Menú
EDITORIAL

Esa izquierda que odia

Esta izquierda radical es capaz de intentar aprovechar cualquier circunstancia para machacar a sus adversarios y sacar rédito político

Lamentablemente, la actualidad nos ha dado en los últimos días dos buenas oportunidades de comprobar que en España ‘disfrutamos’ de un sector de la izquierda que vive instalado en el odio, en un sectarismo que va mucho más allá de la lógica confrontación política e ideológica, hasta terrenos en los que el adversario es despreciado y se convierte en enemigo, un enemigo contra el que todo vale.

El primer caso fue, como habrán podido imaginar, la triste noticia del fallecimiento de Rosalía Mera, en la que los sindicalistas de CCOO en Castilla-La Mancha protagonizaron una reacción deplorable cargada de una falta de respeto y de un desprecio bajo los que era imposible ocultar la alegría que la muerte de un ser humano les producía. Era quizá la reacción más significativa, pero no la única que se producía en unas redes sociales en las que se pudo ver mucho odio hacia una persona cuyo único pecado fue tener un singular éxito en esta vida.

El segundo acontecimiento ha sido el accidente sufrido por la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, que pese a su gravedad y a la alarma generada en un primer momento, afortunadamente no ha sido mortal.

De nuevo los mensajes en Twitter han permitido conocer la materia moral de la que están hechos muchos ciudadanos anónimos, pero también personajes con cierto peso en la vida pública como el cómico, o lo que sea, Máximo Pradera o, peor todavía, el político comunista Gaspar Llamazares.

Pero si pensábamos que gracias a las redes sociales lo habíamos visto todo, este jueves una manifestación de presuntos trabajadores –dada su actitud es muy difícil creer que son profesionales de la Sanidad- del hospital en el que está ingresada Cifuentes, nos mostraba hasta qué punto puede llegar un lobby de izquierdas que se cree hasta con el derecho divino de decidir quién debe ser atendido en un hospital público y quién no, y eso que presumen de defender una Sanidad "para todos" que, en vista de lo ocurrido, debe ser sólo "para los nuestros".

Como vemos, esta izquierda radical es capaz de intentar aprovechar cualquier circunstancia para machacar a sus adversarios y sacar rédito político, pero lo que no se puede negar es que elige bien a sus enemigos. En el caso de Mera el odio sindical tiene una razón tan oculta como obvia: la vida esa mujer de modestísima cuna es la mejor refutación posible de su esquema ideológico y la demostración clara de que el capitalismo es el único sistema económico en el que, con mucho esfuerzo y si se cuenta con las suficientes habilidades, una pobre costurera puede acabar sus días como la mujer más rica de España.

Cristina Cifuentes es, por su parte, una rara avis en el mundo de la política y, en especial, entre la derecha: inteligente, valiente, con las ideas claras, moderna en el buen sentido del término y, sobre todo, sin ningún complejo a la hora de dar la batalla ideológica y de defenderse a sí misma y a sus votantes. Un auténtico peligro, en suma, para una izquierda que se encuentra mucho más a gusto frente al habitual político popular acomplejado y sin demasiadas convicciones.

Seríamos injustos si no reconociésemos que se trata de actitudes minoritarias incluso dentro de la propia izquierda, pero tampoco los políticos o los líderes de opinión supuestamente más moderados se enfrentan a estas y otras muestras de violencia verbal o física con la contundencia que sería deseable. Recuerden, por ejemplo, la lamentable actitud de IU o el propio PSOE frente a los acosos que sufrieron miembros del PP a manos de los energúmenos de la PAH.

Unos porque se creen con derecho a todo y otros porque esperan sacar tajada, lo cierto es que el déficit moral de buena parte de nuestra izquierda cada día es más evidente.

Temas

En España

    0
    comentarios