue siendo consejera regional del Doube, con el humilde sueldo mensual de 1.400 euros. ¿Quién puede vivir con esa miseria? Pues millones de franceses, gracias a la política social de su Gobierno, ma chère.

Pero lo más espectacular, pese a los esfuerzos por ocultarlo, es la crisis en los aparatos de los partidos: acostumbrados a gobernar y a chupar del bote desde 1981 –año de la victoria de Mitterand–, con algún breve interludio, los políticos de izquierda vuelven su ira, no sólo contra el nuevo Gobierno, sino contra sus propios camaradas. En este sentido asistimos a polémicas de una comicidad absoluta: una fuerte corriente del PS afirma, sin risa, que han perdido porque el Gobierno Jospin era demasiado liberal, social-liberal, socialtraidor, y que por lo tanto se impone un “viraje a la izquierda”. Laurent Fabius (el más socialtraidor de todos), confortablemente reelegido, apenas muestra su intención de desempeñar un papel de primer plano en la reconquista, y se arma el lío padre. La izquierda socialista, los partidarios de H. Emmanuelli, que fue condenado por desfalcos cuando era tesorero del PS, lo cual no le impide jugar a ser el fiscal general de la pureza del partido... También amenazan los partidarios de Martine Aubry: si trepa Fabius, nos vamos. Aún no se plantea la escisión.

La derrota de Aubry, quién había decidido ser la primera mujer Presidenta socialista de Francia, y además vencida en su feudo de Lille, por un desconocido de 32 años, Sebastián Huyghe, ha sembrado tanta alegría, como confusión. Oficialmente, todo el PS se solidariza con la damnificada, pero, en secreto, muchos se alegran (empezando por su padre, Jacques Delors): “Es una señora insoportable, engreída, autoritaria, ególatra”, se oye. Y esto es probablemente más grave para ella que una derrota electoral, son cosas que ocurren, pero que sus propios camaradas se alegren puede ser fatal para su “destino nacional”. Apenas instalado, el Gobierno se ve acusado de hacer la política de la patronal, MEDEF. Lo cual, desgraciadamente, no es cierto.

La apertura a la sociedad civil, produce erisipela a quienes no se atrevieron a hacerlo cuando podían. Francis Mer, ministro de Economía y Finanzas era un gran patrón industrial; Luc Ferry, ministro de Educación Nacional, catedrático y filósofo; Jean-Jacques Aillagon, de Cultura, dirigía el Centro Pompidou, y para no dar la lata, citaré sólo a la ministra de Investigación y Nuevas Tecnologías, la única y célebre cosmonauta francesa, Claudie Haigneré. Como la nueva ministra de Asuntos Europeos, Noelle Lenoir, formó parte del gobierno de Michel Rocard, del Consejo Constitucional y de otras Instituciones, y estaba fichada como “de izquierdas”, la izquierda socialista la insultó: “¡Vendida! ¡Traidora!”. Menos mal que Michel Rocard –la cortesía desaparece, pero no del todo–, salió a la palestra para defenderla lamentando los soeces insultos. “No puede haber una gran política, sin elegancia”, escribió en su carta abierta a Le Monde. Vespertino éste cuya corresponsal en España sigue cantando loas a ETA, cada vez que comete un atentado, sin que nadie proteste. Salvo yo, y en balde.

En Internacional

    0
    comentarios