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Ignacio Villa

La conciencia de Aznar

El calendario político se va agotando de forma inflexible. Con la disolución de las Cortes Generales nos situamos ya en la recta final de las elecciones generales de marzo: unos comicios que van ser muy importantes por sus muchas novedades. Una de ellas, la más significativa, es que PP y PSOE estrenan cartel electoral con Mariano Rajoy y Rodríguez Zapatero, respectivamente. Personal y políticamente, ambos se juegan mucho, pero además, populares y socialistas proponen por primera vez, desde hace muchos años, programas bien diferenciados en los que se apuestan por modelos de España netamente distintos. Los populares, por la España constitucional; los socialistas, por la España de Zapatero, indefinida y tortuosa. Esa es la gran diferencia, el centro de la gran cuestión electoral.
 
Por eso el presidente Aznar, en el balance público que ha realizado de sus ocho años de Gobierno, ha dejado muy claro que las elecciones del 14 de marzo son unas elecciones trascendentales. En ellas nos jugamos el modelo que se quiere para España. Se han puesto encima de la mesa dos conceptos bien definidos sobre la estabilidad del país y, por ello, estas elecciones se prometen especialmente tensas. De ahí la petición del jefe del Ejecutivo para que todos los partidos políticos que concurran a los comicios jueguen con limpieza y sensatez, algo imprescindible cuando hablamos de elecciones generales.
 
Pero en todo caso, de lo dicho por el presidente Aznar lo que más llama la atención es la consideración realizada sobre que se va "con la conciencia tranquila" por el cumplimiento de sus promesas y la saludable situación de España. Pero lo cierto es que el presidente tiene una razón más: ha cumplido una promesa que servirá como referente en la política española, al dejar el puesto a los ocho años de mandato. El gesto sitúa muy alto el listón para todos sus sucesores. Aznar no tiene porque crear un precedente, pero sí deberá ser un ejemplo a seguir por todos los políticos, sean del partido que sean, por haber cumplido su palabra. Dijo que se iba en el año 2004 y así lo ha hecho, agotando dos legislaturas y confirmando que no volverá a presentarse.
 
Mientras Aznar deja esta herencia a la clase política, miramos hacia los bancos de la oposición y solo percibimos la desolación que provoca un líder desorientado y cambiante como una veleta. De Zapatero se podrán criticar muchas cosas con más o menos razón, pero nadie podrá entender cómo se pueden cometer tantos errores estratégicos en tan poco tiempo. Este último fin de semana nos ha regalado el último, al decirnos ahora que sólo gobernará si gana las elecciones. Parece que después de lo que el PSOE ha cocinado en Madrid, Baleares, Cantabria o León se ha arrepentido de sus pactos con "todos contra el PP". Tras animar a los suyos a pactar con quien fuera y al precio que fuera, Zapatero recoge velas. Y lo peor es que, quedando dos meses para las elecciones generales, ya han quemado todos sus cartuchos electorales y tienen todavía que mover la campaña. Ya veremos lo que sucede, pero las previsiones no pueden ser peores para el PSOE.
 
En fin, Aznar este lunes ha cerrado una puerta más de su larga despedida. Dice que se va con la conciencia tranquila. Tiene razones para ello. La España de 2004 es una España muy diferente a la de la corrupción y del amiguismo de 1996. Ese ha sido el verdadero cambio. Y a él se lo debemos en buena parte.

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