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Iowa

El 21% de votos para Ron Paul, en tercera posición, resulta algo enigmático. Ratifica el desconcierto de la familia republicana, porque con sus radicalismos es el inelegible por excelencia.

Iowa nunca nombra, aventa. Esta es la extraña frase con que los comentaristas americanos describen la función del caucus de dicho estado. Tiene baja capacidad predictiva sobre quién va a ser el candidato definitivo –especialmente entre los republicanos–, pero sirve para separar el grano de la paja; en realidad para eliminar a alguno que otro. De momento a Michele Bachmann, que con un 5% de votos anuncia que tira la toalla. Sin embargo, el último en discordia del septeto de debatidores, Huntsman –exgobernador del estado de Washington y embajador en China–, ni siquiera se presentó, pero está dispuesto a seguir adelante.

Significativamente, Bachmann tuvo su primer éxito en ese estado, en una especie de verbena-encuesta electoral en Ames el pasado verano, lo que la colocó brevemente a la cabeza del grupo. Otros cuatro la han seguido en ese puesto en los sucesivos sondeos en Iowa, tres de ellos en sólo el último mes. Santorum no lo había conseguido hasta ahora, pero lo hace en el momento más oportuno, al empatar inopinadamente con el favorito Romney. Venía subiendo en los últimos días, pero el empate a 25% con éste ha resultado una sorpresa. Todas estas peripecias no hacen más que resaltar la limitada fiabilidad de esta primera cita con el electorado de un partido, aunque hay que señalar que las asambleas republicanas, que eso son los caucuses, están también abiertas a los que se declaran independientes. Por todo ello, no es extraño que haya quien pida que la consulta sea abolida. Sólo haría falta que los aspirantes hicieran como Huntsman este año. En el 2008 Giuliani, el excalde de Nueva York, favorito entonces para optar a la candidatura republicana, decidió que no valía la pena invertir tanto esfuerzo y dinero en tan diminuto empeño y se abstuvo, pero pereció en el intento, o más bien en la ausencia del mismo. Romney se gastó en aquel entonces diez millones de dólares y no le sirvió para nada. Lo que a todo el mundo atrae es la descomunal atención mediática, que magnifica éxitos y fracasos.

Romney ha vuelto a gastarse un dineral y ha quedado en cabeza, ex aequo, con el mismo número de votos que en el 2008 lo dejaron por detrás de Huckabee, un conservador que no fue a ninguna parte. En la próxima primaria, con auténticas votaciones, la de New Hampshire, las encuestas lo sitúan claramente en cabeza. Los dos éxitos sumados cuentan. Pero ahora lo que se resalta es que el 75% no lo votó, a pesar de que se le reconoce como el más elegible, frente a Obama, claro está, la más importante cualidad de un candidato para su partido. Esa distribución de votos expresa perplejidad y notable insatisfacción con el personaje. Santorum, catalogado como conservador social, hombre sin tacha y con buen historial político, se esboza como posible rival, pero con un muy arduo camino por recorrer para materializar esa posibilidad.

El 21% de votos para Ron Paul, en tercera posición, resulta algo enigmático. Ratifica el desconcierto de la familia republicana, porque con sus radicalismos es el inelegible por excelencia. Una parte debe ser un voto de protesta contra la ausencia de un candidato plenamente satisfactorio. Con sólo el 13%, Gingrich, primero de la clase hace un par de semanas, se dice dispuesto a la pelea. Perry, el exitoso gobernador de Tejas, y gran esperanza en un momento, se lo va a pensar. Bachman ya lo ha hecho.

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