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Encarna Jiménez

Salvar el honor

La entrevista con José María Aznar, presidente en funciones, que, en directo, realizó Juan Pedro Valentín el lunes será, probablemente, una de las más seguidas en televisión por partidarios y enemigos del Partido Popular. El jefe de informativos de Telecinco, la cadena menos amiga del partido que nos deja por voluntad de los españoles, ha sido la agraciada con una comparecencia a pecho descubierto que, paradójicamente, coincidía en horario con el telediario de TVE en el que todavía Urdaci hacía de presentador.
 
Además de la oportunidad informativa que ha tenido Valentín para revalidar su puesto con una entrevista en la que no se dejó nada en el tintero que pudiera ser vital para lo que ha ocurrido en España en los últimos días, lo que quedó claro es que Aznar está muy afectado por los últimos acontecimientos, algo que se percibía en su semblante, en la cabeza ladeada y en sus declaraciones. Sin embargo, había un mensaje claro que quizá iba más dirigido a sus votantes y sólo en segundo término a intentar convencer al contrario de que, a la larga, se entendería que la lucha antiterrorista y, de todos los terrorismos, era un empeño que tiene momentos más que duros y trágicos, pero en la que hay que persistir a nivel nacional e internacional.
 
Lamentablemente, en las campañas electorales se juega con esquemas que la realidad hace volar por los aires, y una de ellas es pensar que no hay que ir a debates, entrevistas en directo y visitar la casa del que se piensa enemigo, o no afín, para defender sus posturas. Aznar, en esta ocasión, ha querido cargar sobre sus hombros la responsabilidad del Gobierno y del Partido Popular en todo lo que ha ocurrido estos días y, sobre todo, defender la honorabilidad y no quedar como mentirosos.
 
Varias ideas quedaron plasmadas en una entrevista de especial interés: que Aznar quería asumir la responsabilidad de la derrota electoral, que no se niega -todo lo contrario- a dar la cara, y que quiere devolver la moral a los más de nueve millones de votantes que han seguido confiando en su partido.
 
Además de celebrar que este tipo de acontecimientos informativos se produzcan, es de lamentar que tenga que ocurrir un cataclismo para que los políticos vayan al encuentro del público sin las muletas de los jefes de campaña; que un político se retrate en las peores circunstancias y sometido a las preguntas más incómodas. Valentín, en este caso, no se ahorró ninguna de las que pudieran ser vitales, y no hizo falta un plató con dos sillones y ambiente de penumbra: mesa de redacción, imágenes en el fondo, copa de agua perdida y preguntas en directo y sin apaño fueron el marco de una doliente pero firme presencia de Aznar en la televisión que le ha sido menos favorable. Es, quizá, el primer signo de una cruzada, quizá tardía, que el presidente en funciones ha comenzado para salvar el honor y abrir lo que puede ser, a partir de ahora, una política de comunicación manifiestamente mejorable.

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