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RUSIA-BOLCHEVISMO

Deportar a los pueblos caucásicos

La historia de las deportaciones de pueblos caucásicos en la época de la segunda guerra mundial se conoce de sobra. Mucho menos se sabe de los motivos de este “castigo colectivo” por parte del régimen bolchevique.

Los historiadores soviéticos, tras la condena en 1956 de los desmanes estalinistas, prefirieron atribuir el fenómeno de la deportación a la “brutalidad y salvajismo” de Stalin. Decían que deseaba “limpiar” el Cáucaso de pueblos musulmanes que a lo largo de la historia eran “enemigos” de los cristianos, tanto rusos como georgianos. Todo eso era verdad, pero una parte de la verdad. Detrás de estas acusaciones personales contra el dictador se perfilaba el deseo de ocultar lo más importante: el gran rechazo de los pueblos del Cáucaso al régimen comunista, a la dominación rusa y su incondicional apoyo a los alemanes, considerados por ellos como “libertadores”.

El movimiento guerrillero surgió en la zona en 1930, tras la imposición del método colectivo de cultivar la tierra y la formación de los tristemente célebres “koljoses” bolcheviques. Sobrevivió, en las zonas montañosas, a lo largo de los años 30 a pesar de todos los intentos de acabar con él. Este movimiento adquirió dimensiones más amplias en verano de 1942 cuando las tropas alemanas se acercaron al Cáucaso. Sólo en la república chechena actuaban más de 25.000 combatientes armados. Apoyados por paracaidistas alemanes, pudieron hacerse con varios municipios de la república. Los alemanes gozaron también del apoyo masivo de la guerrilla de los karachaevtsis, representantes de otro pueblo caucásico, que se hicieron con varios puertos en las montañas para facilitar el paso de las tropas nazis.

Los alemanes intentaron aprovechar los sentimientos antirrusos y anticomunistas de los montañeses. Fueron proclamados “aries” y aliados “naturales” de Alemania. Los nazis editaban un periódico en Berlín llamado “Gazavat” (guerra santa) bajo el lema “Alá está encima de nosotros, Hitler está con nosotros”. Patrocinaron también la creación del Partido de Luchadores Caucásicos. Este partido tenía como propósito crear un Estado de “pueblos hermanos del Cáucaso en el marco del Imperio Alemán”. Como objetivo inmediato planteaba la necesidad de “desorganizar la retaguardia rusa con actividades guerrilleras y deportar del Cáucaso a los rusos y judíos”.

El precio de la “traición” fue muy alto. En verano de 1943 el Ejército Rojo echó a los alemanes del Cáucaso y procedió a eliminar a sus colaboradores. En agosto del mismo año sólo la guerrilla chechena ofrecía cierta resistencia. Bajo este pretexto, la aviación rusa bombardeó sin piedad los pueblos de la zona, arrasando todas las viviendas. La población fue concentrada en una especie de gueto en las zonas montañosas. Un poco después, en febrero de 1944 todo el pueblo —unas 364.000 personas— fue deportado a las estepas de Kazajstán, a miles de kilómetros de su patria. Fueron deportados también otros “traidores”: 57.000 karachaevtsis, 32.000 balkares y 75.000 kalmikos. Es de destacar que entre los chechenos, la mayoría civiles —hombres, mujeres y niños— se encontraban algunos ex guerrilleros, cuyo “castigo” tenía cierta lógica. En cuanto a otros pueblos no hubo ninguna justificación para castigarles, ya que los “colaboracionistas” lograron huir a Occidente junto con el ejército alemán. Así que la gente deportada era completamente inocente.

La deportación fue una “operación brillante”, según Lavrenti Beria, el principal verdugo de Stalin. Condecoró a 714 participantes en ella, especialmente agentes de NKVD y NKGB, órganos represivos del régimen. Por supuesto, el fenómeno de la deportación no se limitó a los pueblos caucásicos. Entre los “traidores”, castigados al destierro, figuraban también 103.000 “alemanes del Volga” (residentes en Rusia desde el siglo XVIII), 185.000 tártaros de Crimea, 81.000 turcos georgianos, 97.000 ucranianos, 47.500 lituanos y 135.000 rusos, presuntos colaboradores de los nazis.

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