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GEES

Modernización obsoleta

En el mismo instante en que el Ministerio de Defensa español celebra a bombo y platillo la entrega del primer carro de combate Leopard II que se fabrica en nuestro país, el Ministro de Defensa alemán se devana los sesos para saber que hacer con los cientos de carros Leopard II que le sobran en su Ejército. El programa Coraza es probablemente el mejor ejemplo de cómo los intereses industriales, son mucho más poderosos en la definición de la política de adquisiciones de defensa que las necesidades estratégicas de nuestras Fuerzas Armadas.
 
El carro de combate tradicional es hoy un sistema puesto en tela de juicio en todo el mundo. Por un lado, su excesivo peso lo convierte en un arma difícilmente proyectable para operaciones alejadas de sus bases. Por otro, su escasa movilidad y su gran volumen lo convierten en un blanco cada vez más vulnerable en el campo de batalla actual. Esto no significa que no siga teniendo utilidad, como ha demostrado la reciente guerra de Irak, pero su presencia en el campo de batalla ha dejado de ser tan determinante y tenderá además a reducirse aún más en el futuro.
 
No era por tanto un nuevo carro de combate la necesidad más urgente de nuestras Fuerzas Armadas. En todas las operaciones en las que han participado nuestros ejércitos en la última década jamás se ha desplegado un solo carro de combate. Gastarse ahora dos mil millones de euros en un carro de nueva generación es invertir nuestros muy escasos recursos en un sistema innecesario y progresivamente obsoleto.
 
El nuevo Ministro de Defensa ha confirmado su voluntad de proseguir con los ocho programas principales de defensa que heredó del Gobierno Aznar. La promesa resulta poco creíble porque no está claro que el PSOE vaya a poder generar los 20 mil millones de euros que supone el conjunto de estos programas. Pero en todo caso, el cambio de Gobierno debería servir para hacer una revisión sobre la prioridad estratégica de algunos de ellos. El Leopard debería haber sido el primero, aunque es probable que el que termine siendo cuestionado sea el avión de combate EF-2000 por motivos que vienen de fuera de nuestras fronteras.
 
Los intereses industriales y políticos en torno a todos estos programas son enormes. Sin embargo, estos programas pueden terminar siendo una trampa para las propias industrias que los fabrican si los sistemas que desarrollan no tienen ningún futuro en el mercado. A las empresas debería preocuparles que el Gobierno se comprometiera a mantener una financiación estable, pero el tipo de sistemas debería basarse en las necesidades reales de los ejércitos y no en meros intereses políticos e industriales de corto plazo.

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