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George Will

Un demócrata reaganiano

El tipo real debería ser 0, por tres motivos: gravar los beneficios empresariales desalienta la inversión, lo que reduce el rendimiento del capital; es un impuesto oculto que pasa hasta los clientes de las empresas; supone un doble gravamen.

"Estaba en Carolina del Sur recientemente y un tipo (negro) me trajo a su nieto y dijo que estaba muy contento de que el chico diera la mano al presidente del poderoso Comité de Financiación y Asignaciones. Y el chico cogió mi mano y preguntó qué era el Comité de Financiación y Asignaciones. Y el abuelo dijo 'no lo sé, pero es impresionante'".

Charles Rangel, citado en el National Journal

La víspera de la toma de la Cámara por los Demócratas en las elecciones de 2006, le preguntaban a Rangel, el congresista de Harlem, si quería ser tratado como Sr. Presidente. Respondió, "no quiero ser tratado de manera diferente a ningún otro líder mundial". Tiene sentido del humor y también conocimiento del lugar que ocupa en el centro del debate que rugirá al aproximarse la expiración en el 2010 de los recortes fiscales Bush.

A los 22 años Rangel era un estudiante que había colgado los libros y manejaba una camioneta en el distrito textil de Manhattan, pero también era un héroe de guerra –el "entonces" en el título de sus memorias "Y no he tenido un día malo desde entonces" significa desde Corea. A los 30 años se había graduado en el instituto, en la Universidad y en la facultad de derecho. A los 77, este hiperactivo legislador ha abierto el debate fiscal con una propuesta que sugiere algo llamativo: en dos asuntos, Rangel es un Reaganita.

Ronald Reagan se opuso a utilizar el código fiscal "como medio de lograr cambios en nuestra estructura social". Rangel –en su decimonoveno mandato, un hombre propio de la Casa de Representantes– afirma "no creo que el código fiscal deba ser sustituto del proceso de asignación económica para realizar cambios sociales". La política social debería ser, piensa, del ámbito de "comités permanentes". La pregunta para los redactores fiscales "no es simplemente qué es justo y equitativo, sino qué es bueno para la economía”.

Además, Rangel propone reducir el régimen fiscal para las empresas del 35 al 30,5%, un tipo que aún es más elevado que el tipo fiscal medio de los principales países industrializados. Rangel está dispuesto a considerar argumentos a favor de un tipo aún más reducido si se pueden encontrar ingresos compensatorios.

El tipo real debería ser 0, por tres motivos: gravar los beneficios empresariales desalienta la inversión, lo que reduce el rendimiento del capital; es un impuesto oculto que pasa hasta los clientes de las empresas; supone un doble gravamen, porque los beneficios empresariales se gravan de nuevo como dividendos. Aún así, es esperanzador que el presidente Demócrata de un comité redactor fiscal esté a favor de reducir el texto fiscal corporativo de América.

También es esperanzador que Rangel se moleste en definir (más o menos) una palabra de cuatro letras que muchos Demócratas muy raramente definen: "rico". ¿A qué nivel de ingresos es rica la gente? "Ciertamente no es 200.000 dólares", dice Rangel, que insiste que bajo su plan "muy poca gente que gana menos de 500.000 dólares" no tendría una reducción fiscal.

Quizá este sea el progresismo compasivo de un Partido Demócrata que representa al rico: la conservadora Heritage Foundation informa de que los Demócratas ocupan la mayoría de los distritos electorales del Congreso más acomodados, y que la mitad de los hogares más ricos (contribuyentes solteros que ingresan al menos 100.000 dólares y contribuyentes casados que ingresan 200.000 dólares al menos) residen en estados en los que ambos senadores son Demócratas. Rangel dice que su propuesta es "neutral desde el punto de vista de los réditos" y solamente "reordenaría" los impuestos. Mucho depende de cómo se traten permanentemente el impuesto mínimo alternativo y los recortes fiscales Bush. En cualquier caso, habrá gran cantidad de concesiones en el camino al horizonte de Rangel.

"Es embarazoso", dice Rangel, "lo que hacemos al contribuyente"; embarazoso que tantos de ellos no puedan cumplir sus deberes cívicos de pagar impuestos sin contratar a un contable profesional. Y en ocasiones, dice Rangel, "deben más al contable que al gobierno”. "Yo eliminaría todo el asunto", dice, y comienza de cero preguntando simplemente, "¿Cuánto dinero se necesita para mantener en marcha el maldito gobierno?" A continuación invitaría cortésmente a todos los grupos de interés "a tomar parte y defender sus preferencias". Piensa que "un montón de personas deberían haber olvidado" el motivo de que se extendieran preferencias, de modo que el código pudiera ser limpiado parcialmente "por defecto".

Más Madisoniano que McCainiaco, Rangel dice: "Creo que la presión mediante lobbies es algo muy bueno". Seguramente sabe, no obstante, que la reforma fiscal puede ser reforma política. La reforma debería hacer lo que se hizo en 1986: simplificar, e imponer tipos bajos, cerrando agujeros fiscales. La simplificación, en la práctica, confiscaría gran parte del capital intelectual a esos grupos de presión –son legión– que viven a lo grande a costa de persuadir al Congreso de alterar el código fiscal en beneficio de los clientes. Esa confiscación sería maravillosa.

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