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Jorge Alcalde

Las obras se retrasan

Ando de obras en casa. Montes de ladrillos, tubos de cobre y PVC se enseñorean de los pocos espacios que dejan sofás y estanterías, que extrañan su lugar habitual. ¿Y a mí qué me importa esto?, se preguntará con razón el lector. Pues, aunque parezca mentira, hasta de las garras de esta doméstica situación viene la ciencia a rescatarme. Acabo de recibir del Centro Smithsoniano de Astrofísica en Harvard (CFA) una noticia de título prometedor: "Construir un universo no es tarea de un día". Si para alicatar un cuarto de baño me tardan un mes, no quiero ni pensar qué habría pasado si les hubiera pedido levantar, ladrillo a ladrillo, un cosmos entero.

La investigación a la que hace referencia la noticia que llega de Harvard ha caído con alegría entre los astrónomos, preocupados desde hace décadas por conocer la evolución temprana del universo, es decir, lo que le pasó al espacio-tiempo en sus primeros episodios vitales. En tal empeño, tradicionalmente se han topado con lo que parece una paradoja: las observaciones demuestran que existen agujeros negros inmensos con una masa semejante a la de tres mil millones de soles que debieron de nacer antes de que el cosmos cumpliera su aniversario número mil millones. En escala cósmica, fabricar objetos tan masivos en un periodo de tiempo tan pequeño equivaldría a construir un hotel en un solo día. Incluso para las prodigiosas manos de las fuerzas gravitacionales que esculpen el universo, la empresa se antoja imposible.

Ahora, un par de expertos del CFA han explicado esta paradoja al descubrir que la luz de los lejanos quásares que albergan tamaños agujeros es magnificada por la materia que atraviesa hasta llegar a nuestros telescopios, haciendo parecer a los sumideros cósmicos en cuestión entre 10 y 100 veces más grandes de lo que en realidad son. O sea, que lo que creíamos que era un hotel, en realidad es un cuartucho. Y eso sí que se puede construir en un día.

Los astrónomos utilizan los quásares para estudiar las edades más tempranas del cosmos porque son objetos tan grandes y brillantes que su radiación puede atravesar el espacio durante miles de millones de años. Son muy antiguos y ofrecen información sobre la evolución de las estrellas. Realmente no son las mejores herramientas, pero sí son las más luminosas. Ya se sabe que en esto de la cosmología sucede como en el chiste de las llaves: aquel caballero con una copa de más que andaba dando vueltas a una farola encendida. "¿Qué hace usted, buen hombre?", le pregunta un viandante. "Es que he perdido las llaves de casa". "¿Y las ha perdido aquí mismo?" No, las perdí en medio de ese parque, pero es que allí no hay luz para buscarlas.

Los astrónomos están obligados a estudiar el cosmos limitados por las fuentes de luz que puedan encontrar: es decir, sólo rastrean las regiones visibles (entiéndase aquí por luz todo tipo de radiación detectable: ultravioleta, radio, rayos X, rayos gamma...) Los quásares son fuentes inagotables de luz alimentadas por gigantescos agujeros negros que viven en el corazón de galaxias. Se puede inferir su masa estudiando la cantidad de luz que arrojan. Este tipo de agujeros negros supermasivos han estado presentes en el cosmos desde que éste sólo tenía la décima parte de su edad actual. Y su presencia es tan extraña en ese periodo como lo sería encontrar a un niño cargando alegremente con una mochila que pesara 1.000 kilos.

Lo que en Harvard acaban de descubrir es que la luz emitida por estos agujeros sufre los efectos de las llamadas lentes gravitacionales: estructuras masivas que se interponen entre la fuente emisora de luz y el observador y modifican la trayectoria de la radiación produciendo un efecto similar al de una lupa. Si no se tiene en cuenta este fenómeno, los datos sobre tamaño y luminosidad de los agujeros negros pueden estar equivocados. Así que, gracias a esta nueva aportación, podemos deducir varias cosas. La primera, que los agujeros negros supermasivos más antiguos puede que no sean tan supermasivos. Segunda, que el universo tardó más tiempo en albergar grandes cantidades de materia de lo que antes se pensaba (es decir, que su construcción fue más lenta de lo que creíamos). Y tercera, que el espacio es capaz de producir espejismos, ilusiones ópticas y equívocos que los astrónomos deben sortear.

Ahora, el encargado de la obra de mi casa me asegura que "para el lunes" está todo acabado. Pero a mí no me las dan con queso. Sé que es un efecto óptico, una lente gravitacional en el cuarto de baño.


ESTE ARTÍCULOse publica enLa Revista del Fin de Semanade Libertad Digital junto a otros de César Vidal, Carlos Semprún Maura, Pío Moa, José Apezarena, Lucas Soler, Ana Díaz, etc. Si quiere leer más, pulseAQUÍ

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