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Ignacio Moncada

Los últimos quemados

Lo que empiezan a pedir son sindicatos que busquen aumentar la afiliación prestando un buen servicio al trabajador, y no forrarse amenazando al político de turno mientras hunden a los trabajadores.

Zapatero se ha ganado a pulso la fama de abrasar a quien se acerca él. Los partidos de la izquierda parlamentaria terminaron calcinados después de compartir con él su primera legislatura, y lo pagaron en las urnas. En la segunda sólo saca adelante las leyes a cambio de dinero y competencias, y los apoyos ya no se hacen con votos a favor, sino con abstenciones. Los ministros que pasan por el Gobierno también acaban fundidos, y cada vez lo hacen más rápido. La descoordinación y sensación de ausencia de rumbo que imprime el Presidente a su gabinete ha provocado que los actuales ocupantes de los bancos azules del Congreso sean ceniza política. Ahora es el turno de los sindicatos. Son los últimos quemados por inducción zapaterina.

La huelga general programada por U.G.T. y CC.OO. para el 29 de septiembre ha nacido fracasada. Los propios sindicatos, conscientes de los ciudadanos les darán la espalda, han elegido un día en el que habrá manifestaciones en toda Europa para tratar de diluir el resultado. Mucha gente, a lo largo de esta crisis, se ha dado cuenta de que los sindicatos de clase no pelean por el bienestar de los trabajadores, sino por el suyo propio. Los líderes sindicales no han movido un dedo mientras el paro superaba el 20%. No les ha preocupado lo más mínimo que los trabajadores españoles se estén empobreciendo, y que hayan empezado a emigrar a otros países para buscar mejor fortuna. Lo que realmente les ha movilizado es que la insostenible situación tenga que resolverse con una reforma laboral que, aunque de forma muy tímida, casi testimonial, cuestione el asfixiante marco actual. Lo que les saca de sus sedes, en definitiva, es el miedo a que los trabajadores constaten que vivirán mejor cuando los sindicatos no sean quienes decidan por ellos.

La política económica seguida por Zapatero ha sido exactamente la que iban marcando los sindicatos. El presidente ha tenido que virar porque no sólo se había disparado la miseria entre la clase trabajadora, sino que además había llevado a España al borde de la quiebra. Pese a eso, en una alocada huida hacia adelante, los sindicatos siguen exigiendo esa política. Es lo que realmente quieren, simplemente para conservar su desproporcionado poder. Pero esta crisis amenaza con cambiar muchas cosas, y una de ellas puede ser que la gente de la espalda a estos sindicatos. Cada vez más trabajadores rechazan el modelo sindical actual, de funcionamiento heredado por del franquismo, con una clase sindical subvencionada, privilegiada y poderosa, con poder de veto. Un modelo que se ha demostrado perjudicial para los trabajadores. Y lo que empiezan a pedir es un sistema sindical deslocalizado a nivel empresarial, sin subvenciones, que no esté ligado a permanentes subidas de impuestos. Sindicatos que busquen aumentar la afiliación prestando un buen servicio al trabajador, y no forrarse amenazando al político de turno mientras hunden a los trabajadores.

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