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EDITORIAL

Abortar vida y libertad

No contento con una ley del aborto que pretende convertir en "derecho" lo que no es otra cosa que la mortal agresión a una vida humana inocente, el Gobierno también parece dispuesto a acabar con un principio fundamental como es la libertad de conciencia

No contento con su polémica reforma de la ley del aborto que pretende convertir en "derecho" lo que no es otra cosa que la mortal agresión a una vida humana inocente, el Gobierno de Zapatero también parece dispuesto a acabar con un principio fundamental como es la libertad de conciencia, en este caso, la de los médicos.

Así, al menos, parece deducirse de las palabras del ministro de Justicia, Francisco Caamaño, quien este miércoles ha rechazado la creación de un registro de médicos y sanitarios que quieran objetar a la Ley del Aborto por motivos éticos. Para Caamaño "en nuestro país no hay más objeción de conciencia que aquella que está expresamente establecida en la Constitución o por el legislador en las Cortes Generales. Todos estamos sometidos a la ley. Las ideas personales no pueden excusarnos del cumplimiento de la ley, si no, nos llevaría en muchísimos temas, en éste y en otros muchos, a la desobediencia civil".

A la luz de sus palabras, podríamos pensar que Caamaño es un entusiasta defensor del positivismo jurídico, de esos que harían las delicias a cualquier régimen totalitario. Sin embargo, Caamaño no pasa de ser un ministro de Justicia que ignora una jurisprudencia del Tribunal Constitucional que desmiente rotundamente sus palabras respecto a que "en España no hay más objeción de conciencia que aquella que está expresamente establecida en la Constitución o por el legislador en las Cortes Generales".

Precisamente con ocasión de un recurso planteado contra la ley del aborto, el Tribunal Constitucional, en su sentencia de 11 de abril de 1985 dejó meridianamente claro que, "por lo que se refiere a la objeción de conciencia, existe y puede ser ejercida con independencia de que se haya dictado o no tal regulación. La objeción de conciencia forma parte del contenido del derecho fundamental a la libertad ideológica y religiosa reconocido en el art. 16.1 C.E y, como este Tribunal ha indicado en diversas ocasiones, la Constitución es directamente aplicable, especialmente en materia de derechos fundamentales".

El exabrupto de Caamaño ha sido tan grande y su voluntad liberticida tan evidente, que el propio Ministerio de Justicia se ha visto obligado a emitir a última hora de la tarde de ayer un comunicado en el que trata de corregir al ministro, eso sí, con el máximo disimulo. En él básicamente se dice que en la reforma de la ley "nada se dice sobre la objeción de conciencia, por lo tanto, el Gobierno no tiene la más mínima voluntad de alterar la situación actual". Y que el ministro de Justicia se limitó a afirmar "que deberá ser regulada por las Cortes Generales, para evitar, también así, que la objeción de conciencia, en general, pueda confundirse con la desobediencia civil.

Al margen de que, tal y como ha dejado asentado el Tribunal Constitucional, esa regulación no es necesaria "para que la objeción de conciencia no sea confundida con la desobediencia civil", y que la "situación actual" es precisamente la de respeto a la objeción de conciencia de aquellos médicos que no quieran practicar abortos ni siquiera en los casos despenalizados, no debemos olvidar que las polémicas declaraciones del ministro se producen, precisamente, a raíz de la posibilidad de crear un registro de médicos y sanitarios que quieran objetar a la Ley del Aborto por motivos éticos.

Por tanto, si en el ánimo del Gobierno y de su ministro de Justicia está la de respetar la objeción de conciencia en este terreno, e incluso protegerla con una regulación y un registro para que no sea confundida con la desobediencia civil, ¿a qué santo vienen las palabras de Caamaño, salvo para dejar constancia de su ignorancia de la jurisprudencia de nuestro Tribunal Constitucional? ¿A qué santo invocar y poner de ejemplo la reciente sentencia del Tribunal Supremo que ha denegado la objeción de conciencia en la asignatura de educación para la ciudadanía?

Así las cosas, debemos concluir afirmando que sólo se puede tratar de un globo sonda destinado a pulsar a la opinión pública ante un intento, no ya de regular, sino de desproteger, no sólo la vida de los que aun no han nacido, sino también la libertad de los que ya lo han hecho.

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