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Eva Miquel Subías

Veneno en la piel

Esta semana se inició polémica por una descarnada crónica de 'El País' que llevaba por título "Chacón & Compañía" y por la que algunos tuiteros ilustres como Jordi Sevilla pusieron sus 140 caracteres en movimiento para hacer constar su indignación

Aquí al ladito lo tenemos. Trigésimo octavo Congreso del PSOE, en apenas treinta y seis horas, y todavía no está claro quien asomará su cabeza el próximo lunes por la calle de Ferraz para tomar asiento y empezar a caminar de nuevo. Para reinventarse, en definitiva.

No se descarta, a pesar de que va perdiendo fuelle, una tercera opción. Ni siquiera la lanzada por uno de los actuales adversarios para así desinflar al oponente y acabar por hacer maniobras y piruetas de acercamiento posteriores. 
 
Esta semana se inició polémica por una descarnada crónica de El País que llevaba por título "Chacón & Compañía" y por la que algunos tuiteros ilustres como Jordi Sevilla pusieron sus 140 caracteres en movimiento para hacer constar su indignación. Lo achacaban algunos a la larga y oscura mano de su contrincante que empezaba a dar sus primeros zarpazos.
 
Está claro que ambos están atravesando la fase clásica, la del capítulo X de El Príncipe: "Cómo se han de medir las fuerzas de todos los principados".
 
Y ya que la ausencia de proyectos e ideas es más que palpable y algo francamente preocupante y desolador para cualquier español, -sea éste o no simpatizante de la izquierda española- los militantes socialistas no van a tener más remedio que debatirse entre el maquiavelismo convencional o el marketing actualizado de la nada.
 
Mi teoría al respecto del que acostumbra aparecer victorioso en cualquier formato congresual es siempre la misma: el que, en definitiva, conserve menos cadáveres en su armario, suele tener más posibilidades de éxito. Sin embargo, no siempre se cumple. Ya que, en función del perfil del contrincante, siempre hay algún muerto viviente. Y éstos renacen y se reconvierten en función de sus intereses más inmediatos haciendo malabarismos de alcoba. 
 
Felipe González hizo su aparición estelar para arriesgar bien poco. Optó, en definitiva,  por "uno de los nuestros". El apoyo a Alfredo Pérez Rubalcaba es más conservador que el apoyo a aquella joven promesa que aceleró en mitad de la curva. María Teresa Fernández de la Vega, por su parte, se dejó ver de color rosa chicle Bang-Bang al lado de la candidata. El territorio está marcado. 
 
En un gesto más estudiado que el movimiento de ceja de José Luis Rodríguez Zapatero, Carme Chacón se ha dirigido a todas las mujeres para espetarles que el paso que ella ha dado "nos concierne a todas", al tiempo que se ha pronunciado en contra del Pacto Fiscal. Como si su adversario se dirigiera a todos sus compis generacionales y con problemas capilares para advertirles que su carrera hacia la Secretaría General va por ellos. Argumento absurdo. Y tremendamente tramposo. Aunque en el caso de la joven Carme, pudiera ser efectivo. 
 
Y es que lo de ser mujer, joven y catalana podría tener su gancho si todo ello fuera arropado por una capacidad de liderazgo, personalidad, proyecto propio e innovador e ideas refresantes y estimulantes. Pero si me permiten, lo único que ven mis ojos es a una mujer cuya credibilidad es dudosa, sus gestos ante la cámara nada convincentes y sus proyectos de regeneración, demasiado ajustados al spot de turno. 
 
Así que entre esta opción y la del socialismo superviviente de hace una treintena, no saben cómo me alegro de no verme en la tesitura de elegir entre ambos. 
 
Aquí puede pasar de todo, señores. Con lo que la seducción a corto puede dar resultado. Y como cantara Auserón, dicen que tienes un tacto divino y quien te toca se queda con él. Podría ser, podría ser.

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