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Daniel Rodríguez Herrera

¿Qué diferencia a Google de Telefónica?

Google y Telefónica son lo mismo: intermediarios entre nosotros y ese vasto océano de información y servicios que es internet. Si se quiere regular a uno, inevitablemente se terminará regulando al otro. Y si no, al tiempo.

La razón de fondo que alegan los defensores a ultranza de la imposición por ley de la llamada "neutralidad en la red" es que resulta necesario obligar a las operadoras a respetar el funcionamiento actual de internet para proteger la innovación en lo que podrían llamarse los extremos de la red, es decir, aquello que se conecta a ella. Por ejemplo, los servicios y aplicaciones web o herramientas como Skype.

El problema de esta aproximación, que a primera vista suena tan razonable, es que olvida que para poder fomentar esa innovación en los extremos de internet debemos eliminarla en buena medida dentro de la propia red. La imposición de la neutralidad impediría cambiar muchas cosas en las redes de telecomunicaciones: sin duda, muchas de ellas serían negativas para los usuarios, y por tanto terminarían siendo desechadas por éstos mediante el viejo método de votar con los pies y llamar a la puerta de la competencia. Pero algunas podrían ser beneficiosas, e imponiendo la neutralidad impediríamos que pudieran desarrollarse.

Desgraciadamente, muchos no entienden este problema, porque es mucho más sencillo apreciar la innovación en productos finales, como son los sitios web, antes que en bienes más intermedios como puedan ser las redes. De ahí que venga tan bien la denuncia de tres sitios web, uno de ellos propiedad de Microsoft, contra Google por abuso de posición dominante. Lo que quieren es que sea público y transparente el modo en que se ordenan los resultados de las búsquedas en Google ya que éste tiene alrededor del 90% del mercado en Europa, y un pequeño cambio en el algoritmo puede significar para una empresa que dependa de la web perder un porcentaje brutal de sus visitantes.

El razonamiento de quienes proponen lo que han llamado "neutralidad en la búsqueda" es tremendamente familiar. Los buscadores deberían seguir principios imparciales que dependieran solamente de la relevancia, principios que deberían ser públicos. Además, se debería prohibir que pusieran sus propios servicios en posiciones relevantes de las búsquedas, como ha hecho Google con su función "Universal Search", que coloca su servicio de mapas cuando buscas una dirección o su comparador de precios cuando se escribe cualquier producto. ¿La razón? Pues que no estar en los buscadores es casi lo mismo que desaparecer de internet. En la práctica, es casi lo mismo que esa posibilidad con la que nos asustan quienes quieren regular la red, la de que puedan desconectar a sitios web que no paguen un extra a las operadoras.

Si quienes apoyan la neutralidad en la red se creyeran realmente sus argumentos, tendrían que estar también a favor de la neutralidad en la búsqueda. Pero el problema aquí es que resulta mucho más sencillo verle el truco al razonamiento. Si Google dijera públicamente cómo ordena los resultados y no pudiera cambiar esa orden, ni integrar otros servicios suyos, sería un producto mucho menos útil. Miles de creadores de sitios web los modificarían para aparecer los primeros en determinadas búsquedas, que quedarían ahogadas en resultados basura haciéndonos regresar a los días en que encontrar algo en internet resultaba una misión imposible. Encontrar respuesta a nuestras preguntas nos llevaría mucho más tiempo. Y Google (o Bing) carecerían de libertad para mejorar su servicio como han hecho hasta ahora.

Esencialmente, Google y Telefónica son lo mismo: intermediarios entre nosotros y ese vasto océano de información y servicios que es internet. Si se quiere regular a uno, inevitablemente se terminará regulando al otro. Y si no, al tiempo.

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