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Emilio Campmany

El poeta de la soledad

Olviden las preocupaciones, alejen sus peores temores, ahuyenten las pesadillas que al fin traigo una buena nueva. La unidad de España está salvada.

Albricias, albricias. Olviden las preocupaciones, alejen sus peores temores, ahuyenten las pesadillas que al fin traigo una buena nueva. La unidad de España está salvada. Nada ha de temer la patria porque la nación al fin tiene a su salvador. Los soberanistas, independentistas y secesionistas encontraron un inesperado azote, un insospechado titán al que no podrán vencer ni superar y al que más pronto que tarde tendrán que rendirse. No trae para ellos la muerte, que más quisiera el patriota separatista que ser mártir de la independencia. No les amenaza con la pobreza que, a fin de cuentas todo buen nacionalista sabe que en la Tierra Prometida no hay néctar ni ambrosía, sino hiel y desierto que costará decenios convertir en vergel. No les augura la división porque el segregador asume siempre la cizaña que la segregación siembra.

El nuevo Guzmán el Bueno que ha encontrado España les condena a lo que ni el más robusto payés abarretinado, por soberanista, independentista y secesionista que sea, jamás podrá por mucho tiempo aguantar, la soledad. Y no lo ha hecho con la sencillez castellana o la nobleza aragonesa, una y otra crudas al reflejar la realidad. Lo ha hecho recurriendo a la más dulce de las poesías, con el lirismo propio de un poeta andaluz de ahora. Lean si no y díganme: "Quien pretenda desunir a este país se encontrará únicamente con la soledad". Mas tiembla. A Duran i Lleida le ha dado un ataque de ansiedad. Y en la Esquerra se plantean la disolución. Albricias, compatriotas, la nación está a salvo.

¿Y con qué arma cuenta este nuevo Cid? ¿Qué Tizona podrá enarbolar a lomos de su Babieca? La única con la que se podría vencer esta batalla: "No hay voluntad democrática superior que respetar la Constitución y las leyes". Ya era hora que un valiente subiera a la tribuna y lo dijera. La Constitución es el escudo de la sagrada unidad, esa que nos hace más fuertes, más capaces y más libres. ¿Y quién podía hablar a la vez con tanto lirismo y tanto tino? ¿Quién será ese inesperado padrino que nuestra maltrecha Constitución ha encontrado? ¿Quién es quien le abrirá los ojos a los catalanes y los guiará hasta que retomen la senda constitucional? ¿Quién por último nos devolverá la ilusión de llamarnos españoles? Ese hombre es ese que ustedes saben. Ese que hasta este hoyo nos trajo y ahora nos dice cómo salir de él, con esa Constitución y esas leyes a las que tanto ultrajó, violentó y de las que tanto se mofó. Ese que se empeñó en aprobar un estatuto de Cataluña groseramente inconstitucional, ese que rindió el Estado de Derecho a una banda terrorista, ese que dudó de que fuéramos una nación. Pues ese es el que va ahora y con impecable rostro granítico nos dice que nos salvaremos con la Constitución y las leyes. Chsss... Mejor no nombrarlo. Jesús, qué cruz, lo que hay que aguantar en estas últimas horas de España.

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