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EDITORIAL

Fracazo Ezcolar, con Z de Zapatero

Incluso a un presidente del Gobierno que se jacta de su mala dicción y que se caracteriza por la sistemática tergiversación del lenguaje le deberían resultar vergonzosos los desastrosos resultados obtenidos por los alumnos españoles en el informe PISA

Incluso a un presidente del Gobierno como Zapatero, que se jacta de su mala dicción y que se caracteriza por la sistemática tergiversación del lenguaje, le deberían resultar vergonzosos los desastrosos resultados obtenidos por España en el informe del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA 2006) publicado este martes. El nivel obtenido por nuestros alumnos apenas varía en ciencias respecto al logrado en 2003, mientras que en matemáticas y, sobre todo, en comprensión lectora desciende dramáticamente. En este apartado esencial España ocupa, grosso modo, el 25º puesto de los 28 países de la OCDE con datos. Por debajo de España sólo están Grecia, Turquía y México.

Frente a esta dramática realidad, Zapatero ha tenido la desfachatez de oscilar entre quitarle importancia o atribuir las culpas del fracaso a los padres. No otra cosa es afirmar que "todos los sistemas educativos han de ser analizados en función de la evolución y de donde ha partido cada uno", para, a continuación, afirmar que "lo que más determina la educación de cada generación es la educación de sus padres, junto a la que recibe en el sistema educativo".

Además de que la calidad de un sistema educativo se mide precisamente por la capacidad para evitar, entre otras cosas, que una mala formación de los padres determine la de los hijos, este informe ya analiza la evolución de los diferentes países, y el dato más dramático que arroja es precisamente que España ha sido el país que más puntos ha bajado en el test de comprensión lectora entre 2000 y 2006, tanto en términos absolutos (32) como relativos (un 6,4%).

No menos significativo es que, dentro de España, comunidades que tradicionalmente habían registrado una posición favorable respecto del resto, como Cataluña y el País Vasco, pasen a ocupar las últimas posiciones.

En lugar de reflexionar sobre los efectos nocivos de esa pedagogía progresista que erradica el valor del merito y del esfuerzo en la enseñanza; en lugar de reflexionar sobre los efectos de las liberticidas inmersiones lingüísticas, o de la misma falta de libertad de los padres para elegir el centro y el tipo de educación para sus hijos, el presidente del Gobierno hace unas declaraciones que sólo son comprensibles para quienes ya conocen su capacidad para eludir responsabilidades.

En España

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