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Ignacio Villa

Dinamitar la democracia

Las democracias ni pueden convivir ni mucho menos acostumbrarse a estos fanatismos desestabilizadores; especialmente, cuando el, hoy por hoy, primer partido de España colabora activamente con ellos en las distintas Administraciones.

La última machada del independentista catalán Joan Tardà no es una fanfarronada más. Cuando desde un partido como Esquerra Republicana de Cataluña se insiste en los ataques hacia todas las instituciones democráticas es que ciertamente quieren salir del sistema. Sin embargo, conviene recordar que Tardà y sus conmilitones disfrutan –a las mil maravillas– de ese sistema que tanto critican; cobran sus sueldos del contribuyente español y viven de manera muy acomodada con unas libertades defendidas por las instituciones que vilipendian.

Si de verdad fueran personas íntegras, lo tendrían muy fácil. Si no les gusta el trabajo del que viven, deberían abandonar sus cargos públicos y volver a sus ocupaciones anteriores. Carod Rovira, Puig, Tardá, Benach, Puigcercos, Ridau o Huget son algunos de los que, por sus constantes improperios e insultos contra España, deberían pensar en renunciar a sus cargos.

Sin embargo, son una banda política que desprecia los intereses de los ciudadanos, que apuesta por estirar de la cuerda hasta romperla y que pretende dinamitar la convivencia y la libertad de los españoles (incluida la de los catalanes). El ejemplo más reciente es, desde luego, el grito de Tardà de "¡Muera el Borbón!" entre las carcajadas y chirigotas de las juventudes de su partido (poca o ninguna esperanza nos queda de una regeneración democrática de ERC desde sus bases).

Con todo, debería quedar claro que las democracias ni pueden convivir ni mucho menos acostumbrarse a estos fanatismos desestabilizadores; especialmente, cuando el, hoy por hoy, primer partido de España colabora activamente con ellos en las distintas Administraciones.

Los nacionalistas viven a costa de las instituciones que pretenden destruir. Como digo, nadie les obliga a dedicarse a la política; si no les gusta, que se marchen y todos tan contentos. Pero resulta ya urgente que dejen de utilizar los mecanismos que pone a su alcance la democracia para acabar con ella.

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