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Lecciones aprendidas

La guerra también ha dejado en evidencia la debilidad militar de Europa. Francia y el Reino Unido lograron reunir unas cuantas fuerzas, incapaces de obtener resultados positivos sin el apoyo de Estados Unidos.

Al final, la historia puede acabar mejor de lo que se esperaba. Hasta hace bien poco parecía que la aventura libia se iba a eternizar: Noruega había retirado sus cazas e Italia un portaaviones; los oficiales británicos advertían sobre los riesgos de tensar al límite el despliegue en Libia; los países de la coalición internacional sufrían y se quejaban del desgaste financiero de la campaña.

Pero Gadafi ya no es el jefe de Libia por el reconocimiento masivo del Consejo Nacional de Transición de Bengasi como el único Gobierno del país. No obstante, la violencia y la muerte seguirán presentes en Trípoli en los próximos días. Sin embargo, ya se puede mirar atrás y sacar algunas lecciones.

La naturaleza "humanitaria" de la intervención militar y la "responsabilidad de proteger" como excusa para imponer una zona de exclusión aérea "legitimaron" a un puñado de países –muchos menos de los que están implicados en Afganistán o lo estuvieron en Irak– a ayudar a derrocar a un régimen recurriendo a la intensificación de los ataques aéreos, combinado con el suministro de armas, y envío de instructores y dinero a unos rebeles no del todo conocidos. Algunos apuntan a una intensificación de este tipo de "intervenciones humanitarias", ya que Libia ha abierto la caja de Pandora, pero la crisis económica y financiera de los países occidentales no parece acompañar en estos momentos.

La guerra también ha dejado en evidencia la debilidad militar de Europa. Francia y el Reino Unido lograron reunir unas cuantas fuerzas, incapaces de obtener resultados positivos sin el apoyo de Estados Unidos. La intervención militar en Libia fue consecuencia del empeño de Sarkozy, que quería dejar de lado sus embarazosas amistades tunecinas y egipcias, y el estrepitoso fracaso de su Unión por el Mediterráneo; le siguió Cameron, que quiso comportarse como líder de una gran potencia; y ambos arrastraron a Obama a un lugar que no entraba dentro de los intereses Estados Unidos. Necesitan su poderío aéreo y su inteligencia, y al final Washington se embaucó tratando de mantener un perfil bajo. Lo hizo con la aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero no la del Congreso de Estados Unidos, violando los principios de la doctrina Powell-Weinberger. En el otro lado del Atlántico analizan cómo puede afectar este hecho a la política exterior norteamericana y a sus futuras acciones.

En cuanto a la premisa de No boots on the ground contenida en las resoluciones de las Naciones Unidas y repetida hasta la saciedad por la coalición internacional, puede que algunos se la tengan que tragar. Tras la "intervención humanitaria", ahora hay que hacerse responsable de la situación que se deja. Y muchas voces ya están pidiendo una nueva resolución de la ONU y el despliegue de una misión internacional en la que no se descartan los efectivos militares. Tendrán que ayudar a un país que ha sufrido una guerra con un claro derrotado –Gadafi, su familia, y los apoyos del régimen– pero sin un claro ganador.

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