La defensa comunitaria sigue deambulando, y ya ni Ashton lo disimula. Hace aguas en la primavera árabe, y en el caso sirio busca ahora la colaboración árabe. En su descargo hemos de decir que la alta representante –poco entusiasta, por lo demás– se encontró con un entramado de seguridad europeo sin efectividad ni dirección algunas. De anteriores polvos vienen estos lodos.
Al desplome actual de la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea no es ajeno Solana. Tras las lecciones extraídas de los noventa, a él correspondía edificarla. Pero en el año 2009 Europa seguía teniendo la misma capacidad exterior que en 1999; y de paso se habían roto todas las esperanzas puestas en ella tras la caída del Muro. Esa década perdida de la política exterior europea, sin liderazgo ni empuje, estuvo repleta de comunicados, viajes y llamadas sin otro resultado que justificar la propia PESC. Su inoperancia transmitió a los socios la certeza de que la política exterior no despegaría nunca, y les convenció de que seguía siendo cosa de Estados.
Pese al fracaso de Solana, aún le dio el socialismo español una oportunidad más, al encargarle Zapatero la redacción de la Estrategia Española de Seguridad, aprobada en Consejo de Ministros en 2011. En lo positivo, el texto era una simple copia de lo que otros países ya habían escrito años atrás. En lo negativo, se daban cita en él todos los prejuicios ideológicos del socialismo: diríase que era la plasmación estratégica de la Logse que Solana aprobó como ministro de Educación allá por 1990. El texto era, a fin de cuentas, fiel a lo que el socialista ha hecho en toda su carrera: ni una buena palabra ni una mala acción.
En la época de la primavera árabe, la guerra de Libia, la crisis en Malí, el desconcierto de la OTAN, el auge del bilateralismo, el texto de Solana presentaba un carácter anticuado, inmovilista, casi trasnochado: operaciones de paz, cooperación económica, la ayuda al desarrollo, el multilateralismo o el cambio climático. Más que un texto de 2011, era un texto peligrosamente anclado en los felices años noventa. Incapaz de captar los nuevos retos a nuestra seguridad, marcaba una línea de trabajo y una agenda incapacitantes para nuestro país.
Comparado con las reflexiones de los países de nuestro entorno, el texto desorientaba más que orientaba. Pero al político socialista le volvió a valer unos cuantos minutos de gloria, elevando a documento de Estado la política buenista ejercida por su Gobierno en los ocho años anteriores.
El cambio de Ejecutivo abría la posibilidad a dejar atrás el solanismo, que tan caro ha costado a España y a Europa en términos de progreso estratégico y de seguridad. No ha sido así. Solana ha vuelto, ejerciendo de padrino de la Estrategia de Seguridad que, esta vez en serio, planea el actual Gobierno. ¿Puede España permitirse más solanismo? Nosotros creemos que no, y entender el radical giro de las amenazas a los intereses y la seguridad de España exige tener claras cuáles son las líneas de ruptura con el buenismo estratégico. La España alerta, consciente de los verdaderos riesgos del norte de África, en busca de relaciones bilaterales fuertes, con un entramado de seguridad sólido y efectivo, es lo contrario al solanismo.
Cuando la figura del incombustible político socialista es, dentro y fuera de España, equivalente a la ineficacia, al pensamiento estratégico débil, Solana vuelve. Si su papel es importante en la elaboración del nuevo texto, con tal continuismo más vale quedarse con la EES original de Zapatero: ¿para qué cambiar si nada cambia? Y si de lo que ejerce es de notable –papel que tanto le gusta–, entonces el significado nacional e internacional de su figura ejercerá de contrapeso a cualquier novedad relevante: ¿se tomaría usted en serio algo relacionado con la seguridad patrocinado por Javier Solana?
De hecho, no deja de ser curioso que, mientras en Educación se trata de desactivar el solanismo cultural y docente de la Logse, en materia de seguridad nacional se lo reactive y eleve al rango de gran gurú del pensamiento estratégico nacional.