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Mucho más sobre Irak

Si la Inteligencia se equivocó sobrevalorando las armas de destrucción masiva, erró de plano subestimando escandalosamente la pecaminosa relación entre el estado terrorista laico y los píos terroristas de aspiraciones califales.

Mucho más oiremos pero también mucho más vamos sabiendo sobre los orígenes de la guerra. Pronto se abrirá el debate sobre la segunda parte del Informe del Comité de Inteligencia del Senado, el informe Silverman/Robb. La primera, presentada ahora hace un año, sobre lo que la Inteligencia americana conocía, o creía conocer, acerca de las Armas de Destrucción Masiva en manos de Sadam dejó claro que no era gran cosa pero que, con todo, le parecía suficiente como para no abrigar dudas respecto a que Sadam poseía armas químicas y biológicas y trabajaba con ahínco para desarrollar las nucleares, así como misiles de alcances prohibidos por las resoluciones de la ONU. Y esa convicción se reflejaba en los documentos que enviaba al Gobierno. Quedó igualmente claro que éste no presionó a sus espías y no forzó a ninguno a decir lo que no pensaba.

Que nunca segundas partes hayan sido buenas es la gran esperanza demócrata. Se acercan las elecciones del mid-term y cuentan con que el nuevo informe contribuya a enturbiar las aguas. Y no es para menos porque ha de versar sobre el uso político que la Administración hizo de los datos y estimaciones que le proporcionaban los servicios de información. Todo secreto ha dejado de serlo, miles y miles de papeles han sido minuciosamente examinados y ahora toca cotejar los textos de agentes y analistas con los de los discursos públicos. Frase a frase, adjetivo por adjetivo. ¡Ay del menor desvío, de la más mínima diferencia de tono entre el circunspecto lenguaje de unos y el enfático de los otros! Vidrioso empeño, por su misma naturaleza hiperpolitizado y superpartidista.

Los demócratas, pobrecillos inocentes, fingirán no saber que toda guerra necesita su propaganda, que todo discurso político tiene una dimensión publicitaria, venga de donde venga y vaya a donde vaya. Se olvidarán también de que la inteligencia no trabaja para el gran público ni para deleite de los medios de comunicación sino exclusivamente para los gobiernos. Del exhibicionismo que con sus productos se ha hecho difícilmente puede salir algo bueno. Lo que sus rivales republicanos sí recuerdan muy bien es que antes que para ellos la CIA y cía trabajaron para Clinton y que ambos lados del espectro político opinaron e hicieron discursos sobre el peligro que Sadam suponía, diciendo durante años casi exactamente las mismas cosas en casi exactamente los mismos términos.

El staff republicano del Comité de Inteligencia ha preparado más de quinientas parejas de frases, una extraída de documentos reservados, la otra del discurso público, pero sin revelar la autoría. El bonito juego de quién dijo qué y cuándo, quién fue más radical en la denuncia de la amenaza. El periódico conservador The Washington Times viene haciendo algo parecido en su sección editorial desde hace meses, aunque con nombre y apellidos. Pero no es sólo esa astucia política lo que pone a la izquierda americana en una posición incómoda a la hora de hostigar a los que tomaron las decisiones que la inmensa mayoría de sus próceres apoyaron e incluso propugnaron. Se trata de que cada vez sabemos más sobre el origen de la guerra.

Hasta ahora se contaba como si en un partido sólo fuera visible uno de los equipos. Los sadamistas pusieron en práctica un plan que hizo desaparecer millones de documentos y datos informatizados pero les faltó tiempo y las tropas americanas pudieron salvar un par de millones, conservados en un almacén en Qatar, y practicaron muchos centenares de interrogatorios a militares y políticos del régimen. En estos día acaba de aparecer la parte no clasificada, más de doscientas páginas, del "Proyecto Perspectivas Iraquíes, Una Visión de la Operación Libertad Iraquí desde el Alto Liderazgo de Sadam", encargado por el Mando de Fuerzas Conjuntas a un grupo de especialistas, los cuales además han escrito un artículo sobre sus hallazgos con el título "Los Engaños de Sadam: La Visión desde dentro", que Foreign Affairs, la revista más importante del mundo en política internacional, publicará en su número de mayo/junio pero que ofrece ya en línea.

Pero todavía más importante que la reconstrucción de la guerra y su advenimiento desde el otro bando es el hecho de que cada día que pasa aparecen nuevas confirmaciones de la variada relación entre el derribado régimen iraquí y la organización de Ben Laden. El libro, casi profético, de Stephen Hayes "The Connection", publicado a mediados del 2004, no fue más que un anticipo de la masa de evidencia que se ha ido acumulando. Hayes removió CIA con Congreso, Casa Blanca y Pentágono para que se tradujesen y publicasen documentos capturados. Sus esfuerzos demuestran sin lugar a dudas que si la Inteligencia se equivocó sobrevalorando las armas de destrucción masiva, tema en el que subsisten muchos puntos obscuros, erró de plano subestimando escandalosamente la pecaminosa relación entre el estado terrorista laico y los píos terroristas de aspiraciones califales.

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