“A dos metros bajo tierra” es una serie americana que, tras su estreno en “La 2” de TVE, no ha recibido más que parabienes. La sirven los martes por la noche –de momento- haciendo pareja con “Las chicas de Gilmore”, otra comedia estadounidense que no merece demasiado comentario, pues en España estamos ahítos de series de adolescentes, saliendo o entrando en clase.
La gracia de la telecomedia estriba, sobre todo, en los guiones, firmados por Alan Ball, que saltó a la fama cinematográfica con “American Beauty”, y tiene cierto paralelismo con “Los Soprano”, una serie de culto que sigue las peripecias de una familia mafiosa. En el caso de “A dos metros bajo tierra”, los protagonistas son los miembros de una familia propietaria de una empresa funeraria, lo que da pie a explotar un humor negro que, si estuviera situada en España, enlazaría con algunas películas de Berlanga y tendría en “Funermostra”, la feria valenciana dedicada al mundo del ataúd y sus complementos, un escenario adecuado.
La extravagante familia, que recuerda en parte a los componentes de la mítica “Soap”, incluido homosexual, intenta sacar adelante, entre chistes macabros y situaciones absurdas, una empresa que se anuncia en televisión, lo que da lugar a poner anuncios publicitarios que son un guiño a las cortes de los “spots”, lo que no deja de tener su gracia.
Algunos han comparado “A dos metros bajo tierra”, ganadora de seis premios Emmy el pasado año, con los Simpson y algo hay de eso, salvo que los dibujos de la familia amarilla son los que dan la vida a Antena 3, mientras que los féretros de la cadena, ahora de Lara, sólo arrastran penas. Esta semana, dos de las series de producción propia que habían puesto en marcha en las últimas semanas, “El pantano” y “Un lugar en el mundo”, han sido enterradas y, seguramente, con menos humor que el que emplea la familia Fisher al enterrar cadáveres. La muerte le sienta bien a “La 2” y es un castigo para Antena 3, especialista en rematar a la primera de cambio sus propios proyectos.
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